Monte Cristi, República Dominicana. 

Un vasto bosque de manglares es cortado en dos por el muro que República Dominicana construye en la frontera con Haití, convertido según ambientalistas en una infranqueable barrera para el curso de agua que alimenta al humedal y sus especies vegetales y animales.

Esta verja limítrofe, que cubrirá 160 de los 380 km de frontera entre estos países que comparten la isla La Española, forma parte de la agresiva política migratoria del gobierno del presidente Luis Abinader, que ha multiplicado las deportaciones de haitianos.

¿Cuál es el riesgo ambiental? –

La Academia dominicana de las Ciencias estimó un daño «irreparable» en el área de humedales del parque nacional de Monte Cristi, en el noroeste del país.

«Aquí fue interrumpida la garganta que da flujo de agua al manglar», explica a la AFP Roque Taveras, ecologista y funcionario del Ministerio de Ambiente, mientras apunta desde un morro hacia la sección de muro de 250 metros de largo que cruza el humedal, con mangles que llegan a sobrepasar 20 metros de altura.

Restos de árboles talados rodean ese tramo. «Ese mangle, mangle rojo, tenía cientos de años», comenta Taveras al ver un gran tronco color terracota durante un recorrido por ese trecho, ya a ras de suelo.

«¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que un nuevo mangle llegue a ese tamaño?», se pregunta ante promesas de reforestación.

No obstante, el Ministerio de Defensa, responsable de la obra, dice que «solo se han tocado» 6 km2, 0,04% del área de humedales.

Hiciar Blanco, presidente de Manzanillo EcoAventura, organización que organiza visitas turísticas y promueve la preservación de la zona, lamenta que fuese ignorado un proyecto de la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos, para un mirador ecológico.

Las obras están momentáneamente paralizadas en esa sección del muro por orden de autoridades ambientales, que exigen la construcción de 16 boquillas que darán paso al agua.

 ¿Qué especies son afectadas? 

«Tenemos las cuatro especies de mangle» que crecen en Dominicana, dice Taveras. «El rojo (rhizophora mangle), el blanco (laguncularia racemosa), el negro (Avicennia germinans) y botón (Conocarpus erectus)», enumera este hombre de 52 años.

El cangrejo azul (Cardisoma guanhumi), llamado por los dominicanos «Paloma de Cueva», forma parte de la fauna del ecosistema.

Este crustáceo, con pinzas que pueden alcanzar 15 centímetros de longitud, está entre las especies animales que el gobierno dominicano considera «vulnerables» por la reducción del hábitat y la captura excesiva para consumo humano.

Viven allí también pequeños cangrejos violinistas, que al acercarse personas se lanzan a toda velocidad a charcas.

Aves como la paloma ceniza (Patagioenas inornata) y varias especies de garzas anidan en el área, continúa Taveras.

El ambientalista dice que incluso ha habido avistamientos recientes de caimanes, que se consideran extintos en el lugar desde hace más de tres décadas.

¿Cuál es el impacto en la población local? 

«El impacto ha sido muy negativo», sostiene Blanco, de 49 años.

«Ya nos empezó a afectar, porque esta era una zona en la que veníamos a mostrar a los turistas a qué distancia estamos de nuestro vecino» Haití, expresa. «Veníamos a mostrar el manglar».

Su agrupación organiza paseos en kayak y otras actividades en el parque nacional.

Cuando termine de levantarse el muro limítrofe «no tendremos acceso fácil», cuestiona el activista, porque gran parte del bosque de manglar quedará del lado haitiano.

Pescadores artesanales también tendrán problemas, dice Blanco, que lleva tatuado un pez vela en el antebrazo derecho en honor a su padre, aficionado a la pesca.

«Existen pescadores de cangrejos que prácticamente sostienen a su familia de esa pesca, hecha de manera responsable (…). Para el turista es uno de los platos más exquisitos».