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El clima pone en jaque la vendimia en Argentina, la peor en 30 años

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Vista Flores, Argentina.

Un trabajador de un viñedo mendocino de la Bodega Monteviejo, exhibe dos racimos de uva cabernet franc: uno rozagante, el otro con pocas bayas y los granos atrofiados: «Fue corrido por la helada», explica. Las inclemencias climáticas arrojan la peor vendimia en 30 años en Argentina.

Heladas tardías y en menor medida granizo y sequía azotaron los viñedos de Mendoza, a 1.000 km al oeste de Buenos Aires, la provincia que concentra 70% de la producción de uvas y 78% de la elaboración de vinos de Argentina. Las otras zonas productoras no la pasaron mejor.

«Nos estamos apurando con la cosecha porque tenemos temores de una próxima helada«, dijo a la AFP Marcelo Pelleriti, asesor enológico de la Bodega Monteviejo, ubicada en el Valle de Uco, al pie de la Cordillera de los Andes, una de las más célebres regiones vitivinícolas de Mendoza.

Este es «uno de los peores años históricos, con baja producción, hubo granizo, heladas tardías, heladas tempranas», refirió.

En Monteviejo estiman que la pérdida de la cosecha será de 50%. El viñedo está en parte protegido por telas antiheladas. Pero en otras bodegas de Mendoza las pérdidas llegaron al 100%.

La merma en la cosecha obliga a redoblar el esfuerzo. «En bodega tenemos que hacer una buena selección de racimos, de bayas y tenemos que cosechar en todas las parcelas. Es más trabajo, menos uva, lo que implica más personal», se lamentó José Mounier, enólogo de Monteviejo.

 Panorama complicado 

«Podemos hablar de la peor cosecha en más de 20 años, quizás en 60 años», advierte a la AFP Mario González, presidente de la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar) y miembro de una cooperativa de productores de uva y vino en La Rioja (noroeste).

Las cifras definitivas de la vendimia 2023 se conocerán a finales de mayo pero se prevé que estarán por debajo de los 15,4 millones de quintales, es decir 1,54 millones de toneladas de uva, la cosecha más baja en 27 años, de acuerdo a los registros del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) que se remontan a 1996.

«Es muy complicado el panorama y va de la mano con las caídas en los mercados interno y externo. La ecuación se va achicando por todos lados. Estamos hablando de casi 40% de merma respecto de una cosecha normal, como la de 2021 (22,2 millones de quintales). El clima no nos da respiro y sigue castigando«, agregó González.

Sin embargo, la baja de la producción se compensaría con la caída de la demanda. Al menos, no habría escasez, estiman en el sector.

Argentina, que oscila entre el quinto y séptimo puesto de producción mundial de vino, lejos detrás del trío fuerte de Italia-Francia y España, tuvo dos buenos años comerciales en 2020 y 2021 ligados a la pandemia del covid.

En el mercado interno de Argentina (destino de más del 70% de la producción), el sector se había beneficiado del largo confinamiento que llevó a los argentinos a aumentar el consumo. Luego bajó a 18 litros per cápita por año en 2022, frente a 20 a 21 litros por persona en los dos años anteriores, según González.

Además de la vuelta a la normalidad, las ventas sufren los embates de la inflación (94,8% en 2022) que golpea fuerte el bolsillo de los argentinos, quienes de todos modos vienen bajando año tras año el consumo de vino, respecto del pico de 88 litros anuales por persona registrados en 1977, según los datos del INV.

Dólar ‘malbec’ 

Acorralado por las dificultades y la pérdida de mercados internacionales, donde Argentina se ubica alrededor del décimo lugar entre los exportadores, el sector vitivinícola recibió recientemente un empujón del gobierno, necesitado de divisas en un país con control de cambios.

Como lo había hecho en 2022 con la soja, el mayor producto de exportación de Argentina, anunció la próxima aplicación de una tasa de cambio diferencial para el sector, más favorable que la oficial de unos 210 pesos por dólar.

Es un «dólar Malbec», como lo bautizaron los medios argentinos, para estimular las exportaciones que cayeron entre 10% y 40% según los productos.

A futuro, los productores deberán decidir si vuelven a plantar o no, de acuerdo a su rentabilidad que está a la baja en los últimos cinco años, según González.

Marcelo Pelleriti se preocupa con la perspectiva de los futuros eventos climáticos. «Antes las secuencias de heladas eran bastante más distanciadas, cada cinco o diez años, no todos los años como ahora«, se lamentó.

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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