Por Laura García J., Ciencia UNAM-DGDC
La sangre es el alimento divino por excelencia. Al menos en diferentes culturas antiguas, incluida la mesoamericana: los dioses se alimentan de la sangre que obtienen de los sacrificios que los hombres les ofrecen.
Como escribió Alfonso Caso en el libro El pueblo del Sol. “El hombre ha sido creado por el sacrificio de los dioses y debe corresponder ofreciéndoles su propia sangre”.
En la religión mesoamericana los dioses necesitan ser alimentados, si no reciben alimento pierden su poder e incluso pueden morir, aunque tienen la capacidad de volver a renacer, comenta el doctor Guilhem Olivier, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.
- Se ha documentado la práctica del sacrificio humano en diferentes culturas y regiones del mundo como Mesopotamia, Egipto, Grecia, Roma y en diferentes regiones de África, Asia y Oceanía.
Una historia contada en varias versiones
De esta práctica ritual se ha escrito mucho y probablemente, entre más información obtengamos de fuentes históricas y antropológicas, más se escribirá. ¿La razón? la polémica que existió desde la época de la Conquista del nuevo mundo alrededor del sacrificio humano y las diversas versiones al respecto.
“Para hablar de este tema se requiere de un análisis muy detenido a partir de las fuentes que tenemos para estudiarlo. Existen los testimonios de algunos conquistadores que presenciaron sacrificios humanos, las crónicas de frailes franciscanos y dominicos y los escritos en lengua náhuatl, sobre todo en el Códice Florentino dónde hay descripciones pormenorizadas de estas prácticas”, comenta el investigador.
Tenemos por ejemplo, información de cronistas que aseguran que durante la inauguración de una ampliación del Templo Mayor en 1487 fueron sacrificados más de 80,000 víctimas, lo cual contrasta con el número de restos humanos hallados en la zona arqueológica y sus alrededores.
¿Era entonces una práctica excepcional? No, gracias al trabajo de antropólogos físicos y de arqueólogos que han encontrado restos humanos que se pueden fechar, así como datos históricos sobre diversas ciudades antiguas, se ha demostrado que el sacrificio humano era una práctica ritual difundida en toda Mesoamérica, desde la época preclásica hasta la llegada de los españoles. Lo que resta es entender su significado.
Un hallazgo que ha permitido entender no solo la importancia sino la cosmovisión en torno a la práctica sacrificial fue el descubrimiento del huey Tzompantli o “Gran Muro de Cráneos”, durante una excavación reciente en la calle de Guatemala en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
- El huey Tzompantli era un edificio cívico-religioso donde se colocaban los cráneos de los sacrificados. En los muros se empotraban las cabezas de guerreros y de esclavos sacrificados, escogidos para las celebraciones. Se estima que en la parte excavada hay restos que corresponden a alrededor de 1000 personas, pero según los arqueólogos, eso sería solo la tercera parte del edificio completo.
Ha sido tal la controversia que ha generado el tema, que algunos autores han buscado refutar la práctica del sacrificio humano, argumentando que era una calumnia para justificar la conquista por parte de los españoles.
Los dioses quieren…
- Algunos textos en náhuatl de los colaboradores nahuas de fray Bernardino de Sahagún describen que algunos debían ser arrastrados para subir a donde serían sacrificados, otros se desmayaban y algunos más lloraban de tristeza. Sin embargo, en celebraciones donde debían representar a un dios importante como Tezcatlipoca, algunos guerreros a quienes se les ofrecía la libertad, la rechazaban por el honor que implicaba la celebración.
Uno de los elementos clave para entender la práctica del sacrificio humano es que la sangre no solo sirve para alimentar a los dioses, sino para fortalecerlos y regenerarlos.
En la cultura mexica, hay dos categorías de sacrificados: los cautivos de guerra y los que procedían de la misma comunidad. Por esa razón, las distintas víctimas eran elegidas según la deidad celebrada, de allí que no solo los ritos, sino el tipo de sacrificio fueran tan variados.
El sacrificio humano más común consistía en extraer el corazón de una víctima que podía ser un niño, un joven, un adulto o un anciano (hombres o mujer); no solamente había varias técnicas para extraer el corazón sino que otros sacrificados eran flechados, quemados o encerrados en cuevas, prácticas que obedecían a motivos simbólicos y míticos vinculados a las deidades celebradas.
Un ejemplo es el sacrificio dedicado a Chicomecóatl, diosa mexica de la vegetación, que consistía en decapitar a una mujer joven que representaba a la diosa. La ceremonia establecía una comparación entre la cabeza decapitada y la mazorca cortada del maíz.
- La guerra era el motor de la práctica sacrificial, más allá de la conquista, se buscaba proporcionar cautivos para el sacrificio. En el campo de batalla no se trataba tanto de matar al enemigo sino de capturarlo vivo.
Otros sacrificios se hacían para representar y reactualizar acontecimientos míticos importantes como el origen de la Guerra Sagrada, donde unos cautivos de guerra, que representaban a los Mimixcoatl o “Serpientes de nube”, eran sacrificados por extracción del corazón para alimentar al Sol y a la Tierra.
Si bien la gran mayoría de las deidades recibían sacrificios humanos, la deidad suprema o creadora, que se presentaba como una pareja formada por un hombre y una mujer, solo recibían rezos y ofrendas de copal.
Similares pero no iguales
Ya que en Mesoamérica no es la única región donde se realizaban sacrificios humanos, es posible establecer algunas diferencias y similitudes basadas en las fuentes iconográficas y escritas que existen.
“En el Templo Mayor, donde se han encontrado restos de niños sacrificados, se ha descubierto que la mayoría tenía problemas de salud muy agudos tanto en los dientes como en su estado de nutrición a diferencia de los encontrados en los Andes, que fueron encontrados momificados o congelados pero en perfecto estado de salud”, comenta el doctor Guilhem Olivier.
Otra diferencia que ha estudiado el historiador es que en algunas civilizaciones como la griega o la romana, se sacrificaban animales domésticos, mientras en Mesoamérica esta práctica se hacía con animales salvajes como los venados, los lobos, los pumas, los jaguares e incluso con caimanes.
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