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La nueva capital indonesia amenaza el paraíso natural de Borneo

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Balikpapan, Indonesia.

La serpenteante carretera que conduce a la futura capital de Indonesia está rodeada de una densa selva y esporádicos cultivos, entre los que a veces aparecen perezosos monos que yacen en el asfalto.

Situada en el este de Borneo, la tercera isla más grande del mundo, Nusantara debe reemplazar la contaminada y cada vez más hundida Yakarta, como el centro político de Indonesia a finales de 2024.

Pero la ruta de dos horas desde la ciudad de Balikpapan hacia las verdes extensiones del «Punto Cero» de Nusantara, revela el potencial impacto de la nueva capital en la biodiversidad de la zona, hogar de miles de especies de animales y plantas.

Ante el impulso de la edificación este año, los ecologistas advierten que la construcción acelerará la deforestación de uno de los bosques tropicales más grandes y viejos del mundo, con una edad estimada de 100 millones de años.

«Va a ser un enorme desastre ecológico», dice a la AFP Uli Arta Siagian, activista del grupo medioambiental Walhi.

Esta isla compartida con Malasia y Brunéi, que los indonesios llaman «los pulmones del mundo«, acoge a orangutanes, monos narigudos, panteras nebulosas, macacos de cola de cerdo y los rinocerontes más pequeños del planeta.

El gobierno prevé que en 2045 la nueva capital tenga 1,9 millones de residentes y lleve una ola de actividad humana e industrial al corazón de Borneo.

Este proyecto de 2.560 kilómetros cuadrados, sigue el ejemplo de otros países que desplazaron su capital, como Brasil con Brasilia, considerada una utopía urbana fallida, o Birmania con la ciudad fantasma de Naipyidó.

Los posibles cambios drásticos en la topografía del terreno y los desastres causados por el hombre «serán graves y mucho más difíciles de mitigar que los desastres naturales», dice Siagian.

Indonesia presenta una de las mayores tasas de deforestación mundiales vinculada a la minería, la agricultura y la tala, y es acusada de permitir la actividad de compañías en Borneo sin supervisión.

Pero el gobierno justifica la decisión para repartir el desarrollo económico, concentrado durante mucho tiempo en la densamente poblada isla de Java, y para dejar Yakarta antes de que la ciudad se hunda por la excesiva extracción de aguas subterráneas.

«Trabajar con la naturaleza»

El presidente indonesio, Joko Widodo, vendió una visión utópica de una ciudad «verde», con cuatro veces la superficie de Yakarta, en la que los residentes podrán moverse con autobuses eléctricos.

La principal autoridad de la nueva ciudad, Bambang Susantono, prometió en diciembre al presentar su plan inicial, que Nusantara será la primera ciudad forestal sostenible del planeta y alcanzará la neutralidad de carbono en 2045.

El arquitecto Sofian Sibarani está a cargo de crear el plan maestro de la nueva urbe, diseñando desde el mapa de calles al sistema de tráfico. Insiste en que su proyecto prevé «cambios mínimos en el medioambiente».

Sibarani habla de una metrópolis que emerge de la jungla, en vez de sustituirla. «Intentamos crear una ciudad que trabaja con la naturaleza, no contra ella«, dice.

Los bocetos iniciales incluyen el parlamento, casas para los obreros, una represa, una gran mezquita y un palacio presidencial con la forma del pájaro mítico Garuda.

Pero los expertos, incluido Sibarani, advierten a las autoridades contra una construcción acelerada. «Mi preocupación es que si nos precipitamos, lo ponemos en peligro», afirma.

«¿Adónde podemos ir?»

Nusantara también puede desplazar a comunidades indígenas que llevan asentadas varias generaciones.

Sentado en una casa de madera dentro del perímetro de la futura ciudad, Sibukdin, el líder de la tribu balik, expresa su miedo de que su pueblo termine expulsado.

Como numerosos grupos indígenas en Borneo, miles de miembros de los balik dependen del bosque para satisfacer sus necesidades diarias.

Más del 90% del bosque que la tribu usaba para cazar y recolectar comida, se ha perdido desde 1970 por la actividad comercial, dice Sibukdin.

Un cementerio tribal cercano fue demolido para proyectar la presa. «Borraron nuestros vestigios», lamenta, con el «corazón roto».

La administración prometió respetar los derechos indígenas y compensar sus pérdidas, pero las autoridades provinciales advirtieron que verificarán todas las reclamaciones y sólo aceptarán aquellas con pruebas de propiedad.

Según Subikdin, no todas las zonas tribales están formalmente reconocidas. «Cuando llegue la nueva capital, ¿adónde podemos ir?».

Amenaza a los animales

Aunque la primera fase del proyecto debería estar terminada el próximo año, la ciudad tardará décadas en completarse.

El proyecto costará 466 billones de rupias (30.000 millones de dólares) y, según la estimación del gobierno, solo un 20% será financiado por el contribuyente.

Para el resto, Yakarta intenta seducir a inversores, entre ellos de China y Arabia Saudita, prometiendo descuentos fiscales.

De momento, consiguió el respaldo de tres promotores inmobiliarios para financiar casas por valor de 41 billones de rupias (2.600 millones de dólares), indicó el secretario de la autoridad de Nusantara, Achmad Adiwijaya, a la AFP.

Pero no hay muchos más compromisos anunciados.

El conglomerado tecnológico japonés SoftBank se retiró del proyecto en marzo sin dar explicaciones.

Para Eka Permanasari, profesora de urbanismo en la Universidad Monash de Indonesia, todavía quedan pendientes muchas «tareas por hacer».

Aun así, la vida ya empieza a cambiar hacia peor para algunos animales de la zona.

En un santuario que acoge 120 orangutanes dentro del futuro perímetro de Nusantara, las incursiones ilegales se intensificaron tras conocerse el proyecto.

«Mineros, especuladores, se infiltran en nuestro lugar», dice Jamartin Sihite, jefe ejecutivo de la fundación Borneo Orangutan Survival (BOSF).

Un 40% de las 1.800 hectáreas reforestadas del santuario sufrieron daños en los últimos años, incluida la construcción de una mina ilegal, asegura Sihite.

Esto amenaza la flora y la fauna de la selva.

Agus Bei, que gestiona una reserva de manglares, asegura que destruir estas áreas verdes dejará una huella imborrable.

«La próxima generación solo podrá escuchar sus historias», dice a la sombra de los manglares que debe proteger.

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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