Por Ri­car­do Se­gu­ra | EFE/​RE­POR­TA­JES | Lu­nes 21 de mayo de 2018

La ceguera atencional, o incapacidad de observar un elemento por estar atento a otros estímulos visuales, podría interferir en la detección de señales inteligentes de civilizaciones no terrestres, según psicólogos de la Universidad de Cádiz. Es el llamado «Efecto Gorila Cósmico».

¿Los expertos en cosmología están mirando en la dirección adecuada a la hora de detectar posibles señales extraterrestres?

Quizá no, según un estudio elaborado por los neuropsicólogos y doctores en Psicología, Gabriel de la Torre y Manuel García Sedeño, de la Universidad de Cádiz (UCA), en el sur de España.

“Cuando pensamos en otros seres inteligentes tendemos a verlos desde nuestro tamiz perceptivo y de consciencia, pero estamos limitados por nuestra visión sui géneris del mundo, y nos cuesta admitirlo”, apunta De la Torre, autor principal del artículo sobre el denominado Efecto Gorila Cósmico, publicado en la revista científica Acta Astronáutica.

“Intentamos contemplar otras posibilidades, por ejemplo, seres de dimensiones que nuestra mente no llega a captar; o inteligencias basadas en formas de materia o energía oscuras, que constituyen casi el 95 por ciento del universo y que apenas comenzamos a vislumbrar”, apunta De la Torre.

“Incluso existe la posibilidad de que existan otros universos, como indican los textos de Stephen Hawking y otros científicos”, añade.

Los autores plantean que nuestra propia neurofisiología, psicología y conciencia pueden desempeñar un papel importante en la búsqueda de civilizaciones no terrestres, un aspecto que consideran se ha descuidado hasta ahora.

Perspectiva de la “Cara de Marte”

Perspectiva de la “Cara de Marte”, un macizo situado en Cidonia y fotografiado en 2006 por la sonda Mars Express de la ESA (Agencia Espacial Europea) Crédito: ESA/DLR/FU Berlin (G. Neukum), MOC Malin Space Science Systems.

EL “EFECTO GORILA” QUE NOS VELA LA MIRADA.

Para probarlo, efectuaron un experimento con 137 personas, que tuvieron que distinguir fotografías aéreas con estructuras artificiales (edificios, carreteras…), de otras con elementos naturales (montañas, ríos…). En una de las imágenes se insertó un diminuto personaje disfrazado de gorila para ver si los participantes se daban cuenta, según la UCA (www.uca.es) .

Este ejercicio estaba inspirado en el que realizaron los investigadores Christopher Chabris y Daniel Simons (www.theinvisiblegorilla.com) en la década de 1990 para mostrar la ceguera atencional del ser humano, según esta misma fuente.

En aquel experimento, un chico con un disfraz de gorila se paseaba por delante de una escena, gesticulando, mientras los observadores estaban atareados en otra cosa (contar los pases de pelota de los jugadores con camiseta blanca), y más de la mitad no se percató de la presencia del «gorila» ficticio.

“En la vida diaria la mayor parte del tiempo vamos en modo automático y nuestra capacidad atencional es limitada, por lo cual es fácil no percatarse, al menos conscientemente, de muchos estímulos que nos rodean” explica a Efe el doctor De la Torre.

Foto del experimento original del Efecto Gorila

Foto del experimento original del Efecto Gorila, que efectuaron los investigadores Christopher Chabris y Daniel Simons en la década de 1990, cedida a los neuropsicólogos de la UCA.

“Un ejemplo de este fenómeno neuropsicológico en nuestra vida diaria sería cuando estamos viendo una película histórica y no percibimos que aparece algo que no cuadra con el contexto, por ejemplo un personaje que lleva un reloj digital en la antigua Grecia o un avión que pasa volando en una escena de una batalla en una película de romanos”, puntualiza De la Torre.

“Es muy llamativo, pero muy significativo y representativo de cómo funciona nuestro cerebro”, apunta De la Torre, quien explica que en su experimento con las imágenes aéreas, los resultados fueron parecidos a los del experimento de Chabris y Simons, ya que alrededor de un tercio de los participantes identificaron al gorila en las fotos aéreas que observaron.

“Si trasladamos esto al problema de la búsqueda de otras inteligencias no terrestres, surge la duda sobre si nuestra estrategia actual puede dar como resultado que no percibamos el gorila”, subraya el investigador.

“Nuestra concepción tradicional del espacio está limitada por nuestro cerebro, y puede que tengamos las señales encima y no las veamos. Quizá no estamos mirando al lugar adecuado”, añade De la Torre.

Interior del cráter Occator del planeta enano Ceres

En el interior del cráter Occator del planeta enano Ceres aparece una extraña estructura, con aspecto de cuadrado dentro de un triángulo, según los neuropsicólogos Gabriel de la Torre y Manuel García Sedeño de la UCA. (Crédito foto NASA/JPL-Caltech, modificada por los investigadores de la Universidad de Cádiz)

LA EXTRAÑA ESTRUCTURA EN EL CRATER OCCATOR.

