Tampa, Estados Unidos | AFP
por Kerry SHERIDAN
Autopistas, pozos petroleros e incluso ciudades brotan en medio de zonas que están protegidas solo en el papel, advirtieron los investigadores tras haber pasado revista a millones de kilómetros cuadrados de áreas bajo algún estatuo especial de protección en el planeta. Un tercio de las áreas oficialmente designadas como «protegidas» soportan una «presión humana significativa», concluye el informe difundido el jueves en la revista Science. Bajo estas condiciones, en 6 millones de kilómetros cuadrados de tierras protegidas, el equivalente de dos tercios de China, la protección de las especies en peligro disminuye a gran velocidad. «Solo el 10% de las tierras está completamente sin actividad humana, pero la mayoría de estas áreas se encuentra en lugares remotos, en países de latitud alta como Rusia y Canadá», agrega el informe. El problema es urgente en Asia, Europa y África, dice uno de los autores del estudio, James Watson, director de investigación de Wildlife Conservative Society, una organización de protección de la naturaleza que gestiona los zoológicos y un aquarium de Nueva York. «La mayoría de los países está dando el primer paso y creando áreas protegidas, pero se están quedando ahí y se están olvidando del trabajo más difícil e importante, que consiste en financiar la gestión de estas áreas protegidas a fin de evitar toda injerencia humana importante», explica a la AFP. El principio de los parques, bosques, montañas o áreas marinas protegidas es que proporcionan refugio para aves, mamíferos y fauna marina, con el fin de preservar la biodiversidad. La comunidad internacional ha tomado conciencia de ello: desde 1992, la superficie de espacios declarados protegidos se ha duplicado.
– Destinar los fondos necesarios –
Pero de un extremo a otro del planeta, abundan los ejemplos de infraestructuras humanas construidas dentro de reservas naturales.
En Kenia, una línea ferroviaria atraviesa los parques nacionales de Tsavo, hogar del amenazado rinoceronte negro y de poblaciones de leones donde la extraña ausencia de hembras es notoria.
Además, «hay un proyecto avanzado para construir una autopista de seis carriles», lamenta Watson.
En Australia, en el Parque Nacional Isla Barrow, hábitat natural de un tipo de ualabí, así como de una rata canguro y otros marsupiales en peligro, se realizan exploraciones petroleras.
En la isla indonesia de Sumatra más de 100.000 personas se han asentado ilegalmente en el Parque Nacional Bukit Barisan Selatan, ocupando tierras de tigres de Sumatra, orangutanes y rinocerontes. Cerca de un 15% del parque está ahora cubierto de plantaciones de café.
Y en Estados Unidos, los grandes parques Yosemite y Yellowstone han visto crecer «infraestructuras turísticas cada vez más sofisticadas dentro de sus fronteras».
«Hemos descubierto importantes infraestructuras viales como autopistas, agricultura industrial e incluso ciudades enteras dentro de áreas que se suponía que estaban dedicadas a la protección de la naturaleza», sostiene otro de los autores, Kendall Jones, investigador en la Universidad de Queensland, Australia.
En total, más del 90% de las áreas protegidas del mundo, como reservas y parques naturales, están sometidas a «actividades humanas dañinas».
Para detener los daños, los investigadores instan a los Estados a aportar los fondos necesarios para la protección de la biodiversidad dentro de sus fronteras.
Los casos exitosos existen. Watson cita el Santuario Keo Seima en Camboya, el Parque Nacional Madidi en Bolivia y la Reserva Yasuní en Ecuador.
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