Berlín, miércoles 30 de mayo | Ulrike von Leszczynski (dpa)

 

ANIMACIÓN: Vista desde la fomración "Kimberley" en Marte, tomada por el Curiosity de la NASA's

Sin impresora 3D la cosa se hubiera complicado, confesó Carmen Köhler. El cinturón de su traje para Marte se rompió debido al polvo y las rocas en una salida al exterior. La impresora fabricó un nuevo cierre igual al anterior. Köhler, matemática y física de Berlín, no estuvo en el auténtico planeta Marte. Pero participó en febrero como científica en la simulación de una misión al Planeta Rojo en medio del desierto del sultanato de Omán.

Llevó su traje de 50 kilos de peso con casi 40 grados de calor. «Fue más que un juego», afirmó ayer en Berlín. «Fue como estar en otro mundo», añadió.

Los científicos sueñan desde hace tiempo con viajar a Marte. El planeta vecino de la Tierra, a un promedio de 200 millones de kilómetros, fascina a los científicos sobre todo por una pregunta: ¿hay vida entre los cráteres, cañones, rocas y polvo? ¿O es la vida en la Tierra algo único en todo nuestro sistema solar?

Hasta ahora, solo hay de Marte imágenes tomadas por sondas espaciales y mediciones de robots sobre el terreno. Una misión tripulada podría proporcionar una imagen más acabada. En teoría, duraría hasta 1.000 días. Sin embargo, aún podrían pasar décadas hasta que una nave espacial pueda viajar con astronautas a bordo a Marte. Los desafíos son inmensos, no sólo desde el punto de vista técnico, sino también para los mismos astronautas, dijo hace poco Jan Wörner, jefe de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés). Entre los problemas figuran la radiación y la atrofia muscular.

A Gernot Grömer esto no le da miedo. «Hoy en día la pregunta ya no es si podremos viajar a Marte, sino cuándo», dijo el director del Foro Espacial Austríaco (ÖWF, por sus siglas en alemán), quien considera que una misión tripulada sería posible en 20 o 30 años.

Grömer, de 43 años, lideró la reciente simulación en el desierto de Omán como «comandante». Los experimentos -al igual que otras simulaciones previas y más largas- brindaron a la investigación internacional sobre Marte algunas nuevas pistas.

Por ejemplo, el tema del rábano. Los astronautas lograron cultivar en el desierto gracias a un invernadero inflable hasta cinco kilos de esta verdura, rica en vitaminas, en un metro cuadrado. Las semillas recibieron el nombre de «Rábano Rambo».

El equipo también testeó vehículos eléctricos en el desierto, que viajaron por la superficie gracias a cadenas de tanque. Y para comunicarse, Grömer desea tras la simulación una especie de Whatsapp para Marte. Un mensaje tarda sino en llegar unos diez minutos a la Tierra, debido a la gran distancia, y una respuesta también.

Carmen Köhler midió en su traje la radiación. «Lleva unas dos horas sacarse ese traje», dijo. «Allí adentro me sentía como en una nave espacial». Y cada movimiento era terriblemente difícil. «Como si una taza de café pesara cinco kilos», contó.

Para Köhler también fue importante tomar nota de los efectos psíquicos. Se buscó observar si durante la simulación, aislado del resto del mundo, el nivel de estrés de los miembros de la tripulación aumentó prestando atención a la elección de sus palabras y su tono de voz.

¿Y qué debe saber hacer un astronauta en Marte? «Entablillar a alguien si se rompe un hueso, usar programas de computación y cocinar algo rico», resumió Grömer. «Necesitamos personas hábiles con genes investigadores y respeto por la naturaleza».