Alberto Payo.
Dirigido por Paco Calvo, científico cognitivo y filósofo de la biología, el trabajo de este equipo se enfoca en las capacidades de las plantas que, hasta ahora, se han formulado desde un marco teórico antropocéntrico y zoocéntrico. «Gracias a no ser biólogos vegetales y sí filósofos podemos hacernos estas preguntas sobre la ciencia cognitiva. Si no estaríamos preguntándonos por la fotosíntesis, por la respiración celular, por cómo salen los estomas», explica el investigador.
«En una facultad de biología no se cuestionan si una planta puede tomar decisiones, tampoco en la de psicología. Se preguntan si un perro o un humano es capaz de ello, asumiendo que tiene que ser algo neuronal», añade.
Calvo comenzó a interesarse por el tema a finales de los años 90, cuando realizaba el doctorado en San Diego, un momento en el que «estaban de moda» las redes neuronales artificiales. Empezó a trabajar en filosofía de la ciencia cognitiva, concretamente en modelización con las redes neuronales, tratando aspectos de psicolingüística, de cómo adquirimos los humanos estructuras gramaticales o una lengua materna desde la perspectiva de las redes neuronales.
Un sistema descentralizado ‘natural’
Las redes neuronales artificiales tienen procesamiento distribuido en paralelo, es decir, son redes masivamente distribuidas cuando no encuentran un módulo central de procesamiento. Para el científico, eso tenía mucho atractivo para comprender la cognición.
“El salto natural era pasar de redes neuronales artificiales a redes neuronales biológicas. ¿Y qué es un sistema masivamente distribuido por antonomasia? Las plantas. Son un sistema descentralizado. Y si están aquí y no se han extinguido, ¿qué estarán haciendo para pasar de no tener una unidad central de procesamiento y seguir exhibiendo una conducta flexible y adaptativa?», reflexiona.
El punto de inflexión en sus estudios llegó en 2005, cuando estaba revisando una propuesta de libro: Communication in Plants, Neuronal Aspects of Plant Life. En ese momento decidió coger un avión y asistir al Congreso de la Sociedad de la Neurobiología Vegetal. “Tuve la suerte de estar donde se cocinaba toda esta revolución desde el primer día, porque esa sociedad se fundó ese mismo año«, explica. Ahí publicaron el primer manifiesto de la neurobiología vegetal.
La inteligencia secreta de las plantas
Sus hallazgos a lo largo de dos décadas las ha recogido en un libro escrito junto a Natalie Lawrence y titulado ‘Planta Sapiens’ (Descubre la inteligencia secreta de las plantas). El director del MINT Lab explica en este texto como la inteligencia mínima se basa en una conducta no solo adaptativa, sino también lo suficientemente flexible como para darse cuenta o enfrentarse a contingencias del entorno o a eventualidades.
En este sentido, uno de los hallazgos que se plasman en la obra es que las plantas silvestres presentan una capacidad adaptativa mucho mayor que las domésticas. «Podemos decir que son más listas, que tienen más picardía y que eso de que la necesidad agudiza el ingenio ocurre también en el mundo vegetal», responde.
En una planta silvestre que no ha sido maleada por el hombre, la distancia entre nodos es mucho mayor. “En principio parece que su movimiento errático, pero no es así, es mucho más rico. La planta tiene que ir escaneando el entorno, no se pueden permitir el lujo de que llegue la agricultura y les ponga un palito, tienen que trabajarse su supervivencia«, destaca.
Anticipación, memoria y personalidad
Respecto a la capacidad de anticipar el futuro, Calvo plantea que también existe en el mundo vegetal, aunque de una forma diferente a los humanos: nunca se separan de su entorno y sus respuestas se basan en una ‘anticipación ecológica’, es decir, en cómo interactúan en tiempo real con su ambiente.
En el MINT Lab trabajan además en dos proyectos relacionados con la memoria y el aprendizaje en estos seres vivos. Uno de ellos consiste en replicar experimentos de aprendizaje asociativo, como el clásico reflejo condicionado del perro de Pavlov.
Por otro lado, Calvo deja caer que las plantas también podrían tener personalidad, puesto que se ha descubierto que diferentes especímenes de una misma especie pueden actuar de maneras distintas.
«¿Te imaginas a dos perros idénticos? Lo que se aleja de nosotros, lo homogeneizamos. Nos pasa con seres como las hormigas, termitas o gusanos, parece que son todos muy iguales, pero ¿no habrá hormigas con más neurotransmisores de un tipo y más hormonas de otro tipo? Si dos organismos tienen genes distintos y han estado expuestos a entornos distintos, el milagro sería que fuesen iguales«, ejemplifica.
Comprender su inteligencia
En opinión del director de MINT Lab no puede decirse que haya una especie de planta más inteligente que otra, porque cada una evoluciona según las particularidades del entorno. No obstante, reconoce su especial predilección por las trepadoras y su facilidad para estudiarlas. «Puedo ver sus principios cinemáticos o dinámicos, observar sus velocidades, aceleraciones y patrones de movimiento«, confiesa.
Pero existen muchas más lecciones que aprender de las plantas, la primera: nos dan un baño de humildad. «Esto tiene que ver con la preponderancia del estudio en neurociencia cognitiva de lo neuronal y lo cognitivo. Tenemos que darnos cuenta de que la cognición no es correr un programa de un ordenador en un hardware neuronal, como si lo pudieras correr en un tubo de ensayo«, apostilla.
«Las plantas hacen una máxima descentralización de recursos. No tienen un corazón y unos pulmones. Como no pueden huir: divide y vencerás. Comprender la inteligencia de las plantas nos ayuda a darnos cuenta de que no somos tan distintos y que somos más planta de lo que creemos», sostiene el investigador.
El filósofo es consciente de que su libro y sus hallazgos pueden hacer que le «explote la cabeza» a muchos vegetarianos o veganos. Para ellos lanza un mensaje: «Olvídate de reinos de procedencia, porque te puedes encontrar en tu mesa con un animal que haya tenido una vida muy feliz o una planta que haya vivido estresada desde el principio».
Descifrar su ‘lenguaje’
Calvo también reflexiona sobre el futuro de la comunicación con las plantas y cómo los avances tecnológicos nos permitirán ‘interpretarlas’. «Si monitorizas una planta con sensores bioeléctricos, ves qué está pasando dentro de ella en términos de señalización eléctrica, química e hidráulica. Disponemos de una agricultura 2.0. Si desarrollas algoritmos de machine learning, puedes interpretar la señal electrofisiológica y obtener pistas sobre si la planta está estresada o no”, asegura.
Otro de los aspectos que aborda el director del MINT Lab es la posibilidad de considerar los ‘derechos’ para las plantas, equiparándose a los debates actuales sobre los derechos de los animales. Aunque considera que es especulativo, también recalca que existen precedentes, como el Acta de Tecnología Genética de 2004 de Suiza, donde se planteó que la dignidad de los animales, las plantas y otras formas de vida deberían ser consideradas en cualquier investigación.
Esto llevó al Comité Suizo de Ética en Biotecnología No Humana (ECNH) a concluir, por mayoría, que los organismos vivos, incluidas las plantas, tienen su propio valor inherente y, como tales, no deben usarse frívolamente.
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