Por: Walter Pengue (Argentina).
El desarrollo económico se ha justificado en pro del llamado “progreso” de las sociedades. Hasta ahora, en la realidad – más allá de lo discursivo – se lo hizo prácticamente sin revisar los impactos ambientales que tal crecimiento ha producido.
Es una economía marrón, que si bien trajo beneficios vinculados al bienestar de sólo una parte de la humanidad, no ha podido resolver la crisis que enfrenta la sociedad global con sus inequidades en el acceso, uso de los recursos o el mismo impacto sobre el ambiente y las otras especies. Ni qué hablar sobre el compromiso de una vida sostenible para la propia generación o las generaciones venideras inmediatas.
Hasta hace poco menos de dos décadas, el cruce entre la economía y la ecología, sublimaba todo lo concerniente con el ambiente al beneficio del sistema económico, básicamente el capitalista.
Hoy sea en Occidente como en Oriente, el modelo capitalista – hoy capitalismo verde – sigue reinando, incluso no sólo en los sistemas democráticos sino también en las democracias de baja intensidad o las autocracias por encima de cualquier otra instancia alternativa, al menos en las escalas nacionales.
Por otro lado, bajo distintas formas, métodos y estrategias – pero en una escala menor, niveles regionales o municipales – algunas sociedades han buscado y hasta encontrado caminos alternativos. De todas formas, este no es el objetivo principal de mi análisis aquí, sino la necesidad de las miradas y aportes que desde la ciencia pueden hacerse primero para ayudar a comprender dónde estamos, hacia dónde vamos y que sucedería si no cambiamos en lo que concierne a la ecología y a la economía.
Economía marrón
Actualmente tenemos una economía marrón devenida en verdes de distintos tonos – Economía de los Recursos Naturales, Economía Verde o Green Economy, Economía Circular, Bioeconomía o Economía Ambiental – que intentaron limpiar los impactos del sistema económico degradante con algunos ajustes monetarios, pero sin revisar los aspectos profundos y los porqué el sistema socioeconómico actual daña de una forma u otra a su entorno.
Es decir, lograron incorporar en las cuentas, algunas externalidades (costos sociales u ambientales), al menos los más visibles. Más allá de los aportes que estas miradas han hecho – especialmente desde la Economía Ambiental – estamos aún muy lejos de un cambio transicional sostenible, si es que no comprendemos a cabalidad que es lo que está sucediendo entre la ecología y la economía.
Sobre ello, a principios de los años noventa, Herman Daly, nos advertía que es imposible extraer de los sistemas biológicos más de lo que se puede considerar como su rendimiento sostenible o renovable pues de lo contrario acabaríamos con ellos, e indirectamente, con nosotros mismos.
Todo esto exige un conocimiento profundo de la estructura y funcionamiento de los ecosistemas naturales, que son la base de la vida humana y de las sociedades, conocimiento que marca los límites, tanto físicos como culturales, a los que debe ajustarse la actividad humana y por lo tanto la economía.
Tampoco el hombre utiliza recursos naturales de manera aislada, sino que utiliza ecosistemas, proceso de apropiación que ha sido interpretado por Richard Norgaard como un proceso coevolucionario.
Esto significa que en la medida en la que el sistema socioeconómico modifica los sistemas biológicos, se ve obligado a su vez a adaptar el primero a los cambios introducidos en el segundo, de manera que es capaz de comprender los efectos de las modificaciones sobre los ecosistemas – de adquirir un nuevo conocimiento – que le permita usar adecuadamente los mismos, para lo cual necesita crear nuevas instituciones, en el sentido de nuevas leyes, reglas o normas sociales de comportamiento.
Un enfoque integrador: economía ecológica
Es José Manuel Naredo quién propone lo relevante que es para analizar el sistema económico, un enfoque ecointegrador, cuyos fundamentos afectarían al método, al instrumental e incluso al propio estatuto de la economía, al sacarla del universo aislado de los valores de cambio en el que hoy se desenvuelve para hacer de ella una disciplina obligadamente transdisciplinar.
Superar la barrera de la valorización monetaria (dinero) del medio, y reemplazarla en la economía y el ambiente por un sistema de flujos de energía, con dirección, sentido y acumulación, sumado a la capacidad de asimilar residuos, es la propuesta general que nos hace la economía ecológica.
“La economía ecológica se define como `la ciencia de la gestión de la sustentabilidad`. La sustentabilidad o viabilidad en el tiempo de un sistema, viene marcada por sus intercambios con el entorno físico, que (…) escapan a la red analítica usual de los economistas. Precisamente, por eso la economía trata ahora de extender su objeto de reflexión y de valoración, hacia aquellas partes del proceso físico de producción y gasto que no eran tomadas en cuenta”.
Es llamativo que la economía ecológica haya nacido claramente no tanto de la mano de los propios economistas – desde Smith hasta Ricardo, pasando por Marx – sino de investigadores devenidos de otras ciencias como la física, la química, la ecología, la biología, las matemáticas o mismo de economistas críticos a la propia teoría económica. Miradas mucho más integrales alumbraron a la economía ecológica, como las de Podolinsky, Geddes, Lotka, Soddy, Hotelling, Georgescu-Roegen, Odum, Boulding, Kapp, Daly, Max Neef, Martínez Alier o el propio J.M. Naredo.
