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Así logró cazar bajo el agua el ‘Spinosaurus’, el dinosaurio carnívoro más grande del mundo

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EE.UU.

Un debate divide a la comunidad paleontológica desde hace décadas. ¿Se había adaptado el Spinosaurus para nadar y cazar bajo el agua o este terrible depredador simplemente vadeaba ríos y lagos como una garza?

El escaso número de fósiles conocidos y las dificultades de inferir el comportamiento de un animal que se extinguió hace más de 90 millones de años no ayudaban mucho a resolver este enigma.

Para poner fin a la disputa, científicos de EE UU, España, Argentina, Italia, Inglaterra y Marruecos compararon la densidad de los restos óseos del dinosaurio carnívoro más grande hasta ahora descubierto con otros 380 huesos de 250 especies de animales extintos y no extintos. En una investigación publicada hoy en la revista Nature, despejan las dudas: la evidencia muestra que el Spinosaurus y otros miembros de la familia de los espinosáuridos eran cazadores semiacuáticos.

“En todo el reino animal, la densidad ósea es un indicador de si un animal puede hundirse bajo la superficie y nadar”, cuenta a SINC el paleontólogo italiano Matteo Fabbri, del Museo Field de Historia Natural en Chicago, EE UU, y líder de la investigación en la que participaron 18 científicos de todo el mundo. “Los huesos densos funcionan como control de flotabilidad y permiten que un animal se sumerja. Nuestro estudio muestra que el Spinosaurus nadaba bajo el agua”.

El paleontólogo Ernst Stromer imaginó al Spinosaurus aegyptiacus como un animal parado sobre sus patas traseras, con un largo lomo erizado de espinas. / Biblioteca Linda Hall

El paleontólogo Ernst Stromer imaginó al Spinosaurus aegyptiacus como un animal parado sobre sus patas traseras, con un largo lomo erizado de espinas. / Biblioteca Linda Hall

La historia de los fósiles encontrados y destruidos

Más antiguo y grande que el Tyrannosaurus rex y más largo que un autobús escolar, el Spinosaurus es una de las criaturas más increíbles hasta ahora descubiertas. Su historia está marcada por guerras, bombardeos, olvidos, misterios y controversias.

Entre 1910 y 1914, un paleontólogo y aristócrata bávaro llamado Ernst Freiherr Stromer von Reichenbach organizó una serie de expediciones en el Oasis de Bahariya, al oeste de Egipto, donde se hallaron docenas de fósiles. Entre ellos, apareció el esqueleto parcial de un enorme dinosaurio hasta entonces desconocido: un depredador de entre 15 y 18 metros de largo con mandíbulas largas y delgadas como las fauces de un cocodrilo; dientes cónicos y enormes espinas de hasta un metro de alto que se elevaban desde su espalda y sugería haber sido una joroba o una vela.

Aquel animal era más grande incluso que otro dinosaurio carnívoro que por aquella época acababa de ser descubierto en el oeste estadounidense y atraía toda la atención de la prensa: el Tyrannosaurus rex.

Stromer lo llamó Spinosaurus aegyptiacus. El alemán lo imaginó como un animal parado sobre sus patas traseras, con un largo lomo erizado de espinas.

Hasta que casi al final de la Segunda Guerra Mundial, los fósiles fueron destruidos la noche del 24 de abril de 1944 cuando aviones británicos bombardearon el museo de Munich en el que se encontraban. Solo quedaron notas, bocetos y registros fotográficos.

Durante el resto del siglo XX, este extraordinario animal adquirió un estatus casi legendario. En las últimas décadas comenzaron a emerger fósiles aislados de este animal que habría vivido hace entre 112 a 97 millones de años, es decir, cuando surgió el T. rex, el Spinosaurus llevaba casi 30 millones de años extinto.

Por el momento, se han descrito seis especímenes parciales, así como se han descubierto en todo el mundo fósiles de otros miembros de la familia de los espinosáuridos: entre ellos, terribles dinosaurios carnívoros como Baryonyx (hallado en Inglaterra), Camarillasaurus y Vallibonavenatrix (España), Suchomimus (Níger), Irritator y Oxalaia (Brasil), Ichthyovenator (Laos) y muchos otros.

¿Primer dinosaurio nadador?

Entre los grandes hallazgos que cambiaron y ampliaron recientemente la imagen que se tenía del Spinosaurus figuran los realizados por Nizar Ibrahim. Guiado por beduinos, este paleontólogo alemán-marroquí de la Universidad de Portsmouth dio en la última década con el esqueleto más completo de Spinosaurus en la frontera entre Marruecos y Argelia, un lugar llamado Kem Kem que hace 100 millones de años era un gran sistema fluvial.

El descubrimiento de dientes rectos y cónicos –en lugar de curvos y afilados como en otros dinosaurios carnívoros– adecuados para la captura de peces; pequeñas fosas nasales ubicadas en el medio del cráneo; huesos particularmente densos; una enorme ‘vela’ dorsal; extremidades traseras acortadas; pies fuertes de garras largas y planas; y una increíble cola en forma de aleta que habría ondulado de un lado a otro para impulsar al animal, condujeron a Ibrahim y a su colega Paul Sereno a la asombrosa conclusión de haber dado con el primer dinosaurio nadador.

El estudio polarizó a la comunidad paleontológica, en especial porque desafiaba la antigua hipótesis de que los dinosaurios no aviarios, es decir, aquellos que no sobrevivieron la extinción hace 66 millones de años ni evolucionaron hasta convertirse en las aves modernas, estaban restringidos a entornos terrestres.

