Ucrania.
Los muertos, los desaparecidos y las heridas invisibles que ha dejado la violencia de las fuerzas rusas hace que Bucha, como muchos otros en Ucrania, esté lleno de fantasmas.
En medio de esa vuelta a la normalidad los forenses siguen encontrando fosas comunes.
En Bucha mientras los funcionarios municipales reparan la destrucción causada por los tanques, otros profesionales trabajan en algo mucho más delicado: ayudar a los vecinos a asimilar lo ocurrido.
Natalia Zaretska, de 47 años, es una de las cuatro psicólogas que ha atendido desde abril a los vecinos.
Muchos de ellos sufren insomnio, pesadillas, irritabilidad, miedo, ansiedad, inseguridad, sentimiento de culpa por haber sobrevivido, temor a no poder o saber proteger a los seres queridos en caso de necesidad.
Alrededor de 7 mil personas vivieron la ocupación de las fuerzas rusas, según Zaretska, y lo que pasaron fue algo tan intenso y violento que ha cambiado sus vidas.
En otro punto de la ciudad, en una plaza con una fuente de agua en la que juegan los niños, UNICEFy una ONG local han abierto una carpa en forma de iglú que acompaña todos los días a menores y les ofrece asistencia psicológica en caso de necesidad.
Pese a toda la ayuda, los psicólogos explican que el trauma de estos niños no terminará de desaparecer mientras siga la guerra.
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