Por: Walter Pengue (Argentina).
Hace muy poco emulábamos la advertencia de las Naciones Unidas, indicando que El mundo avanza como un sonámbulo hacia la catástrofe climática. Claramente, dentro de esta enorme crisis planetaria, el tema del agua se hace crucial. Son también demasiado claros los últimos reportes llamando nuestra atención sobre la crisis del agua, que a ojos vista la actual crisis del COVID-19 y sus impactos puede llegar a ser mirada por nuestras generaciones como un juego de niños.
El alerta sobre los problemas vinculados al recurso hídrico es amplio y abarca desde las cuestiones ambientales a intensos impactos sociales, económicos y de desarrollo. Como especie, aún no hemos podido, querido o preocupado por los millones de personas que enfrentan problemas directamente vinculados con las restricciones del recurso hídrico: 2.200 millones de personas carecen de acceso a servicios de agua potable gestionados de forma segura. (OMS/UNICEF 2019).
Casi 2 000 millones de personas dependen de centros de atención de la salud que carecen de servicios básicos de agua (OMS/UNICEF 2020). Más de la mitad de la población – 4 200 millones de personas – carecen de servicios de saneamiento gestionados de forma segura (WHO/UNICEF 2019). 297.000 niños menores de cinco años mueren cada año debido a enfermedades diarreicas causadas por las malas condiciones sanitarias o agua no potable (OMS/UNICEF 2019).
2.000 millones de personas viven en países que sufren escasez de agua (ONU 2019). El 90% de los desastres naturales están relacionados con el agua (UNISDR). El 80% de las aguas residuales retornan al ecosistema sin ser tratadas o reutilizadas (UNESCO, 2017). Alrededor de dos tercios de los ríos transfronterizos del mundo no tienen un marco de gestión cooperativa (SIWI). La agricultura representa el 70% de la extracción mundial de agua (FAO).
Hace solamente 12 años atrás fue que las Naciones Unidas plantearon que el agua debe ser reconocida como el derecho de todos los seres humanos a tener acceso a una cantidad de agua suficiente para el uso doméstico y personal (entre 50 y 100 litros de agua por persona y día), segura, aceptable y asequible (el coste del agua no debería superar el 3% de los ingresos del hogar) y accesible físicamente (la fuente debe estar a menos de 1.000 metros del hogar y su recogida no debería superar los 30 minutos).
Más allá asimismo, que para muchos otros, el agua segura es un derecho humano inalienable, más allá de la discusión de quienes pagan sus costos, como es planteado por quienes consideran que esto debe ser una carga específica de los gobiernos.
El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) Número 6 refiere a la meta de los países por “garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos”. Las metas de este objetivo cubren tanto los aspectos del ciclo del agua como los sistemas de saneamiento. Dado que el agua es un elemento crucial en muchas esferas de la vida humana, la consecución de este objetivo contribuiría al progreso de otros ODS, principalmente los relacionados con la salud, la educación, el crecimiento económico y el medio ambiente.
No obstante todo ello, nuestra forma actual de hacer economía no está colaborando demasiado en la gestión sostenible de este recurso básico. La demanda mundial de agua para la satisfacción, no de estas necesidades, sino del sistema económico, continúa creciendo de forma gigantesca. UNESCO, FAO y UNEP han advertido a través de una interesante gráfica que el gap entre la oferta y la demanda mundial de agua expone una grieta de casi el 60 % hacia el año 2030, menos de una década por delante.
Este hecho nos advierte de la magnitud del problema y de la necesidad de ayudar a comprender, mensurar y dirimir además de nuevas formas de producción y consumo de uno de los recursos más vitales de la humanidad. La economía no debería estar por encima de la salud humana o el mero lucro comercial.
Agua Virtual
Hace unas pocas décadas atrás (1999), el Dr. John Anthony Allan, J. A. “Los peligros del agua virtual”, en El correo de la UNESCO, comenzaba a alertar al mundo sobre una serie de posibles conflictos globales vinculados a las formas de utilización del agua y su explotación para satisfacer necesidades económicas y de producción. Nacen de esta forma detrás de su interesante trabajo, dos conceptos claves para ayudarnos a pensar, desde los flujos biofísicos, lo que está pasando con este recurso: La Huella Hídrica y el Agua Virtual.
El concepto «Agua Virtual», define el volumen de agua necesaria para elaborar un producto o para facilitar un servicio, que luego será exportado o movilizado de un lugar a otro. Veinte años atrás, en el 2002, Arjen Hoekstra acuñó el término el de «huella hídrica» para obtener un indicador que relacionara el agua con el consumo – a todos los niveles – de la población. La huella hídrica de un país (o industria, o persona) quedó definida como «el volumen de agua necesaria para la producción de los productos y servicios consumidos por los habitantes de dicho país (o industria, o persona)».