Por ejemplo, paleontólogos como David W.E. Hone y Thomas R. Holtz defienden las hipótesis de que la cola del Spinosaurus habría sido más bien una estructura de exhibición para atraer a las hembras. Y sobre todo sostienen que este depredador acechaba a lo largo de la costa, es decir, vadeaba como una garza en aguas poco profundas para atrapar presas en lugar de nadar activamente en búsqueda de peces del tamaño de automóviles.

De una manera u otra, con la evidencia disponible, había que resolver la disputa. Al paleontólogo Matteo Fabbri se le ocurrió una ambiciosa manera de hacerlo.

El enigma de los dinosaurios acuáticos

Durante millones de años, algunos mamíferos han evolucionado hacia formas adaptadas al agua, como ballenas, focas y leones marinos. Nutrias, tapires e hipopótamos, por su parte, son semiacuáticos. Las aves tienen pingüinos y cormoranes; los reptiles tienen caimanes, cocodrilos, iguanas marinas y serpientes marinas.

“Los dinosaurios no aviarios representan una notoria excepción a este patrón”, explica a SINC el paleontólogo español Guillermo Navalón. “Este hecho ha representado un enigma en la paleobiología de dinosaurios, ya que a priori, no parece haber ninguna razón por la que los dinosaurios no hayan ‘podido’ evolucionar formas acuáticas”.

La dificultad que entraña establecer conexiones directas entre las características morfológicas de un animal extinto y su relación con la ecología de ese organismo llevó a los científicos a buscar otras pistas.

“Todos los organismos en este planeta tienen que obedecer a una serie de leyes físicas”, agrega este investigador de la Universidad de Cambridge. “Uno de los principales problemas a los que se enfrenta un animal al adaptarse al medio acuático es ser capaz de moverse en el agua sin esfuerzo. El mecanismo más sencillo para conseguir esto es modificar la densidad media del cuerpo. La literatura esta plagada de observaciones en las que se vincula una mayor densidad ósea con un estilo de vida acuático o semiacuático”.

Por ejemplo, los hipopótamos: pese a no tener una forma clara para un estilo de vida acuático, cuentan con huesos muy densos que les ayudan a flotar al sumergirse.

Un secreto escondido en los huesos

Sin embargo, hasta ahora nadie había cuantificado esta relación en detalle usando todos los vertebrados terrestres. “Así que nos pusimos a ello”, recuerda Navalón.

Coordinados por Fabbri, 18 paleontólogos de 13 instituciones científicas en EE UU, España, Argentina, Marruecos, Italia e Inglaterra compararon los huesos de Spinosaurus y otros espinosáuridos con fémur y costillas de diversas especies de dinosaurios de diferentes tamaños, reptiles marinos extintos, como mosasaurios y plesiosaurios, focas, ballenas, elefantes, pingüinos, caimanes, hipopótamos, hasta ratones y colibríes.

Esta colección de animales reveló un vínculo claro entre la densidad ósea y el comportamiento de alimentación acuática: los animales que se sumergen bajo el agua para encontrar comida tienen huesos que son casi completamente sólidos.

Así, el equipo concluyó que hay evidencias sólidas para pensar que los huesos densos del Spinosaurus y de su pariente cercano Baryonyx probablemente les permitieron sumergirse durante mucho tiempo bajo el agua para cazar presas, como lo hacen los cocodrilos.

En cambio, los resultados apuntan a que otro espinosáurido más antiguo llamado Suchomimus –que vivió hace entre 125 y 112 millones de años en lo que ahora es Níger– tenía huesos más livianos que le habrían dificultado nadar, por lo que probablemente vadeaba o pasaba más tiempo en tierra como otros dinosaurios.

“Creo que estamos subestimando la diversidad ecológica en el registro fósil”, reconoce Fabbri. “Se creía que todos los espinosáuridos tenían ecologías similares en función de su anatomía esquelética similar. Ahora sabemos que incluso especies que a primera vista son similares, como Baryonyx y Suchomimus, en realidad son ecológicamente diferentes”.

La vida acuática del gran depredador

El paleontólogo Diego Pol contribuyó a la base de datos con el análisis de fósiles y huesos de animales vivientes de Argentina. “Este estudio es importante porque nos permite predecir con mucha certeza los hábitos de vida terrestres o acuáticos de un organismo que ha desaparecido hace millones de años”, indica el investigador argentino del Museo Paleontológico Egidio Feruglio.

“Ahora contamos con un método estadístico que nos permite predecir si un animal era acuático o terrestre con más del 90 por ciento de certeza y eso se podrá aplicar a cualquier especie que descubramos en el futuro”, continúa.

Para su colega Nizar Ibrahim, este trabajo colectivo proporciona un abrumador apoyo a la hipótesis de que el Spinosaurus desarrolló adaptaciones acuáticas durante los millones de años de su evolución. “Refuerza aún más la idea de que los dinosaurios invadieron el mundo acuático, contrariamente al dogma sostenido anteriormente”, señala. “El estudio nos recuerda que los dinosaurios eran más adaptables de lo que a menudo les damos crédito”, añade el experto.

Pero para los investigadores, la biología de estos animales sigue siendo misteriosa e intrigante. Este estudio les permitirá comprender más cabalmente la evolución de los vertebrados terrestres y entender cuándo, cómo y por qué han modificado sus cuerpos para adaptarse a la vida acuática. El Spinosaurus, presumen los científicos, no habría sido el único dinosaurio en transitar estos caminos evolutivos hacia el agua.

“Ahora que sabemos que algunas de estas especies nadaban bajo el agua, el siguiente paso obvio es averiguar cómo lo hacían. Solo los hallazgos y estudios futuros responderán a estas preguntas”, concluye Fabbri.

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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