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PlumasNCC | Ciudades Resilientes y Regenerativas ante el Riesgo de Desastres

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Por: Paola Gordon Luna (Panamá-México).

2 millones de personas fallecidas y más de $3.64 billones de dólares en pérdidas económicas, es el recuento aproximado de los daños, entre los años 1970 y 2019, relacionados principalmente con fenómenos meteorológicos asociados al agua según la Organización Meteorológica Mundial.

Tan sólo en este septiembre de 2021 hemos visto en México varios fallecidos y cientos de damnificados por las inundaciones registradas. En agosto del mismo año, vimos con tristeza como luego de un terremoto con magnitud de 7.2 que dejó al menos 2 mil 100 personas fallecidas en Haití, la isla caribeña volvía a ser afectada por la tormenta tropical Grace.

En julio también del mismo año, más de 26 mil personas afectadas por las inundaciones y deslizamientos de tierra en varios puntos de Panamá. Estos son solo tres ejemplos recientes, de cientos de situaciones similares que están enfrentando los países. Según la Base de Datos de Emergencia, se registraron en el mundo 22,326 desastres entre 1970 y 2019.

En América Latina y el Caribe existe un alto nivel de ocurrencia de eventos naturales con consecuencias catastróficas, que se ha triplicado en los últimos 40 años. Los desastres afectan de manera desproporcionada a los países de ingresos bajos y medios, en particular en términos de mortalidad, número de heridos, desplazados y personas sin hogar, daños a la infraestructura crítica y pérdidas económicas que no sólo afectan al individuo impactado sino a su descendencia.

El próximo 13 de octubre es el Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres cuyo tema de este año es La Gobernanza del Riesgo de Desastres.  Naciones Unidas nos indica que la buena gobernanza del riesgo de desastres se puede medir en las vidas salvadas, la reducción del número de personas afectadas por los desastres y la reducción de pérdidas económicas; sí, quizás esto es lo más visible, pero también se refleja en la calidad de vida de las personas y en el desarrollo de los países.

En el caso del desarrollo de proyectos de infraestructura, el análisis del riesgo de desastres representa un insumo técnico-científico que permite la toma decisiones de corto, mediano y largo plazo, en cuanto a las recomendaciones de diseño, operación y mantenimiento de la infraestructura, que minimicen el impacto de posibles peligros naturales incluyendo los relacionados con el Cambio Climático de manera eficiente y equitativa.

Peligros naturales

Es importante aclarar, que no existen los desastres naturales como tal, se trata de los peligros naturales. Los peligros naturales son fenómenos del medio ambiente que son peligrosos al ser humano y que están causados por fuerzas extrañas a éste. 

Los fenómenos naturales potencialmente peligrosos pueden ser atmosféricos; (granizo, huracanes, incendios, tornados, tormentas tropicales, etc), hidrológicos; (inundaciones, sequías, desbordamiento de ríos, salinización, desertificación, etc), sísmicos; (fallas, temblores, tsunamis, etc), volcánicos; (flujos de lava, corrientes de fango, proyectiles y explosiones laterales, gases, etc), entre otros. Estos fenómenos naturales son una amenaza cuando pueden ocasionar consecuencias sociales y/o económicas negativas, o daños ambientales.

La posibilidad de que se produzcan muertes, lesiones, daños o destrucción de bienes en un sistema, una sociedad o una comunidad en un periodo de tiempo concreto, determinados como una función de la amenaza, la exposición y la vulnerabilidad es lo que se conoce como riesgo de desastres.

Riesgo de desastres y su análisis

El conjunto de estrategias, políticas y medidas destinadas a la identificación y análisis del riesgo de desastres; la implementación de acciones o medidas para una reducción del riesgo; las prácticas de preparación para la respuesta y la recuperación en caso de desastre; y, la protección financiera frente a dicho riesgo, es lo que se conoce como gestión del riesgo de desastres.

La coincidencia espacial y temporal de personas y/o activos con potencialidad de sufrir daños y las amenazas naturales es lo que se conoce como exposición, mientras que las características y las circunstancias de una comunidad, sistema o bien, que los hace susceptibles a los efectos dañinos de una amenaza es lo que se conoce como vulnerabilidad. ¿Qué tan vulnerables son nuestras comunidades o cuál es el riesgo de desastres a los que nos enfrentamos? 

