Por: Carlos Iván Moreno (México).
En 1956, Isaac Asimov escribió el cuento de ciencia ficción titulado “La última pregunta”, un cuento sobre Multivac, la gran computadora que ayudó a la humanidad a colonizar el Universo. Esta máquina procesa datos y contesta preguntas excepto una, la más importante para la humanidad: ¿es posible revertir el inevitable fin del Universo? Cuando este algoritmo por fin procesó los datos suficientes para contestarla ya era demasiado tarde, los humanos se habían extinguido.
Quizá la realidad ya superó a la ficción. Apenas en diciembre pasado se lanzó ChatGPT, una aplicación de Inteligencia Artificial (IA) capaz de responder cualquier pregunta de manera sofisticada, proponer soluciones a problemas complejos, incluso escribir ensayos académicos; ensayos que alcanzarían una calificación de 80 a 90 en las universidades más exigentes del planeta. En poco tiempo esta tecnología podrá escribir tesis completas…
Las implicaciones educativas del ChatGPT son abrumadoras, pero poco lo estamos discutiendo en América Latina. Solo en su primera semana este algoritmo atendió las solicitudes de más de un millón de usuarios; muchos de ellos fueron estudiantes que le pidieron hacer sus tareas y ensayos; resolver los problemas para sus clases.
El mundo académico no sabe qué hacer. La impronta de la inteligencia artificial llegó al aula de manera gradual, pero después súbitamente. En Estados Unidos, el Departamento de Educación de la ciudad de Nueva York –el distrito escolar más grande del país-, prohibió el acceso al ChatGPT en todas las escuelas públicas, debido a que consideran que impacta negativamente en el aprendizaje (ver: cutt.ly/Z9w22KK).
En las instituciones de educación superior la respuesta ha sido muy heterogénea. Mientras algunas universidades de Estados Unidos, Australia y Reino Unido, por ejemplo, están replanteando su forma de enseñar y evaluar, incorporando dinámicas que utilicen la inteligencia artificial. Hay otras instituciones de nivel superior que de plano están volviendo al lápiz y papel para hacer los exámenes y ensayos (ver: cutt.ly/k9w9ceM, cutt.ly/19w3rjM, cutt.ly/V9w7AcG).
Más allá de las discusiones sobre si se debería prohibir -o no- el uso del ChatGPT durante el proceso de enseñanza aprendizaje, el debate debe centrarse en cómo esta tecnología puede potenciar el valor de la docencia y maximizar el aprendizaje.
¿Cuál puede ser la solución definitiva para que un algoritmo no afecte de manera negativa el proceso de aprendizaje? Una buena docencia, ¡eureka! Esa que promueve el pensamiento crítico, la creatividad y la empatía. En este sentido, le pregunté al ChatGPT ¿cómo lograr el pensamiento crítico en el aula en la era de la inteligencia artificial? Respondió (lo sintetizo):
- Promover el aprendizaje activo. En lugar de limitarse a dar clases, las y los profesores pueden crear oportunidades para que las y los estudiantes se comprometan con el material a través de actividades como discusiones en grupo, debates, aprendizaje basado en problemas.
- Incentivar el pensamiento independiente por medio del uso de estudios de casos, simulaciones y preguntas abiertas.
- Proveer oportunidades para la auto-reflexión. Animar a las y los estudiantes a reflexionar sobre su propio proceso de aprendizaje y a evaluar su propia comprensión del material.
- Premiar el cuestionamiento y la curiosidad. Impulsar que las y los estudiantes formulen preguntas y a que busquen respuestas mediante la investigación independiente.
- Generar ambientes que valoren la diversidad y las diferentes perspectivas. Creando un espacio seguro para que las y los estudiantes compartan sus ideas, incluyendo una variedad de perspectivas en los debates y lecturas en clase.
No es necesaria la inteligencia artificial para saberlo, es de sentido común. Como docentes, ¿lo estamos haciendo?
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Carlos Iván Moreno es Licenciado en Finanzas por la Universidad de Guadalajara (UdeG), Maestro en Administración Pública por la Universidad de Nuevo México y Doctor en Políticas Públicas por la Universidad de Illinois-Chicago. Realizó estancias doctorales en la Universidad de Chicago (Harris School of Public Policy) y en la Northwestern University (Kellog School of Management). Actualmente se desempeña como Coordinador General Académico y de Innovación de la Universidad de Guadalajara.
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