Por: Carlos Iván Moreno (México).
John Rawls tardó 16 años en escribir su gran obra, Teoría de la Justicia (1971), misma que transformó la filosofía política. Quizás habría sido despedido de la Universidad de Harvard en la actualidad, por ser improductivo y no lograr los indicadores. La innovación y la transformación también requieren pausa y reflexión.
En un mundo que avanza tan vertiginosamente, sin saber bien a bien hacía dónde, las universidades deben asumir un doble rol. Por un lado, adaptarse a un entorno que cambia a velocidades sin precedentes, respondiendo a las demandas de la sociedad y la economía. Pero, al mismo tiempo, resistiendo algunas presiones del entorno ante la inmediatez que impone la vorágine productivista y consumista. Para eso fueron inventadas, en democracia liberal, la autonomía universitaria y la libertad académica. El papel de la universidad como “Torre de Marfil”, un tanto aislada de las coyunturas políticas y las modas disruptivas, no debe ser abandonado.
Vivimos una “policrisis”, una maraña de crisis globales entrelazadas como el cambio climático, la desigualdad, la erosión democrática, la violencia. Ante ello, el papel reflexivo de las universidades es más crucial que nunca. Mientras el caos nos empuja a respuestas inmediatas, debemos cuestionar si esta aceleración vertiginosa nos lleva en la dirección correcta o si estamos ciegamente corriendo hacia un abismo.
La policrisis no es solo una suma de problemas, sino síntoma de esta carrera descontrolada. Las universidades no deben simplemente plegarse al ritmo frenético de la disrupción tecnológica. Su verdadera esencia reside en ofrecer lo que ningún algoritmo puede: pensamiento crítico, debate informado y una comprensión profunda de los desafíos éticos y morales que enfrentamos.
En un contexto donde el aprendizaje digital es cada vez más importante, es revelador saber que los dos cursos online más demandados a nivel global son, “La ciencia del bienestar”, conocido como “Felicidad”, de Yale; y el curso sobre “Justicia”, de Harvard. Suman casi 6 millones de estudiantes.
El mensaje es muy claro: la misión de la universidad es la búsqueda de la felicidad, la justicia y la verdad, no solo el “Project management”.
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Carlos Iván es Licenciado en Finanzas por la Universidad de Guadalajara (UdeG), Maestro en Administración Pública por la Universidad de Nuevo México y Doctor en Políticas Públicas por la Universidad de Illinois-Chicago. Realizó estancias doctorales en la Universidad de Chicago (Harris School of Public Policy) y en la Northwestern University (Kellog School of Management). Actualmente se desempeña como Coordinador General Académico y de Innovación de la Universidad de Guadalajara.
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