Iberoamérica.
Las epidemias y los brotes de enfermedades representan un estímulo para el desarrollo tecnológico, a juzgar por la cantidad de depósitos de patentes asociados a ellas. En el mundo, en los últimos años se generaron 556 registros de nuevas tecnologías vinculadas a la epidemia de zika y 264 a la de chikungunya, principalmente por universidades de Estados Unidos y China.
Sin embargo, el desarrollo tecnológico generado por estas epidemias no necesariamente se tradujo en innovaciones. Entre los 358 medicamentos y productos biológicos candidatos para tratar el zika solo dos llegaron al mercado: la nicrozamida y el astrodímero de sodio, que evitan la formación de partículas virales y la entrada del virus en las células.
En el caso del chikungunya, de los 192 fármacos y biológicos asociados a la enfermedad, solo el molnupiravir, que actúa inhibiendo la replicación de virus.
Los datos son parte de un estudio de investigadores de la Universidade Federal Rural do Semi-Árido (UFERSA), en Mossoró, Brasil, cuyos resultados revelan que, a pesar del estímulo a la investigación y al desarrollo tecnológico derivado por las dos epidemias, eso no garantizó la llegada de nuevos productos al mercado ni que la población acceda a los existentes.
Según la biotecnóloga Maria da Conceição Fernandes, principal autora de la investigación, no se encontraron registros de los tres medicamentos (nicrozamida, astrodímero y molnupiravir) en el sistema de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa), organismo responsable de regular la liberación de nuevos fármacos en Brasil.
“Todos los productos registrados para esas enfermedades en la Anvisa eran para diagnóstico; no había ninguno para tratamiento. De hecho, a nivel mundial, pocas tecnologías de tratamiento para estas enfermedades llegaron al mercado”, dijo Fernandes a SciDev.Net.
De acuerdo con la experta, la no comercialización de estos medicamentos y biológicos en el país puede estar relacionada con una limitación de la transferencia de tecnología o la superposición de síntomas de las dos enfermedades con el dengue (también transmitido por el mosquito Aedes aegypti), lo que motivó el interés por las pruebas diagnósticas, desarrolladas tanto por empresas nacionales como extranjeras.
Además de la cantidad de patentes a nivel mundial, los investigadores también revisaron las registradas en el Instituto Nacional de Propiedad Industrial (INPI) de Brasil, para ver si otros países estaban interesados en desarrollar tecnologías para enfermedades y patentarlas en ese país.
Así hallaron que más del 80 por ciento de las 45 patentes de zika eran de no residentes brasileños. Estados Unidos fue el principal país solicitante, con 24 presentaciones, realizadas principalmente por empresas y universidades como resultado de la preocupación de ese país por los casos en viajeros y locales que pudieran transmitir la enfermedad.
Para chikungunya, entre las 10 patentes en el INPI, 70 por ciento fueron de solicitantes internacionales. Estados Unidos y Brasil se destacan como los principales depositantes.
Todos los productos aprobados en Brasil tuvieron un enfoque diagnóstico, incluyendo pruebas rápidas, inmunoenzimáticas, moleculares y cromatográficas. El desarrollo de herramientas de diagnóstico fue una estrategia prioritaria, pero en el caso del zika, por ejemplo, la capacidad de diagnóstico de algunos países como Brasil seguía siendo irregular, con pocas herramientas disponibles.
Los datos muestran que desarrollar y patentar un producto no es suficiente y que pocas tecnologías llegan al mercado. Hay, según Fernandes, un vacío que llenar y barreras que superar. “No hay intereses económicos asociados a estas enfermedades, porque afectan a las poblaciones más pobres”, subraya. Además, cita el tema de la regulación, el tiempo de desarrollo de la tecnología y las altas inversiones. “Es un proceso muy largo y costoso”, señala.
La pandemia de Covid-19, por su parte, aceleró el tiempo tradicional de la ciencia. Un estudio reciente señala que, a julio de 2022, se registraron a nivel mundial 8.254 patentes asociadas a la enfermedad, lo que se tradujo en el desarrollo de pruebas de diagnóstico, medicamentos, equipos y vacunas en tiempo récord.
Todavía no hay vacunas disponibles para zika o chikungunya, pese a varios ensayos clínicos en curso, como la VRC 705, una vacuna de ADN para el virus del zika que es desarrollada por el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID) y el Centro de Investigación de Vacunas (VRC), ambos en Estados Unidos.
“En el caso de Covid había interés económico y global, todo el mundo estaba afectado, lo que permitió atender una demanda crítica”, dice la biotecnóloga.
Consultado por SciDev.Net, el economista André Tortato Rauen, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas Aplicadas (IPEA), que no participó en el estudio, coincide en que las grandes demandas sociales son importantes vectores de desarrollo tecnológico, pero señala que no se trata de una ecuación directa.
“Incluso con explosiones de arbovirus, Brasil es incapaz de organizarse. La primera vacuna contra el dengue está llegando del exterior, a pesar de que esta es una enfermedad recurrente en el país. Aquí ni la demanda logra movernos”, afirma.
Según Rauen, la falta de prioridades tecnológicas y sinergia entre universidad, gobierno e industria/empresas es obstáculo para la innovación en Brasil, además del predominio de un modelo histórico de dispersión de recursos y falta de definición de productos claros.
“Estas enfermedades no se descuidan porque las grandes empresas no estén interesadas. Lo que pasa en Brasil es que nunca ha habido un esfuerzo coordinado para una solución. Tenemos recursos económicos y capacidad científica y tecnológica, pero no tenemos esa organización en torno a un interés común, modelo seguido en el caso de la pandemia de Covid”, analiza.
Además, para el economista, la rigidez del Estado brasileño, asociada a otros factores como la inestabilidad y la polarización política, fenómenos también observados en otros países de la región, hacen que el ambiente de negocios sea desfavorable a la innovación y dificulta mayor explotación de empresas extranjeras.
La deficiencia en políticas de estímulo empresarial aparece entre las principales debilidades que hacen descender al país en el último Índice Global de Innovación (GII 2022), donde ocupa el puesto 54, detrás de Chile (50), primer país latinoamericano en la lista.
Este artículo fue producido por la edición de América Latina y el Caribe de SciDev.Net
Por: Washington Castilhos
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