La idea de “las huellas” es útil e importante, pues nos ayuda a comprender el “Metabolismo Hídrico de las Sociedades” e incluso dirimir las formas en que explotan su agua o este su recurso local/regional, es explotado por terceros países a través del sistema internacional de precios.
Se define como emergente de la huella hídrica, sus tres componentes. La huella hídrica verde, la azul y la gris. Y por ende sus tres virtualidades, verde, azul y gris. En general, el “agua verde” se entiende como aquella que queda empapando el suelo, a veces se llama también agua del suelo. Esta agua del suelo es la que permite la existencia de la vegetación natural (bosques, praderas, matorral, tundra, etc.) así como los cultivos de secano (rain-fed agriculture en la terminología anglosajona).
Esta agua vuelve a evaporarse directamente desde el suelo o por la transpiración de las plantas. No parecen existir estimaciones aceptables sobre el reparto de esos 70.000 km3/año entre estos elementos. Se estima que el agua utilizada en los cultivos de secano es del orden de 3.000 a 4.000 km3/año. En general, el uso del agua del suelo o “agua verde” no se ha cuantificado en la mayor parte de los análisis del uso del agua en la agricultura.
En el caso del “agua azul”, es el agua que corresponde a los ríos, lagos y acuíferos Esta es la parte del ciclo hidrológico que los seres humanos han tratado de modificar para su provecho mediante la construcción de estructuras más o menos convencionales, fundamentalmente canales y presas. En la última mitad del siglo veinte también se ha producido un aumento espectacular del uso de las aguas subterráneas.
El agua gris, cuya utilización en las actividades humanas, se denomina huella hídrica gris, es el agua, verde o azul, contaminada por las transformaciones antrópicas. De la forma en que un país, utilice una u otra agua o genere excedentes para la exportación, comprenderemos también a cabalidad su metabolismo hídrico y claramente sus tendencias en las formas de utilizar el recurso y sus impactos.
Nuestra actual globalización ha llevado al mundo a una enorme transferencia mundial de agua virtual y América Latina, como uno de los subcontinentes más exportadores de esta agua. Sin embargo, los intercambios son hídricamente desiguales. México, un país con serias restricciones hídricas, exporta verduras frescas a los Estados Unidos o blocks de motores para la industria automotriz, de alto consumo hídrico.
Y miles de sus agricultores y urbanitas padecen de la falta de agua. España hace lo mismo con la Unión Europea. Chile produce aguacates o paltas para el mercado danés, a un costo de duras restricciones hídricas para el recurso para su propia población. El flujo mundial es enorme y no se detiene. Ahora lo estamos viendo también a través de la virtualidad del agua (Diagrama).
El actual contexto de tensiones y de intercambios ecológicamente desiguales advierten sobre los impactos en la restricción de un recurso que será limitado en muy pocos años.
La privatización del agua y la búsqueda de pagos por sus servicios es otro problema emergente. La llamada “guerra del agua” en Cochabamba, del pueblo cochabambino contra las facturas que una multinacional del agua intentó imponer puso en tensión a todo el país. Las industrias húmedas, ya presienten lo que se viene y se están preparando. Algunos países también.
Históricamente hubo guerras por el agua. Más de 2.600 millones de personas en el mundo sufren estrés hídrico en la actualidad, una cifra que podría llegar a 5.400 millones para el 2040. Se estima que los países más afectados serían Líbano, Singapur, Israel e Irak. Los problemas hidropolíticos derivados de esta escasez vital están ya sobre nuestras cabezas.
Cuando la crisis climática e hídrica se haga aún más palpable, irá el mundo hacia un sistema más racional del uso de los recursos y la cooperación internacional imprescindible para la vida en la tierra o ¿habrá nuevas guerras por el agua en este siglo XXI?...
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Walter Pengue es Ingeniero Agrónomo, con formación en Genética Vegetal. Es Máster en Políticas Ambientales y Territoriales de la Universidad de Buenos Aires. Doctor en Agroecología por la Universidad de Córdoba, España. Es Director del Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente de la Universidad de Buenos Aires (GEPAMA). Profesor Titular de Economía Ecológica, Universidad Nacional de General Sarmiento. Es Miembro del Grupo Ejecutivo del TEEB Agriculture and Food de las Naciones Unidas y miembro Científico del Reporte VI del IPCC.
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