Por: Carlos Iván Moreno (México).
El poder, la prosperidad y la tecnología han estado entreverados y en constante tensión desde hace, al menos, 1,000 años. En su nuevo libro “Power and Progress”, Daron Acemoglu y Simon Johnson abordan estas preguntas fundamentales: ¿Son el desarrollo tecnológico y la innovación fuerzas inexorables? ¿Son las personas las que deben adaptarse a la tecnología, o es la tecnología la que debe adaptarse y garantizar el beneficio de las personas? ¿Se debe controlar y dirigir la innovación?
Para los tecno-optimistas, las nuevas tecnologías expanden las capacidades humanas y, aplicadas a la economía en general, incrementan la eficiencia y la productividad. Para los críticos, sin embargo, los avances tecnológicos más espectaculares generalmente benefician solo a las élites, dejando a los menos preparados al margen de los beneficios. Entonces, el desarrollo tecnológico debe ser controlado con base en las habilidades de las personas del presente, no del futuro.
La promesa del progreso y el desarrollo social a través de las tecnologías no es algo automático; depende de la política, la acción colectiva y la regulación gubernamental.
Este dilema histórico se encuentra, de nuevo, al centro del debate producto de la irrupción de la Inteligencia Artificial Generativa (IAG). Las universidades son clave en esta nueva tensión. ¿Es deseable -o siquiera posible- prohibir el uso de IAG en la academia? ¿Están en riesgo las funciones docentes a manos de los algoritmos? ¿Sería mejor o peor la experiencia académica de los estudiantes producto del uso de IAG?
La huelga de guionistas de Hollywood puede dar pistas sobre las respuestas, ya que representa el futuro que todos los “trabajadores del conocimiento” enfrentaremos. En el cine, dice Acemoglu, “del uso y adaptación que se haga de IAG dependerá si los guionistas son desplazados o si su trabajo creativo es enriquecido en beneficio de las audiencias”.
En la academia, de igual manera, del uso y adaptación que hagamos de los algoritmos dependerá si los docentes somos rebasados, o bien, si nuestra creatividad e inteligencia son enriquecidas en beneficio de los estudiantes.
El progreso nunca es automático, requiere acción colectiva para dirigir la innovación tecnológica.
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Es Licenciado en Finanzas por la Universidad de Guadalajara (UdeG), Maestro en Administración Pública por la Universidad de Nuevo México y Doctor en Políticas Públicas por la Universidad de Illinois-Chicago. Realizó estancias doctorales en la Universidad de Chicago (Harris School of Public Policy) y en la Northwestern University (Kellog School of Management). Actualmente se desempeña como Coordinador General Académico y de Innovación de la Universidad de Guadalajara.
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