China.

Cuando el presidente chino Xi Jinping hizo en enero su tradicional saludo del Año Nuevo Lunar desde la región carbonífera del país, el subtexto estaba claro: Pekín no está preparada para abandonar su adicción al carbón, pese a su promesa de reducir las emisiones de carbono.

Poco tiempo pasó desde el acuerdo de reducción de emisiones de la conferencia climática COP26 de Glasgow, en noviembre, para que China diera marcha atrás a sus compromisos en esa cita.

El organismo chino de planificación bajó el alcance de un plan para reducir emisiones, autorizó construir grandes plantas de generación eléctrica a carbón y pidió a las minas producir «todo el carbón posible», luego de que la escasez del mineral paralizó el año pasado partes de la economía.

Expertos han advertido que las emisiones mundiales deben caer a la mitad de su nivel actual en una década para alcanzar esa meta.

Un informe emitido el lunes por asesores científicos de la ONU señaló que el calentamiento arriba de 1,5ºC causaría daños permanentes al planeta y que casi la mitad de la población mundial ya es «altamente vulnerable» al impacto del cambio climático.

«Los mayores contaminadores mundiales son responsables del incendio de nuestro único hogar», señaló el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, sobre el informe.

China emite cerca de 29 por ciento de las emisiones mundiales de gas de invernadero, el doble de Estados Unidos y el triple de la Unión Europea.

Ambientalistas esperaban que China anunciara un tope de emisiones de carbono para todo el país, pero Li Shuo, activista de Greenpeace China, dijo a AFP que eso ya «no está sobre la mesa».

Pekín ha buscado equilibrar sus metas climáticas con el crecimiento económico y se comprometió a reducir su consumo de carbón a partir de 2025, pero la mitad de la economía china dependió de ese mineral el año pasado.

Con la desaceleración, las autoridades vuelven a la vieja fórmula de generar energía con carbón para impulsar la economía.

A fines de 2021, China comenzó a construir plantas a carbón por un total 33 gigavatios, la cifra más alta desde 2016, que emitirán tanto dióxido de carbono como el estado de Florida, según dados de Global Energy Monitor.

También se construirán plantas nuevas en 2022, todas las cuales tendrán una vida útil de 40 años en promedio.

Metas en peligro

En la cita de Glasgow, la delegación china prometió un plan detallado para alcanzar la próxima década el máximo nivel de emisiones en diferentes industrias.

Las reglas existentes antes de Glasgow solo contenían metas imprecisas de aumento de la eficiencia energética y que un cuarto de la matriz energética sería renovable para 2030.

Tales planes no han sido actualizados.

«Esto sugiere que es difícil, que la ambición está en peligro y que los reguladores resguardan todo el margen posible (de contaminar) para los próximos años», comentó Li de Greenpeace.

En febrero, Pekín atrasó en cinco años, a 2030, el plazo para reducir sus emisiones en el sector de acero, el mayor generador de carbono en China.

«El acero y el cemento deben alcanzar sus niveles máximos antes que el resto del país para asegurar que las metas chinas se cumplan», indicó Lauri Myllyvirta, analista del Centre for Research on Energy and Clean Air.

Entre tanto, las inversiones chinas en proyectos internacionales de petróleo y gas triplicaron a 10 mil 900 millones de dólares el año pasado, según un informe de enero de la Universidad Fudan.

Obstáculos

Otro compromiso de China -triplicar su capacidad de energía eólica y solar en la próxima década- tampoco está en vía de ser cumplido.

El precio del polisilicón, usado para fabricar paneles solares, subió 174% en diciembre desde el año anterior.

Los analistas temen que China quemará más combustibles fósiles para alcanzar sus necesidades económicas y que la entrada de las energías renovables será lenta.

«Las señales políticas son mucho más precavidas (que antes), indican que la transición será lenta y que el carbón será parte de la matriz eléctrica de China por mucho tiempo», admitió Myllyvirta

AFP.