Existen diversos métodos para analizar el riesgo y por lo tanto la vulnerabilidad, estos pueden tener una escala espacial (mundial o supranacional, nacional o subnacional, ciudad o cuenca hidrográfica e inclusive individual o de micro-escala) y una escala temporal (impacto del cambio climático o cambios socioecónomicos que puedan producirse).

Los desastres se sienten más en el ámbito local, en las municipalidades, comunidades y ciudades afectadas, por ello la importancia de construir ciudades resilientes y regenerativas ante el riesgo de desastres. El análisis del riesgo de desastres y el establecimiento de medidas preventivas y correctivas son una inversión que protege la vida, los bienes, los medios de sustento, y en general, la calidad de vida actual y futura de la población.

Los fenómenos naturales seguirán, necesitamos medidas de gestión de riesgos

Los fenómenos naturales pueden ser buenos para el planeta y para nosotros mismos aunque a priori no lo veamos así, por ejemplo, diversos estudios demuestran que los huracanes contribuyen al enfriamiento del planeta y ayudan a regular la temperatura de la tierra, esto permite por ejemplo que arrecifes coralinos no se blanqueen y terminen muriendo por las altas temperaturas de los océanos, también contribuyen a que las lluvias lleguen a zonas donde normalmente no llegan y a renovar las aguas subterráneas con el aumento del caudal de los ríos.

Por otro lado, las erupciones volcánicas permiten la formación de acuíferos y manantiales, y contribuyen a la regeneración del suelo, útil para los cultivos agrícolas.  Los fenómenos naturales van a seguir existiendo, y en algunos casos se verán intensificados por el cambio climático. Dependiendo de la amenaza, el grado de exposición y vulnerabilidad estos pueden perturbar seriamente los servicios básicos de las ciudades como los sistemas de distribución de alimentos, abastecimiento y saneamiento del agua, transporte y los medios de subsistencia.

La falta de la implementación de medidas de gestión de riesgos por fenómenos naturales peligrosos para el ser humano y exacerbados por el cambio climático, aunado a problemas sociales, políticos y económicos afectan negativamente el desarrollo de un país y las condiciones de sus habitantes, ha ocasionado, en muchos casos, las migraciones que estamos viendo hoy en día.

Las ciudades pueden ser un punto crítico de vulnerabilidad frente a amenazas naturales, por lo tanto construir ciudades capaces de no sólo adaptarse a situaciones adversas (resilientes), sino de recuperar su estructura y función ante un cambio negativo (regenerativas); mediante la organización y coordinación necesarias; la asignación y gestión eficiente de presupuesto público, privado e internacional; evaluaciones pertinentes y gestión del  riesgo de desastres; la inversión en infraestructura gris y verde sostenible; el establecimiento de políticas, legislaciones y reglamentos eficaces; el desarrollo de programas educativos de formación e investigación; y la protección de ecosistemas y zonas naturales de amortiguamientos, es una tarea apremiante para lograr las ciudades prósperas del futuro.

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Pao­la Gor­don Luna es es­pe­cia­lis­ta en ges­tión de re­cur­sos na­tu­ra­les. Tie­ne es­tu­dios en Bio­lo­gía y en Ma­ne­jo de Pro­yec­tos en la Uni­ver­si­dad de Pa­na­má y en la Uni­ver­si­dad de Utah. Es Maes­tra en Cien­cias en Ma­ne­jo de Re­cur­sos Na­tu­ra­les por la Uni­ver­si­dad de Gua­da­la­ja­ra. Ac­tual­men­te, en el Ban­co In­ter­ame­ri­cano de Desa­rro­llo (BID) apo­ya a los go­bier­nos brin­dan­do asis­ten­cia téc­ni­ca para me­jo­rar el desem­pe­ño y la efi­cien­cia de los sis­te­mas de agua po­ta­ble y desa­rro­llar es­tra­te­gias de pla­ni­fi­ca­ción hí­dri­ca.

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