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Plumas NCC | Recursos y alimentos: ¿Quién se come a quién?

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Por: Walter Alberto Pengue (Argentina).

“Todos los problemas, son problemas de educación.”

Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888)

A pesar de algunos mensajes, algo lavados, procedentes de algunos organismos internacionales, se reconoce por otro lado, la urgencia por una radical transformación de un sistema alimentario, que a todas luces está quebrado.

La demanda de recursos globales (renovables y no renovables), el uso creciente e intensivo de la energía, la intensificación en el consumo de agua y los sistemas de riego vinculados, la degradación de recursos vitales del suelo, la cancelación de servicios ecosistémicos y la deforestación asociada, la pérdida de diversidad biológica y el aumento sustantivo en el consumo de agroquímicos por un lado y fertilizantes sintéticos por el otro, nos llevan a preguntarnos si el actual sistema alimentario no se está comiendo a los recursos del planeta, más que cualquier otro sistema productivo.

La Cumbre Mundial de Sistemas Alimentarios 2021 organizado por FAO, por un lado nos muestra algunos caminos de esperanza y por el otro, hubiera debido alertar sobre la amenaza de seguir un sendero reverdecido por el financiamiento internacional, que no mueve la trayectoria de insustentabilidad hacia la que parecemos seguir avanzando.

Los Reportes de la Ronda VI del IPCC publicados en 2021, 2022 y 2023 han avanzado en intentar alertar sobre el camino de autopista por el que vamos avanzando hacia el infierno climático. Infierno del que las formas de producción de alimentos y la agricultura global contribuye actualmente a calentar.

En el reciente libro, ECONOMÍA ECOLÓGICA, RECURSOS NATURALES Y SISTEMAS ALIMENTARIOS ¿QUIÉN SE COME A QUIÉN?, hemos alertado sobre tal situación y por el otro lado, demostrado la relevancia de sumar los Intangibles y los Invisibles que la sociedad humana hasta ahora no consideraba, y que ponen en valor la relevancia de la NATURALEZA para nuestra propia supervivencia.

Increíblemente es que no se sepa en el común social, que tanto la agricultura y el sistema agroalimentario son dos factores transformadores poderosos de la naturaleza. En especial en lo que concierne al cambio de uso del suelo. Y que es esta transformación, la que sucede cuando avanza la frontera agropecuaria sobre los bosques de América Latina, África y Asia.

Esto genera una presión interna sobre las otras especies que o las hace desaparecer o las lleva hacia otros sistemas cuando su capacidad de adaptación lo permite (simple darwinismo).

Este avance de la frontera agropecuaria, es empujado por una brutal ola de consumo sostenida por la agricultura y ganadería industrial. Sistemas que utilizan para su producción una carga enorme de químicos, antibióticos y una pléyade de insumos para mantener una producción de granos y carnes, insostenible.

El ganado a menudo sirve como un puente epidemiológico entre la vida silvestre y los humanos, como fuera en el caso de la gripe aviar. Los patógenos primero circularon de aves silvestres infectadas a aves de corral y de ahí a los humanos.

La proximidad a diferentes especies en mercados húmedos, el tráfico legal en algunos países e ilegal en otros, de animales silvestres y pautas de consumo complejas, a veces facilitan la transmisión de los animales a los humanos, en además, una concentración inédita de granjas industriales, mercados y capacidad y velocidad de transporte tanto de animales como de personas, de una parte a otra del mundo.

Es decir, este flujo mundial de biomasa alimentaria, produce movimientos inéditos en la historia de la civilización humana. Y América Latina es una parte importante de esta movida y un gran productor y exportador de alimentos y derivados. La biomasa representa el 70 % del flujo material que exportamos, y se compone en un 71 % por las pasturas y alimentos para el ganado, en un 2 % por pesca y extracción maderera y en un 27 % por cultivos.

Entendemos por biomasa a todos los elementos producidos tanto por la agricultura (granos, piensos), como por la ganadería (carnes, huevos, leche), la producción forestal o la horticultura o fruticultura.

Los recursos de biomasa se utilizan para alimentos, materia prima industrial y energía. La producción de alimentos es responsable de la mayor parte de la pérdida de biodiversidad, de la erosión del suelo y de una gran parte de las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero.

Actualmente el cultivo de biomasa y su procesamiento son responsables de casi el 90 por ciento del estrés hídrico en el mundo y de la pérdida de biodiversidad relacionada con el uso del suelo.

Los impactos ambientales del uso de la tierra incluyen la destrucción de hábitats naturales y la pérdida de biodiversidad, así como la degradación del suelo y la pérdida de otros servicios del ecosistema.

Para el 2010, el uso de la tierra había provocado una pérdida de especies en el mundo de aproximadamente el 11 por ciento. La extracción y el procesamiento de biomasa también generan más del 30 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con los recursos (al no prestar atención a los cambios en el uso de la tierra).

Pero lo que el mundo no ha comprendido hasta ahora, es que para producir esta biomasa, se necesitan muy importantes volúmenes de recursos naturales, en especial, suelo, agua y recursos genéticos.  Cada uno de nosotros, utiliza al menos dos hectáreas y media (¡sí! Ud., yo y sus consumos, necesitan al menos de dos hectáreas de tierra o mucho más) para satisfacer sus necesidades.  Si dividimos la superficie disponible de unos 14.000 millones de hectáreas por los más de ocho mil millones de humanos que somos, nos es claro, que nos estamos comiendo el mundo. Cada año, somos menos planeta…

Nuestros hábitos están cambiando en todo sentido. La alimentación es uno de ellos y con ello generamos transformaciones enormes sobre todo el sistema. Los cambios en los hábitos alimentarios, de dietas insostenibles o nutricionales deficitarias presionan por proteína animal (carnes de todo tipo, leche, huevos y demás) de manera consistente, donde en algunas partes del mundo estamos pasando velozmente de la civilización del arroz a la civilización de la carne.

Hemos llamado a esto, la “Batalla por la Proteína”, hace ya más de una década.  Todo un tema que hace competir a países y corporaciones por más tierra en todo el mundo…

Una parte de la generación actual, ha comprendido a cabalidad que el modelo productivo y alimentario es insostenible.  Asimismo, algunos en esta generación y seguramente muchos en las generaciones venideras, estarán obligados e incursionar en una gran transformación.  

Una transformación radical tanto del sistema alimentario, las formas en que se utilizan los recursos naturales y un trascendente cambio en los hábitos alimentarios como en los sistemas de producción actuales y sus escalas productivas. 

El desafío es enorme y pone en riesgo el actual andarivel productivo y el rumbo civilizatorio de una humanidad que comienza a comprender cómo rápidamente deberá cambiar. Quiera o no.

Sobre esto, es sobre lo que he escrito en el libro que hoy llega a sus manos, donde también se han compilado algunas notas publicadas también en este Noticiero y que se presenta a Usted, de forma accesible y totalmente libre (*).

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Wal­ter Pen­gue es Ingeniero Agrónomo, con formación en Genética Vegetal. Es Máster en Políticas Ambientales y Territoriales de la Universidad de Buenos Aires. Doctor en Agroecología por la Universidad de Córdoba, España. Es Director del Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente de la Universidad de Buenos Aires (GEPAMA). Profesor Titular de Economía Ecológica, Universidad Nacional de General Sarmiento. Es Miembro del Grupo Ejecutivo del TEEB Agriculture and Food de las Naciones Unidas y miembro Científico del Reporte VI del IPCC.

 

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