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La “fast fashion” se apropia del arte textil mexicano

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México.

Un huipil es un vestido de origen náhuatl usado por las mujeres indígenas del centro y sur de México. Se confecciona a mano con la técnica de telar de cintura. Existe una prenda para cada ocasión y tarda en elaborarse entre tres y seis meses.

“El textil mexicano, como en general se podría decir, el arte popular, es un patrimonio tanto material como tangible, como intangible”; dijo la maestra Elena Vázquez.

  “Se debe proteger, porque si no corremos el peligro, como está sucediendo, de una apropiación por gente que no ha participado en la en el cuidado, en la difusión y además en su modificación”, agregó el doctor Manuel Becerra.

De acuerdo a la ONG Impacto, el sector textil indígena ocupa el segundo lugar en la producción de artesanías en México y su valor va más allá de lo económico porque los diseños y prendas les brindan identidad, preservan sus tradiciones. Es un trabajo que se aprende de generación en generación y representa una forma de mostrar su cosmovisión del mundo.

De 2012 a la fecha, el gobierno mexicano tiene documentado que al menos 23 marcas de ropa entre nacionales y extranjeras han incluido en sus colecciones diseños textiles indígenas para reproducirlas sin consentimiento de las comunidades, lo que implica una apropiación cultural.

“Es un plagio porque la ley, concretamente el derecho de autor, fundamentalmente desde la década de los 90, cuando viene todo este movimiento de propiedad intelectual, la Ley de Derechos de Autor, ha tratado de protegerlo”, subrayó el doctor Manuel Becerra.

Según Vázquez, “se está entendiendo como una falta de respeto, porque es tomar lo que no es propio y hacerlo parecer como tal, ya sea en formas, en colores, en diseños, en iconografías”.

Se han difundido varios casos de apropiación, como el de diseños franceses basados en blusas mixes.

Algunas marcas fast fashion han reproducido las flores bordadas de prendas oaxaqueñas y una casa española copió los diseños de Tenango de Doria, Hidalgo, entre otros.

“Con un mercado de carácter global, cualquiera puede tomarle una fotografía y después reproducirla en otro lugar. Aunque a nivel interno nosotros estemos diciendo si quieres reproducirlo, tienes que pedir autorización. Si quieres comerciar eso, necesitas realizar un contrato”, explicó el doctor Manuel Becerra.

Esta visibilización del problema plantea varios vacíos legales. El reto para el Estado mexicano y para los propios artesanos radica en la forma en que se registra la autoría y propiedad de un diseño o prenda y en la vigilancia y protección del patrimonio, así como en los acuerdos comerciales que se realicen.

Por TV UNAM.

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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