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Analizar la evolución de Marte en la cordillera de los Andes

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Madrid, España.

A 4000 metros sobre el nivel del mar, en la cordillera de los Andes, entre volcanes, salares y lagunas viven algunos de los organismos más interesantes de la Tierra, seres vivos que se han adaptado a condiciones extremas y cuyo estudio ayudará a entender cómo surgió la vida en planetas como la Tierra o Marte.

Hasta este rincón del mundo se han desplazado investigadores del Centro de Astrobiología (INTA-CSIC) de Madrid, liderados por Daniel Carrizo, y científicos del Laboratorio de Investigaciones Microbiológicas de Lagunas Andinas (LIMLA) del CONICET argentino.

El objetivo de la campaña ha sido estudiar los diferentes ambientes extremos de La Puna, a través de sus microorganismos y la biogeoquímica asociada.

La Puna

La Puna es una región del altiplano repartida entre Bolivia, Chile y Perú en la que se encuentran el Salar de Antofalla (un desierto de sal de más de 150 kilómetros de largo) y el volcán Galán, la mayor caldera volcánica del mundo con una boca de 45 kilómetros de norte a sur y 24 de este a oeste y paredes de 5 kilómetros de altitud.

«Investigar este lugar es más que interesante: está a más de 3.500 metros, tiene poco oxígeno, muchas variaciones de temperatura, alto contenido en elementos tóxicos, está sometido a alta radiación ultravioleta y es hipersalino», comenta Daniel Carrizo.

Estudiar estos ambientes puede ser útil para entender el origen de la vida en la Tierra y para averiguar cómo fue el primer millón de años de evolución en Marte, un planeta que actualmente es árido pero que en el pasado tuvo atmósfera y océanos de agua.

«Los microorganismos de estos lugares nos dan una idea de lo que pudo haber sido el origen de la vida en ambos planetas», explica.

La Campaña y sus descubrimientos

En la campaña, que ha durado 15 días, se han analizado salares de la zona: «en algunos hay evaporación y se forman evaporitas de yeso y sal -rocas originadas por la cristalización de sales disueltas en el agua- pero también hay bacterias que interfieren en el proceso. Es una biomineralización muy interesante para nosotros porque se asemeja mucho a la que hubo en la tierra primitiva«, señala.

Cerca de esa zona, los investigadores han estudiado los ‘ojos de campo’, pequeñas lagunas de alta biodiversidad, de unos diez metros de diámetro, situadas unas junto a las otras.

«Aunque todas tienen la misma química de agua, son de distintos colores, en función de los microorganismos que las habitan. Una es rosa por la población de arqueas que contiene; en otra no hallamos ningún tipo de vida, solo sal; y otra, azul, tenía microbialitos en el borde, unas estructuras minerales que surgen de la actividad biológica y que son análogas a los inicios de la formación de la vida en la tierra primitiva».

Analizar estas estructuras es «muy interesante» porque nunca se habían encontrado en zonas continentales, solo en áreas marinas de Australia (en la bahía Shark se hallaron estromatolitos fósiles de hace 3.500 millones de años), pero «nunca en esta altitud y en el interior», subraya.

Los científicos también analizaron la actividad hidrotermal de varios géiseres vivos y uno fósil del que se extraerán biomarcadores isótopos estables que «nos dirán qué clase de organismos hubo ahí, una clase de información que, si vamos a Marte, será útil para identificar qué moléculas orgánicas vivieron allí tiempo atrás».

Nuevos horizontes y oportunidades

Una de las mayores curiosidades se encontró a 4.600 metros de altitud, en una laguna hipersalina con un ph muy básico y raro (Ph11) y una comunidad microbiana dominada por arqueas (cerca del 95%), cuando lo normal es que encontrarlas en una proporción mínima.

«Esta laguna no es normal. Nunca hemos trabajado con esa alcalinidad, ni esa cantidad de arsénico, ni a esa altura. Es un ambiente totalmente nuevo sobre el que no hay estudios previos«, subraya el científico uruguayo.

Pero a 4.500 metros, quizá uno de los aspectos más importantes para estudiar es cómo se han adaptado a la radiación ultravioleta unos microorganismos que no se esconden bajo el suelo o la sal, sino que viven en la superficie de los lagos.

Los investigadores aprovecharon la misión para traer muestras que serán analizadas utilizando el «gemelo» del espectrómetro Raman (RLS), un instrumento español que irá instalado en el Rosalind Franklin, un robot de exploración diseñado para buscar procesos geoquímicos y componentes biológicos vinculados a la vida en Marte.

«Utilizar Raman ayuda a comprobar si el instrumento es capaz de encontrar moléculas que nos puedan indicar actividad biológica reciente o antigua», concluye el investigador.

Por: EFE

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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