Carlos Iván Moreno

Plumas NCC | Universidad-Gobierno, confianza rota

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Por: Car­los Iván Mo­reno (Mé­xi­co).

La épica y taquillera película de Chris Nolan, Oppenheimer, nos recuerda cómo las grandes transformaciones sociales y científicas se dan cuando el gobierno y la academia colaboran en grandes misiones, basados en la confianza. Le llaman “University-Government Complex, y no hay país desarrollado que haya omitido esta mancuerna.

En el Proyecto Manhattan participaron más de 6 mil científicos de las mejores universidades de Estados Unidos y algunas globales, con una inversión pública de 40 mil millones de dólares (ajustados a 2023). No había margen de error, el futuro de la humanidad pendía de un hilo.

Hay ejemplos más recientes -y menos existenciales- como la Iniciativa de Excelencia de China, que desde su lanzamiento ha invertido miles de millones para fortalecer a sus universidades y convertirlas en líderes globales en investigación. Esta inversión pública ha catapultado a las universidades chinas al escenario mundial, fomentando la innovación y beneficiando tanto a la ciencia como a la sociedad. China lo tiene claro: invertir en la formación de talento, sin filias ni fobias. Cada año mantiene a un millón de jóvenes en las mejores universidades del mundo; 80% de los cuales regresan a su país.

Lo mismo ocurrió en Rusia. Sin el respaldo gubernamental a la ciencia, no habrían logrado lanzar el Sputnik 1 y convertirse en los primeros en enviar a un humano al espacio (ver: cutt.ly/AwzNqa0z).

Esto viene a cuento por la reciente presentación en México del Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF) para 2024, por parte del Ejecutivo Federal. No hubo sorpresas: se refrendó que las universidades no son parte de la transformación. Se toleran y administran, pero no se apoyan ni fortalecen.

Los datos son reveladores: el financiamiento para Educación crece 1%, para el Ejercito 121%; para Universidades Públicas Estatales crece 0%, para la Marina 63%; Ciencia, Tecnología e Innovación crece 0%, Energía 273%. De cada 100 pesos disponibles para la provisión de bienes y servicios, sólo 2.7 se invierten en educación superior y apenas 0.93 centavos son para ciencia, tecnología e innovación.

Lamentable también es que, en medio de la crisis que afecta a miles de estudiantes que se quedaron sin apoyos, el presupuesto destinado para Becas de Posgrado crece 0%. El nuevo humanismo del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (CONAHCYT) debe reflejarse no solo en el nombre, sino en el presupuesto.

Nos encontramos entre los países que menos recursos invierten en estos sectores estratégicos para el desarrollo nacional. La inversión del gobierno por alumno en instituciones públicas de educación superior en México es de apenas $6,137 dólares al año, de acuerdo con indicadores de la OCDE. En contraste, la inversión promedio por estudiante de nivel superior en los países miembros es de $14,839 dólares; en Chile la cifra es de $9,892 dólares y en Estados Unidos alcanza los $16,500 dólares (ver: cutt.ly/BwcSDLv6).

Asimismo, según información del Banco Mundial, el gasto total en investigación y desarrollo en México es de 0.3% del PIB, un porcentaje muy bajo incluso en comparación con muchos países de la región. Por ejemplo, Brasil invierte el 1.2% de su PIB, mientras que Argentina y Cuba destinan el 0.5%; ya no se diga de países como China que destina el 2.4%, Estados Unidos 3.5%, y Corea del Sur 5% (ver: cutt.ly/nwcSCgKU). El país está muy lejos de una verdadera soberanía científica.

Las dos candidatas punteras a la Presidencia de México, una científica y la otra ingeniera, se definen como “universitarias”. Que ello lleve a reconstruir la indispensable confianza del gobierno hacia la academia. Sin ello no habrá desarrollo genuino.

***

Car­los Iván Mo­reno es Li­cen­cia­do en Fi­nan­zas por la Uni­ver­si­dad de Gua­da­la­ja­ra (UdeG), Maes­tro en Ad­mi­nis­tra­ción Pú­bli­ca por la Uni­ver­si­dad de Nue­vo Mé­xi­co y Doc­tor en Po­lí­ti­cas Pú­bli­cas por la Uni­ver­si­dad de Illi­nois-Chica­go. Reali­zó es­tan­cias doc­to­ra­les en la Uni­ver­si­dad de Chica­go (Ha­rris School of Pu­blic Po­licy) y en la North­wes­tern Uni­ver­sity (Ke­llog School of Ma­na­ge­ment). Ac­tual­men­te se desem­pe­ña como Coor­di­na­dor Ge­ne­ral Aca­dé­mi­co y de In­no­va­ción de la Uni­ver­si­dad de Gua­da­la­ja­ra.

 

 

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