Bruselas, Bélgica | AFP por Marine LAOUCHEZ con Michel VIATTEAU en Katowice
En el cielo de Katowice, la gran ciudad de la cuenca minera silesiana, Polonia prueba su última arma contra el veneno que flota en el cielo: drones que examinan los tejados de las casas y, sobre todo, sus chimeneas.
Cuando uno de estos aparatos detecta una humareda sospechosa procedente de una chimenea, un segundo dron se dirige hacia ella y la «huele» cuidadosamente con sus sensores ultrasensibles.
El resultado aparece en tiempo real en la pantalla de un ordenador portátil en tierra y la policía municipal se persona rápidamente en la casa de aquellos que queman ya sea carbón de mala calidad o botellas de plástico, por ejemplo.
«La mayoría de la gente prefiere pagar inmediatamente una multa antes que ir al tribunal», explica a la AFP el portavoz de la policía de Katowice, Jacek Pytel.
La multa puede alcanzar los 120 euros (147 dólares), una suma importante en un país donde el salario medio ronda los 1.000 euros y donde aquellos que queman cualquier cosa suelen ser de condición modesta.
Tanto al este, contaminado por las centrales de carbón, como al oeste del bloque, donde los tubos de escape de los vehículos asfixian las ciudades, la Unión Europea busca desde hace años que se apliquen las limitaciones que ella misma se fijó en materia de calidad del aire, consideradas por muchos poco severas.
Polonia fue recientemente condenada por el Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) por haber infringido de manera frecuente y persistente los límites legales de contaminación atmosférica y no haber propuesto medidas para remediarlo lo más rápidamente posible. Bulgaria corrió la misma suerte en 2017.
A pesar de una legislación detallada, los países de la UE todavía tienen dificultades para controlar la calidad de su aire. En los despachos de la Comisión hay al menos 33 casos de infracción en fases más o menos avanzadas. Veintitrés de los 28 miembros de la UE están afectados, así como más de 130 ciudades del bloque. La gran mayoría de los litigios están relacionados con las partículas finas (PM10).
Ante la acumulación de infracciones, el ejecutivo europeo decidió llevar a 6 Estados ante el TJUE por no haber respetado los valores límite de emisiones.
– Batallas jurídicas –
En Bruselas, capital de la UE, incluso la estación para medir la contaminación situada en la calle que separa dos de sus principales instituciones -la Comisión Europea y el Consejo- es objeto de polémica.
La arteria es una de las más contaminadas de la capital belga, según la organización ClientEarth. Se halla en el centro de una batalla jurídica con la región de Bruselas. En septiembre de 2016, esta oenegé y cinco habitantes presentaron una demanda porque las estaciones de medición de la calidad del aire, entre ellas ésta última, no funcionaron durante varios meses.
«Los ciudadanos y las oenegés tiene derecho a un aire limpio, independientemente de cualquier acción lanzada por la Comisión Europea», subraya Igo Taddei, abogado de ClientEarth.
En Reino Unido, Alemania, Italia, Francia y República Checa, sus demandas llevaron a que jueces «ordenaran la adopción de planes sobre la calidad del aire más eficaces y la introducción de restricciones en los vehículos diésel», agrega.
Los litigios no se centran en el incumplimiento de los límites sino en las soluciones que los países proponen para remediarlo, máxime cuando la contaminación atmosférica provoca cientos de miles de muertos al año.
El dióxido de nitrógeno (NO2), liberado por los vehículos diésel, es responsable de 75.000 muertes prematuras al año, según cifras publicadas el año pasado por la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA).
Pero el principal peligro son las partículas muy finas (PM2,5), que provocan casi 400.000 muertes prematuras al año, según la AEMA.
– ‘Cultura del carbón’ –
En Katowice (sur de Polonia), Marian Kramarczyk, una jubilada de 89 años con problemas cardíacos, se lamenta. «Cuando el esmog [niebla mezclada con humo y polvo en suspensión] llega, me siento mal, estornudo, toso y mi corazón late cada vez más fuerte», explica.
Aquí, el principal culpable es la «cultura del carbón», considerada como «el oro negro polaco», reconoce Patryk Bialas, jefe del movimiento apolítico local de defensa del aire puro, Katowicki Alarm Smogowy.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un poco menos de un tercio de las muertes por cáncer de pulmón en el mundo están relacionadas con la contaminación, al igual que una cuarta parte de los accidentes cerebrovasculares y un poco menos de las enfermedades del corazón.
Durante mucho tiempo, la cuestión de la calidad del aire se asoció a la protección del medio ambiente. «Ahora, nosotros la vinculamos con la salud de manera muy clara», explicaba recientemente María Neira, responsable de Salud Pública de la OMS, en una rueda de prensa en Bruselas.
Un mensaje dirigido a la opinión pública, tal vez menos sensibilizada en los países ricos: «En Shanghái, Pekín, Nueva Delhi la gente lo siente. Aquí (en Europa), la contaminación tal vez es más invisible».
A lo largo de los años, la calidad del aire mejoró ampliamente en la UE, que cuenta con algunos «ejemplos de éxito», como la reducción espectacular de las emisiones de óxidos de azufre, más conocidos como ‘lluvia ácida’ (-72% desde el año 2000).
«Las emisiones disminuyen de manera general, pero no al mismo ritmo para todos los contaminantes», subraya Alberto González Ortiz, experto en calidad del aire de la AEMA. Las emisiones de partículas muy finas, aunque siguen siendo importantes, cayeron en más de un 25% en lo que va de siglo.
– Movilización –
Los seis países llevados este jueves ante el TJUE son Alemania, Francia, Hungría, Italia, Reino Unido y Rumanía. Los otros tres -España, Eslovaquia y República Checa- se libraron porque, según la Comisión, las medidas que están adoptando o tienen previstas «parecen ser las adecuadas para hacer frente a las carencias detectadas».
«Ahora hay que entender por qué algunos gobiernos y no otros son llevados ante el tribunal. Los ciudadanos merecen saber qué se hace para protegerlos del aire contaminado», subraya Margherita Tolotto, de la Oficina Europea del Medio Ambiente, una ONG en guerra contra «el bloque tóxico».
Una mayoría de países de la UE no respetan las reglas, pese a que estas son menos estrictas que las de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre las partículas finas, como señalan algunos.
Según la AEMA, entre el 16% y el 20% de la población de las ciudades europeas estuvo expuesta a niveles nocivos de concentración de partículas finas (PM10) entre 2013 y 2015. Pero la proporción aumenta hasta el 50-62% si se aplican las directivas de la OMS.
La vicepresidenta del grupo socialdemócrata de la Eurocámara, Kathleen van Brempt, subraya la «paradoja» de los países del bloque, que no alcanzan los objetivos en materia de calidad del aire fijados por ellos mismos en el Consejo ni apoyan a las otras instituciones cuando plantean «una legislación ambiciosa sobre automóviles, barcos o aviones».
«El problema no son las normas de calidad del aire, sino que somos demasiados laxos respecto a las fuentes de emisión y además demasiado flojos para garantizar el respeto de la legislación», según el eurodiputado ecologista Bas Eickhout, quien pone como ejemplo el Dieselgate.
Una de las victorias judiciales más significativas vino de Alemania a finales de febrero. La justicia allanó el camino para prohibir los viejos vehículos diésel en Stuttgart y Düsseldorf y, en general, en las ciudades contaminadas por el dióxido de nitrógeno. En total, potencialmente unos 10 millones de vehículos diésel de los 15 millones matriculados en la primera economía del bloque.
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