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Hacinamiento y pandemia: la pesadilla de las cárceles en América Latina

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Bolivia.

América Latina con 1.7 millones de personas privadas de su libertad se ahogan en una crisis carcelaria sin precedentes, en la que el hacinamiento, las deplorables condiciones sanitarias y las fracturas a las leyes de todo tipo, se sumó la pandemia de coronavirus.

En Brasil se vive uno de los casos más dramáticos: a finales de 2019 había 755.274 presos, una cifra que lo ubica como el tercer país con más población de ese tipo en el mundo, solo por detrás de Estados Unidos y China. Durante la pandemia, permitió que el virus entrara a las cárceles.

En 2020, el número de muertes por coronavirus en las prisiones brasileñas aumentó un 190 por ciento en el primer bimestre de 2021 frente a los dos últimos meses de 2020, unas 340 personas han fallecido por el virus en Brasil, entre reclusos y funcionarios, y 67.262 han sido contagiadas.

En Colombia, el sistema penitenciario también vive en la precariedad. Según datos del Movimiento Nacional Carcelario,  existe un hacinamiento del 53 por ciento y miserables condiciones de aseo para los espacios comunes.

Esto contribuye a la propagación de la COVID-19 en las prisiones, según la Subdirectora de Salud del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec), Martha Isabel Gómez: “Hay menos distanciamiento físico y eso hace que haya menos ventilación. Por lo tanto, favorece el aumento de casos dentro de las prisiones”.

Para frenar el avance del virus, el Inpec suspendió las visitas, ingreso de abogados y reclusos provenientes de estaciones de policía, e intensificó la búsqueda de los sintomáticos. Se aislaron y se entregaron tapabocas, jabón y productos antisépticos, lo cual «permitió tener un control de la pandemia», comentó Gómez.

A lo largo de este año de pandemia, Paraguay sufrió varios intentos de fuga y algunos motines, el último en la cárcel de Tacumbú, en Asunción, el pasado febrero, que se saldó con siete fallecidos.

La ministra de Justicia, Cecilia Pérez, indicó que estos episodios no responden a la crisis sanitaria sino «al esquema de violencia» que el país arrastra «por la emergencia penitenciaria». Sin embargo, Paraguay trató de dar una respuesta a los problemas de hacinamiento y, si bien no se consiguió una modificación legislativa, el ministerio depuró a 1.500 personas que padecían enfermedades de base y adultos mayores.

Mientras las cárceles ecuatorianas son catalogadas como un enfermo terminal al que se le sumó la pandemia. Los centros de reclusión de Centroamérica, que para muchos son como tener una pesadilla despierto, fueron portadas de periódicos y revistas con las imágenes de pandilleros de grupos rivales revueltos, sentados en fila, en el piso de los patios de los penales, con la cabeza rapada, las manos atrás y vistiendo solo pantalón corto y mascarilla.

Hasta junio de 2020 la región acumulaba casi un millar de presos contagiados.

Por: EFE.

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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