Cascais, Portugal, AFP, domingo 08/07/2018
Opuestos a la perforación petrolera frente a las costas portuguesas, los ecologistas apelan a la justicia y presionan a un gobierno que quiere jugar el papel de alumno aplicado en materia de transición energética.
Bajo el lema «detener la perforación», decenas de manifestantes con una cruz negra pintada en las mejillas se congregaron el sábado en una treintena de playas de norte a sur del país al grito de «detener la perforación» o «el petróleo no es la ola que hay que tomar».
«¿Por qué buscar petróleo? ¡Es una energía del pasado!», denuncia Margarida Mendes, una de las organizadores del movimiento, entrevistada por la AFP en la playa de Carcavelos, una de las más populares de la región de Lisboa.
Los activistas que se han movilizado contra el proyecto de perforación petrolera a 46 km de las costas de Aljezur, un municipio situado en el corazón del parque natural que se extiende a lo largo del litoral suroeste de Portugal, registraron la semana pasada una importante victoria contra el consorcio formado por el grupo petrolero italiano ENI y su socio portugués, Galp.
Interpelado por la Plataforma por un Algarve Libre de Petróleo (PALP), que reúne a una veintena de oenegés ecologistas, el tribunal de Loulé (sur) decidió suspender las obras de preparación de la perforación, que tendrían que haber tenido lugar entre el 15 de septiembre de 2018 y el 15 de enero de 2019.
– «Pérdida de credibilidad» –
Aún así, la plataforma teme que el gobierno, socialista, otorgue un nuevo plazo a un proyecto aplazado sucesivamente desde 2007.
Las oenegés acusan al ejecutivo socialista de haber respaldado la decisión de la Agencia de Medio Ambiente de no realizar un estudio para evaluar el impacto de las perforaciones en el medio ambiente.
«Mientras que el ministerio de Medio Ambiente le extiende la alfombra roja al sector petrolero, los tribunales podrían retrasar o incluso impedir las perforaciones», explica Francisco Ferreira, presidente de la oenegé Zero.
Según este veterano activista, Portugal «pierde su credibilidad» pese a figurar «entre lo países más ambiciosos de Europa en el ámbito de la lucha contra el cambio climático».
Tras varios años de inversiones en las energías renovables, Portugal ocupa el séptimo puesto en la clasificación de Estados miembros de la Unión Europea cuya parte de energías limpias en el consumo total de la energía es más importante, con casi el 25%.
Un ratio que supera el 50% si se considera únicamente la energía eléctrica consumida por el país. Y, gracias a una primavera particularmente lluviosa, en el mes de marzo la producción de energías renovables superó el consumo de electricidad de sus cerca de 10 millones de habitantes.
En este contexto, la autorización de realizar perforaciones petroleras representa un «desastre de mercadeo en el plano internacional», lamenta Francisco Ferreira. «Y, a nivel interno, el movimiento de protesta sigue siendo bastante fuerte, pues protegerá a una de las regiones costeras más protegidas del país», añade.
– Moratoria a nuevos proyectos –
Los municipios de la región también se oponen a la explotación de hidrocarburos, ya que podría hundir el sector turístico, vital para le economía local.
Por su parte, el gobierno destacó que el fondo marino en cuestión no es particularmente sensible y que el riesgo de accidente es extremadamente reducido pero, sin embargo, el pasado mayo aprobó una moratoria para cualquier nuevo proyecto de perforación e insistió en su objetivo de una neutralidad en emisiones de carbono para 2050.
«De momento, solo estamos en la etapa en la que el interesado busca saber si hay o no petróleo. Si hay, entonces tocará hacer un estudio de impacto ambiental previo», defendió el ministro de Medio Ambiente, Joao Pedro Matos Fernandes, en una comparecencia en el Parlamento el 27 de junio pasado.
«La tasa de éxito de una nueva perforación es del 15%», indicó el director del departamento de exploraciones y producción de Galp, Thore Kristiansen, y precisó, en una entrevista con el Jornal de Negocios, que perforar ese tipo de pozos era «muy muy seguro», algo que cuesta unos 100 millones de dólares (85 millones de euros).
por Thomas CABRAL
© Agence France-Presse
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