Sobre esta economía – con adjetivo ecológico – podemos entender que la economía ecológica supera el enfoque económico de la gestión de lo útil y lo escaso para considerar toda la biosfera y los recursos que, pueden ser a la vez escasos y de alguna manera hoy o en el futuro, útiles.
El enfoque ecointegrador tiene como objeto de estudio el flujo de materiales y energía, en un sistema abierto y en continuo desequilibrio donde interaccionan con los objetos económicos reales que aparecen y desaparecen del sistema en tanto lo hacen sus correspondientes valores de cambio.
Podemos considerar entonces que “la economía ecológica es una crítica ecológica de la economía convencional. Es un nuevo enfoque sobre las interrelaciones dinámicas entre los sistemas económicos y el conjunto total de los sistemas físico y social”.
Es allí donde realmente los economistas fallan, al desconocer ampliamente el intrincado y complejo funcionamiento de los ecosistemas, de los cuáles la especie humana es sólo una parte.
En nuestro libro, Fundamentos de Economía Ecológica. Bases Teóricas e Instrumentos para la resolución de los conflictos sociedad naturaleza – cuya actualización está próxima a salir en 2022 – destacamos cuestiones relevantes que no son “detectadas” por el análisis económico convencional.
Inclusive desde el punto de vista social, la economía ecológica hace de la discusión de la equidad, la distribución, la ética y los procesos culturales, un elemento central para la comprensión del problema de la sustentabilidad. Es por tanto una visión sistémica y transdisciplinaria que trasciende el actual paradigma económico.
La economía ecológica, entiende que la actividad económica no es una actividad que sólo utilice bienes ambientales o recursos naturales de manera aislada, sino que es una actividad económica que está precisamente centrada en la utilización de los ecosistemas.
Su base de sustentación se fundamenta en aspectos biofísicos fundamentales, como las leyes de la termodinámica y donde las escala de desarrollo de la economía está limitada por el propio ecosistema. La economía ecológica diferencia claramente y marca la incongruencia entre el ritmo de tiempo diferente entre la dimensión económica y la biogeoquímica terrestre.
Gestión de la sustentabilidad
La gestión de la sustentabilidad necesitará de un amplio debate entre todos los actores sociales que permita generar las decisiones políticas necesarias para el desarrollo de la economía en el marco ecológico adecuado, que no se rige por las leyes de los hombres, sino por las de la naturaleza. Deberá el hombre adaptarse a la misma.
La nueva política permitirá aprovechar los recursos naturales de manera racional, respetando la equidad intrageneracional e intergeneracional y la capacidad de sustentación del ecosistema global.
Una economía ecológica, es una economía que reconoce que la racionalidad económica y la racionalidad ecológica, aisladamente, son totalmente insuficientes para llegar a decisiones correctas que ayuden a resolver los problemas ecológicos y económicos del siglo XXI.
Las limitaciones tanto de la economía como de la ecología para abordar la complejidad de los sistemas socioambientales se hacen bastante claras. Mientras que los esfuerzos por sumar algunas externalidades (Cuadro siguiente) a través de la Economía Ambiental alcanzan hasta ahora su clímax con la llegada de la Economía Ecológica.
Hasta ahora, ha sido la Economía Ecológica, el abordaje integrador que logró capturar de una forma más holística, la tremenda complejidad del sistema mundo. Pero no podemos dejar de asumir las fuertes tensiones que esta propuesta tiene tanto hacia dentro del sistema científico como también entre lo político y lo social. La fuerte cooptación incluso que el nombre o partes de sus importantes aportes viene teniendo en los últimos años, quizás no ha puesto en el alerta completo a los propios economistas ecológicos.
No obstante, su “pecado original” quizás haya sido el llamarse justamente “economía”, ahora…: ecológica. No deja de ser – para quién sólo lee este título – una economía más, ahora con otro adjetivo. Sin embargo, es mucho más que ello. Pero también, quizás en el futuro, para escapar al embretado, pueda y deba recibir otro nombre, más vinculado con los límites naturales, el encuadre biofísico, la equidad intra e intergeneracional, el uso de la energía y el equilibrio/desequilibrio de los sistemas.
¿Por qué no? directamente: negentrópica. Como así en su momento, lo enunciaron, el reconocido filósofo ambiental mexicano Enrique Leff o el querido y recordado Héctor Alimonda, pilar fundacional del pensamiento ambiental latinoamericano. O por el otro lado, quedar con su nombre, que no lo explica, ni todo, ni bien. Pero imponiendo a cabalidad lo que Naredo nos resaltaba con su enfoque ecointegrador, donde ambos “ecos” (ecología y economía), pesen por igual y juntas. Una discusión que la Economía Ecológica se debe y que plantearé en siguientes columnas…
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Walter Pengue es Ingeniero Agrónomo, con formación en Genética Vegetal. Es Máster en Políticas Ambientales y Territoriales de la Universidad de Buenos Aires. Doctor en Agroecología por la Universidad de Córdoba, España. Es Director del Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente de la Universidad de Buenos Aires (GEPAMA). Profesor Titular de Economía Ecológica, Universidad Nacional de General Sarmiento. Es Miembro del Grupo Ejecutivo del TEEB Agriculture and Food de las Naciones Unidas y miembro Científico del Reporte VI del IPCC.
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