Brasil.

Un almuerzo en una cantina escolar para combatir el exceso de peso que afecta a uno de cada 3 niños brasileños. Pollo con patata, ensalada de zanahoria con repollo y sandía.

El programa es una estrategia para combatir la obesidad. Dentro de la escuela, no creo que exista este problema, el problema es mayor fuera de la escuela”, dijo Marluce Fortunato, responsable de nutrición de la alcaldía de Río.

Unos 650 alumnos de la escuela municipal Burle Marx, del barrio occidental de Curicica, en Río de Janeiro, evitan los postres y los alimentos ultraprocesados. Fueron este año prohibidos por la alcaldía.

“Los alimentos que se eliminaron fueron galletas, dulces, galletas saladas, pan de molde y pan de corteza fina”.

En cambio, los estudiantes descubren frutas y hortalizas típicas de Brasil pero olvidadas en la cocina diaria, como el ñame, el quingombó o el sabroso caqui, que muchos confundieron al principio con un tomate.

“Disponemos de una variedad de más de 35 frutas y verduras de calidad de nuestra carta y así obedecemos la estacionalidad de los alimentos”, agregó.

En la alcaldía de Río el programa se aplica en escuelas públicas y privadas y también involucra a los profesores para que promuevan una educación alimentaria en las aulas.

El 31% de los niños y adolescentes brasileños tiene sobrepeso u obesidad, y según el Instituto de Desiderata, más del 80% de entre 5 y 19 años, había ingerido al menos un alimento ultra procesado un día antes de ser interrogados, como embutidos o bebidas azucaradas.

Según los pediatras, estos alimentos son responsables del 70% de las enfermedades crónicas en el mundo, y en los niños causa un fenómeno de obesidad con desnutrición, con carencias que alteran la capacidad de atención y aprendizaje.

Las autoridades afirman que es fácil educar a los niños, pero aseguran que es importante el acompañamiento de los padres. Vera Lucía Perreira, madre y abuela, cambió el chip: descubrió las verduras orgánicas y aprendió a cocinarlas.

“Tengo una hija que es obesa, entonces con este cambio siento que hay una mejora en sus intestinos e incluso veo el cambio en su piel. Vemos cambios cuando cambiamos la forma en que comemos”, dijo.

Ella es una de las 160 mujeres que colaboran con la iniciativa Favela Orgánica, fundada hace 13 años en la favela de Babilonia, un barrio pobre con vistas a la idílica playa de Leme.

El proyecto busca transformar los hábitos alimentarios mediante talleres y sensibilización, como los grafitis de recetas sanas dibujados en los muros de las calles.

Su fundadora, Regina Tchelly, explica que también interviene en escuelas. El objetivo: que los niños tengan cinco colores en el plato de productos naturales.

“Mucha gente habla de que para comer bien se gasta mucho, depende de aprovechar las siembras. Si usted quiere aprovechar mejor de sus alimentos, aprender, plantar e ir con un productor, quitar tanta azúcar, grasa y tantos dulces, lo que hace que tu salud sea mejor”.

Ella enseña a cocinar con manteca de aguacate o huevos de colores teñidos con remolacha, y su libro de recetas ganó el año pasado el prestigioso premio literario Jabuti, en la categoría de economía creativa.