Así se deprende de un estudio publicado recientemente en la revista Science of the Total Environment. El objetivo del grupo de expertos internacionales fue analizar cómo el calentamiento global, en un escenario 2°C por encima del período preindustrial, sumado a la deforestación del Amazonas, podría cambiar el clima en las cuencas no solo de este bosque vital para el planeta, sino de otros ecosistemas relacionados, como la Cuenca del Plata (sur de Brasil, Uruguay y este de Argentina).
Específicamente, los autores evaluaron cómo ambos efectos podrían impactar el transporte de humedad desde la selva amazónica hasta la Cuenca del Plata a través de los denominados “ríos voladores o aéreos”.
Este concepto refiere a enormes columnas de agua que fluyen sobre el continente sudamericano, transportan humedad y energía, y contribuyen a abundantes precipitación durante el verano austral (entre diciembre y febrero), según detalló a SciDev.Net Murilo Ruv Lemes, integrante del INPE y autor principal del estudio.
Para hacer el análisis, los investigadores llevaron a cabo modelados climáticos desarrollados en el Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE) de Brasil.
“Encontramos que el transporte de humedad se ve impactado tanto por la deforestación del Amazonas como por el calentamiento global, el cual se redujo hacia el sureste brasileño y aumentó hacia el sur de la Cuenca del Plata. En el escenario de calentamiento global, los efectos sobre la fisiología del bosque pueden ser más fuertes que la deforestación”, agregó Ruv Lemes.
“En otras palabras, una alta concentración de CO2 induce una disminución en la conductancia estomática, un mecanismo positivo para las tasas de evapotranspiración (proceso de reciclaje del agua en la atmósfera), lo que resulta en un ciclo hidrológico más débil”, agrega Ruv Lemes.
De acuerdo con el científico, la relación de estos fenómenos con la Cuenca del Plata radica en que esta depende de la humedad transportada desde el bosque amazónico durante su temporada de lluvias a través de mecanismos fluviales aéreos (los ríos aéreos o voladores).
“Básicamente, la humedad que se evapora del Océano Atlántico ingresa al continente sudamericano por el norte, llegando a la selva amazónica. El bosque tiene un papel importante en la entrada de más agua a la atmósfera a través de la evapotranspiración. Finalmente, a través de un Chorro de Bajo Nivel, una corriente de viento y una topografía alta (Cordillera de los Andes), ese transporte se redirige hacia el centro-sur de Sudamérica, alimentando su temporada de lluvias”, indica Ruv Lemes.
Para el científico, “los hallazgos son necesarios para guiar a las partes interesadas y a los formuladores de políticas a mejorar sus prácticas y planificar un futuro resiliente contra el cambio climático, que afecta a millones de personas por año, principalmente a los más vulnerables”.
Por su parte, Benjamín Quesada, director del programa de Ciencias del Sistema Tierra, en la Universidad del Rosario (Bogotá, Colombia), destaca que este estudio muestra cómo la deforestación en un lugar puede tener efectos en otro, incluso a cientos o miles de kilómetros.
“Esta es un área hacia la que se está moviendo la ciencia, y tendríamos que unir esfuerzos para documentar este fenómeno mucho más. Estudios previos ya han demostrado que si se deforesta en Brasil se afecta el ciclo hidrológico en Colombia o en Chile, etc., mostrando que la Amazonia debe ser protegida, pues lo que sucede en ella puede tener efectos a escala global”, dice Quesada.
“Necesitamos cero deforestación de ahora en adelante”, afirma Ruv Lemes.
“Además, se debe implementar lo antes posible una transición energética completa o un nuevo estado de matriz energética sostenible. El estado climático y la salud de la Tierra son críticos y dependen de un cambio total en el comportamiento humano en este momento. La conocida estructura económica no solucionará este problema”, apunta el experto.
Por: Nicolás Bustamante Hernández en SciDev.Net América Latina y el Caribe.
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