Otro ejemplo que se presenta en el trabajo de los neuropsicólogos De la Torre y García Sedeño, es una estructura aparentemente geométrica que se aprecia en las imágenes de Occator, un cráter del planeta enano Ceres, famoso por sus puntos brillantes.

Esa extraña estructura aparece en una de las imágenes tomadas en 2015 por la sonda espacial Dawn de la NASA, que muestran que Occator tiene un área brillante con forma de cúpula a la que se denominó Cerealia Facula.

“Nuestra mente estructurada nos dice que esa estructura en apariencia geométrica se asemeja a un triángulo con un cuadrado dentro, algo que teóricamente no es posible en Ceres”, dice De la Torre, añadiendo: “aunque quizá estemos viendo cosas donde no las hay, lo que en psicología se denomina pareidolia”.

El neuropsicólogo de la UCA señala que podríamos tener delante una señal inteligente no terrestre y no percibirla o ser incapaces de identificarla. Si esto sucediera, sería un ejemplo de Efecto Gorila Cósmico y “de hecho, ya podría haber sucedido en el pasado o puede estar ocurriendo ahora mismo”.

Según de la Torre, la estructura de Ceres es un ejemplo de cómo nuestra mente nos puede hacer ver cosas donde no las hay, ío no!, ya que en realidad ignoramos que es esa estructura y solo sabemos cómo la interpreta nuestra mente.

El investigador informa a Efe que ha realizado consultas a varios científicos de la misión Dawn sobre qué es eso que se ve en Occator, pero no ha obtenido respuesta hasta la fecha.

LA CARA EN EL PLANETA ROJO.

Este ejemplo es parecido al famoso caso de la Cara de Marte, una elevación del relieve marciano en la que mucha gente ve una cara, aunque los científicos nos dicen que son líneas y sombras caprichosas y “nuestra mente pondría el resto”, según De la Torre.

La denominada “Cara de Marte (Face on Mars, en inglés) es una gran elevación rocosa ubicada en la región marciana de Cidonia, fotografiada en 1976 por la sonda espacial de la NASA Viking 1, y que en aquellas primeras imágenes se asemeja a una gigantesca cabeza humana en la que destacan los ojos, la nariz y la boca.

Posteriores misiones de la NASA, como Mars Global Surveyor y Mars Reconnaissance Orbiter, y de la ESA, como Mars Express, tomaron nuevas imágenes y registros de altimetría de ese promontorio, permitiendo crear una representación en 3D de “la cara”, evidenciando que es una meseta natural de unos 2 kilómetros de largo y 1,5 kilómetros de ancho.

«La Cara de Marte fue otra de las fotografías que utilizamos en nuestra investigación y, curiosamente, la mayoría de los 137 participantes en el experimento que la observaron, la consideraron como una formación de origen natural», explica a Efe el doctor Gabriel G. De la Torre.

“En todo caso, nuestro objetivo no era la estructura de Ceres ni buscar casos de ceguera atencional en astronomía, sino solamente hacer ver de que este fenómeno cognitivo y perceptivo pudiera influir en el desarrollo de tareas de búsqueda que desarrollan los científicos del SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre, por siglas en inglés)”. explica el investigador de la UCA

“En el caso de la imagen de Occator en Ceres tendría que ser un astrónomo o especialista el que nos dijera qué es lo que vemos”, apunta.

TRES TIPOS DE CIVILIZACIONES NO TERRESTRES.

En su estudio, los investigadores de la UCA también plantean cómo podrían ser las distintas clases de civilizaciones inteligentes, clasificándolas en tres tipos basándose en cinco factores: biología, longevidad, aspectos psicosociales, avances tecnológico-energéticos y distribución en el espacio.

Un ejemplo de las civilizaciones de tipo 1 es la nuestra, que podría ser efímera si maneja mal la tecnología o los recursos planetarios, o si no sobrevive a un cataclismo.

Pero también podría evolucionar a una civilización tipo 2, caracterizada por la larga longevidad de sus miembros, que controlan la energía cuántica y gravitatoria, manejan el espacio-tiempo y son capaces de explorar las galaxias.

“Las clasificaciones existentes son demasiado simplistas y suelen basarse en el aspecto energético. El que usemos señales de radio no significa necesariamente que otras civilizaciones las utilicen, o que el uso de los recursos energéticos y su dependencia sean iguales que los nuestros”, según los investigadores, que recuerdan el carácter teórico de sus propuestas.

La civilización tipo 3 estaría constituida por seres exóticos, con una vida eterna, capaces de crear en espacios multidimensionales y multiversos, y con un dominio absoluto de la energía y materia oscuras.

“Lo ideal para evitar el Efecto Gorila Cósmico en la búsqueda de señales o vida inteligentes no terrestre sería incorporar más especialistas en neurociencia y psicología cognitiva en los equipos científicos, para diseñar estrategias que tengan en cuenta, no sólo los aspectos tecnológicos y técnicos, sino los propios de nuestra mente y biología”, declara a Efe el doctor De la Torre.

Esto es así porque “nuestras ideas y nuestra forma de procesar la información median en el desarrollo de la investigación SETI e incluso, si hay máquinas y ordenadores potentes de por medio, siempre hay un ser humano que interpretará y valorará esos resultados obtenidos”, enfatiza el neuropsicólogo de la UCA.