Solidaridad, México.

 

Es la «pesadilla» de los ecologistas: la construcción del Tren Maya, el megaproyecto turístico del presidente saliente Andrés Manuel López Obrador, amenaza los cenotes, los pozos de agua cristalina y piedra caliza que abundan en la península de Yucatán.

En una caverna subterránea de la Riviera Maya mexicana, donde la naturaleza esculpió un paisaje de belleza increíble, enormes columnas de acero incrustadas con maquinaria están destruyendo el delicado ecosistema.

Se estima que hay aproximadamente 2.400 de estos pozos de agua -muchos de ellos interconectados-, que conforman un sistema geológico único y son una de las joyas turísticas de México.

Los pilotes forman parte del Tren Maya, obra turística que cubre 1.500 km y con la que López Obrador prometió llevar prosperidad a una de las regiones más empobrecidas de México.

«Aquí hemos vivido nuestras peores pesadillas. Hemos visto el barreno entrando, rompiendo el techo de la cueva (…), las estalactitas milenarias», dice abatido Roberto Rojo, biólogo y espeleólogo, al observar los daños.

Rojo pertenece a Sélvame del Tren, colectivo ambientalista que en marzo grabó cuando un enorme taladro abría el agujero donde se colocaría uno de los pilotes del viaducto en plena selva. Serán hasta 17.000 columnas, según sus cálculos.

Las imágenes probaron que los trabajos continúan, pese a que una sentencia judicial ordenó detenerlos hasta que el gobierno informe sobre afectaciones y medidas de protección.

El proyecto original no preveía clavar columnas en este lugar, sino junto a la principal autopista de esta región.

Pero según los ecologistas, el gobierno movió el tramo selva adentro para evitar un conflicto con los hoteleros, a cuyos predios se accede desde la carretera, y para inaugurarlo antes de que López Obrador deje el poder en octubre próximo.

«Ecocidio»

Los activistas denuncian que la obra carece de estudios de impacto ambiental aprobados, arrasó con 8,7 millones de árboles y dañó irreversiblemente el ecosistema subterráneo, que incluye ríos. Es un «ecocidio», aseguran.

López Obrador llama «pseudoambientalistas» a los integrantes de Sélvame del Tren y los acusa de lucrar con la «supuesta defensa de la naturaleza».

Llegar al cenote afectado no es fácil. Consideradas de «seguridad nacional», las obras son resguardadas por la Guardia Nacional.

Acercarse exige manejar varios kilómetros desde Playa del Carmen y adentrarse en la selva. El resto del tramo hasta el cenote, inaccesible sin un guía, se hace a pie y con machete para abrirse paso entre la maleza.

Una vez en la caverna, es imprescindible usar casco con linterna y estar preparado para zambullirse en los ríos.

El camino, escarpado y resbaloso, está adornado por cientos de miles de estalactitas y estalagmitas: algunas antiguas de varios metros de altura, otras recién formadas, de pocos centímetros.

En los trechos a nado, la transparencia del agua, producto de su nula exposición al sol, es un espectáculo bajo la luz intrusa de las linternas.

Más adelante, una imagen golpea la vista: las primeras columnas que sostendrán el tren.

Daño incalculable

Aunque López Obrador aseguró que los tubos contaban con protección para que no se filtrara el concreto, este terminó derramándose.

El agua del cenote aquí es un caldo turbio por la espuma de hormigón y restos que deforman el relieve original.

Lo grave, explica Rojo, es que el pozo suple el consumo humano y alcanza al Arrecife Maya o Mesoamericano, el segundo mayor del mundo.

«Plantas, animales y nosotros dependemos de este que es uno de los últimos acuíferos saludables que tenemos en México», sostiene.

El mandatario dijo hace tres semanas que solo ha habido un derrame accidental y que se está remediando.

Pero la limpieza no ha ocurrido. Otros pilotes muestran señales de filtraciones y óxido, y los taladros siguen agujereando el frágil suelo kárstico.

Un informe de la procuraduría ambiental (Profepa), revelado el viernes por el diario El Universal, documenta cinco derrames.

Aun sin considerar la afectación a la fauna, el impacto es incalculable, advierten los ambientalistas.

«Es el ying yang»

El gobierno replica que en los cinco tramos concluidos del tren se crearon nueve áreas naturales protegidas, que suman 1,34 millones de hectáreas. La mayor parte corresponde al Parque Nacional Bajos del Norte, reserva submarina en el Golfo de México.

También creó la Región Gran Calakmul (Campeche, sureste), que asegura será la segunda reserva de selva tropical del mundo «después del Amazonas en Brasil», con 1,5 millones de hectáreas.

Ajenos al conflicto, turistas y habitantes llegan a la estación del Tren Maya en Playa del Carmen, inaugurada hace dos meses.

Adentro, el edificio luce impecable y con poco movimiento un jueves de mañana. Unas cien personas aguardan el tren, con capacidad para 2.210 pasajeros, según la secretaría de Defensa que lo administra.

Con el Tren Maya, algunos celebran su modernidad, que haya generado empleos y tener una nueva alternativa de transporte.

Para Jaime Vázquez, promotor turístico de 40 años, el daño ambiental es inherente al desarrollo.

«Es el ying yang: por una parte afectas (…), pero por otra beneficias a los humanos, entonces es un equilibrio», dijo al llegar a la estación de Cancún, la mayor de toda la obra.