Por: Pao­la Gor­don (Pa­na­má, Mé­xi­co).

Generación de predicciones de la temperatura del agua utilizando aprendizaje profundo “Deep learning”, modelación hidrológica con datos satelitales, asimilación de datos para mejorar los pronósticos del caudal de los ríos y la conversión de más del 80% de la orina en agua potable, son algunos de los ejemplos de cómo está evolucionando la investigación aplicada en torno a la gestión de los recursos hídricos. 

Aún estos conocimientos y aplicaciones son inaccesibles para la mayoría de los países, y, por lo tanto, no están siendo aprovechados globalmente para enfrentar los grandes desafíos para lograr el acceso universal al agua y la regeneración de los ecosistemas naturales.

La relevancia del agua para el bienestar social, el crecimiento económico y la salud de los ecosistemas es indudable. No obstante, alcanzar la seguridad hídrica enfrenta grandes desafíos por diversos factores, como el fuerte incremento que ha experimentado tanto la población mundial, como las actividades productivas lo que ha generado una demanda creciente por los recursos hídricos, los efectos del cambio climático, los fenómenos del Niño y la Niña, la creciente urbanización, la valoración y gestión apropiada del agua, entre otros.

Hoy en día, los fenómenos meteorológicos, los cambios socioeconómicos y la pandemia por el virus SARS-CoV-2 han dejado en evidencia la necesidad de gestionar mejor nuestros recursos hídricos. 

Por un lado, los gobiernos tienen vacíos de información para la toma de decisiones, por el otro lado, la academia, a pesar de que realiza muchísima investigación, también manifiesta la necesidad de aumentar la recolección de datos y su capacidad tecnológica para procesarlos, así como una mayor vinculación con los gobiernos y la sociedad civil.

El más reciente informe mundial de los recursos hídricos publicado en 2021 por la UNESCO, señala que a pesar de su gran valor social, los datos hidrológicos, incluso para las aguas subterráneas todavía son deficientes a nivel mundial, y la situación se agrava tratándose de datos socioeconómicos y ambientales relacionados con el agua.

Todos coincidimos en que hacen falta datos accesibles, confiables, comparables y consistentes que puedan ser utilizados para los diversos análisis y modelaciones económicas, sociales y ambientales; sin embargo, también es necesario contar con las capacidades técnicas, científicas y tecnológicas para recolectar, procesar y transferir dicha información, así como también, las capacidades para utilizarla en la toma de decisiones y en el desarrollo de políticas públicas efectivas.

La vinculación gobierno-academia-comunidad para atender un desafío global como la seguridad hídrica, no sólo supone facilitar la comunicación y la divulgación de conocimiento científico y práctico de un lado a otro, sino más allá, esto implica el desarrollo o fortalecimiento de un ecosistema académico en torno al agua, abordando la ciencia y la tecnología de forma sistémica en conjunto con otros factores como la cultura, la política, las capacidades humanas, la financiación y el mercado poniendo al centro el bienestar social y las características propias de un contexto local y global.

La efectividad de un ecosistema académico en torno al agua, así como su apropiación y adaptación depende de una estructura de soporte que puede ser regulada a través de una estructura gubernamental como los sistemas nacionales de ciencia, investigación, innovación y desarrollo promoviendo así la interacción eficaz de las instituciones gubernamentales, empresas, universidades, centros de investigación y sociedad civil.

La falta de acceso al agua ya sea en cantidad o calidad y las brechas de conocimiento en torno a su gestión, no sólo limita el crecimiento económico de un país y afecta la salud de la población y su calidad de vida en general, sino en su más extrema manifestación, causa pérdida de vidas humanas. Por ello, la relevancia que los gobernantes y la sociedad en su conjunto, consideren a la ciencia y a la tecnología como una inversión económica y humana de primera importancia. 

La voluntad política y el compromiso de la sociedad civil son elementos fundamentales de un buen ecosistema académico de ciencia, investigación e innovación en torno al agua, para atender los desafíos de corto plazo, pero también los desafíos de largo plazo.

Por ejemplo, la inversión en ciencia básica y en investigación aplicada de largo plazo permitió el desarrollo acelerado de vacunas para enfrentar el virus SARS-CoV-2; de la misma manera, las investigaciones relacionadas con contaminantes emergentes en aguas residuales han permitido desarrollar herramientas de rápida respuesta para detectar el virus en las aguas residuales y servir de alerta epidemiológica. 

La inversión estratégica que hagamos hoy en ciencia, investigación aplicada, desarrollo e innovación del agua en sus múltiples formas, ayudará a enfrentar los desafíos actuales producto de los fenómenos meteorológicos, los cambios sociales y el cambio climático; y sin duda, representará en el futuro la ventaja económica, política y social frente aquellos que países que elijan otro camino.

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Pao­la Gor­don Luna es es­pe­cia­lis­ta en ges­tión de re­cur­sos na­tu­ra­les. Tie­ne es­tu­dios en Bio­lo­gía y en Ma­ne­jo de Pro­yec­tos en la Uni­ver­si­dad de Pa­na­má y en la Uni­ver­si­dad de Utah. Es Maes­tra en Cien­cias en Ma­ne­jo de Re­cur­sos Na­tu­ra­les por la Uni­ver­si­dad de Gua­da­la­ja­ra. Ac­tual­men­te, en el Ban­co In­ter­ame­ri­cano de Desa­rro­llo (BID) apo­ya a los go­bier­nos brin­dan­do asis­ten­cia téc­ni­ca para me­jo­rar el desem­pe­ño y la efi­cien­cia de los sis­te­mas de agua po­ta­ble y desa­rro­llar es­tra­te­gias de pla­ni­fi­ca­ción hí­dri­ca.