Por: Carlos Iván Moreno (México).
Por fin fueron publicados los resultados de la última Prueba PISA realizada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y como se esperaba, las brechas educativas, lejos de cerrarse, parecen haberse ensanchado.
El efecto de la pandemia se tradujo en una disminución de los aprendizajes en prácticamente todos los países evaluados. Ni siquiera países como China pudieron evitar el impacto de la pandemia.
Sin embargo, no en todas regiones la disminución de saberes fue igual. Los prolongados cierres escolares en la región agudizaron la crisis de aprendizajes que ya se vivía aún antes de la crisis sanitaria.
De acuerdo con el Banco Interamericano para el Desarrollo, los resultados de la Prueba PISA 2022 indican que “el estudiante promedio de Latinoamérica presenta un rezago de 5 años de escolaridad respecto a la OCDE en Matemáticas” (ver: t.ly/EEmR1). En lectura y ciencias, estamos por debajo del promedio.
En México, el Informe PISA 2022 reveló lo que ya sospechábamos: en Matemáticas, 2 de cada 3 jóvenes de 15 años no pueden hacer operaciones simples; en Español, 1 de cada 2 no entiende lo que lee; en Ciencias, 50% se ubicó en el nivel más bajo. En suma, los estudiantes mexicanos no aprenden lo que deberían para funcionar en una sociedad y una economía globales, complejas e híper-conectadas.
Con la publicación de los resultados inicia un ritual que hemos visto desde hace más de 20 años. Primero: críticas virulentas al gobierno federal en turno por el ya acostumbrado “desastre” educativo. Después: la defensa también virulenta del gobierno en turno atribuyendo dicho desastre a las administraciones anteriores o a los medios (antes el culpable era el “nacionalismo”, hoy el “neoliberalismo”). Acto seguido: el silencio, la inacción y la espera paciente otros tres años para iniciar, con nuevos bríos, el inútil ritual.
No pretendo abonar al catastrofismo ocasional sobre el deterioro de nuestro sistema educativo. Eso de nada ha servido, los resultados lo evidencian.
Quizás debemos abandonar la ilusión del centralismo mágico y apostarle a una genuina gobernanza educativa nacional. Asumir que el éxito estudiantil debe verse también desde el ámbito local y regional. Hay ejemplos y buenas prácticas que se deben incentivar y multiplicar.
China, como país, no figura en la Prueba PISA, pero la región de Shanghái ha destacado con algunos de los mejores resultados a nivel global. En España, por ejemplo, las regiones de Castilla y León, Asturias y Cantabria lograron resultados comparables a los países mejor evaluados en la prueba, al mismo nivel de Países Bajos y Canadá. En contraste, otras regiones como Ceuta y Melilla obtuvieron puntajes similares a los de México. Esto es, en gran medida, producto del involucramiento de los gobiernos sub-nacionales, las universidades y la industria.
A nivel universitario, iniciativas como la de asesorías virtuales en matemáticas y ciencia para estudiantes en rezago, Aprendizajes para Todos, impulsada por el TEC de Monterrey y donde participa la Universidad de Guadalajara, o el de Inclusión Matemática del CIDE, son ejemplos de esa indispensable vinculación de las universidades con la educación básica.
Las tutorías funcionan. De acuerdo con un informe del BID, los estudiantes en América Latina que reciben tutorías remotas aprenden un 30% más rápido que los que no las reciben. Eso quiere decir que, con seis meses de tutorías, se puede cerrar la brecha de un año de rezago en el aprendizaje. En resumen, mientras a un estudiante sin tutorías le lleva, en promedio, 9 meses dominar las operaciones básicas de matemáticas (suma, resta, multiplicación y división), aquel que recibe tutorías logrará adquirir ese dominio en tan solo 6 meses (ver: n9.cl/jyvio).
Dejemos el camino de los lamentos, y pasemos a las soluciones concretas desde lo local.
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Es Licenciado en Finanzas por la Universidad de Guadalajara (UdeG), Maestro en Administración Pública por la Universidad de Nuevo México y Doctor en Políticas Públicas por la Universidad de Illinois-Chicago. Realizó estancias doctorales en la Universidad de Chicago (Harris School of Public Policy) y en la Northwestern University (Kellog School of Management). Actualmente se desempeña como Coordinador General Académico y de Innovación de la Universidad de Guadalajara.
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