México.

Una serpiente emplumada. Un dios. El inicio o el fin del mundo. La concepción del sol desde la antigüedad ha sido como uno de los principales astros que permitieron el desarrollo de las culturas prehispánicas. De ahí que el evento del equinoccio de primavera fuera un referente histórico de la agricultura y la arquitectura, entre otras áreas del conocimiento.

El sol era llamado «Astro rey o Astro mayor» en las culturas prehispánicas.

“En las culturas antiguas siempre hay esta correlación entre la calidad del ambiente. O sea, hace frío o hace calor, hay lluvias o hay sequías. Y entonces esto está determinado precisamente por el movimiento aparente del Sol entre el solsticio de invierno y el solsticio de verano”, explicó el astrónomo, Daniel Flores.

La llegada de la primavera estaba marcada por el paso cenital de la luz solar, es decir, el momento en el que el sol se encontraba exactamente arriba de nosotros. Y era tan importante en los estudios prehispánicos que se construyeron edificios dedicados a ese acontecimiento astronómico específico.

“Dentro de ese contexto, entre arquitectura y ciudades orientadas, edificios orientados, digamos, los que nos viene a la mente inmediatamente son los fenómenos de observación del equinoccio en la pirámide del Castillo, en Chichén Itzá, en donde están, digamos, ilustrando el momento del equinoccio a la puesta del sol, porque se forma una serpiente. Una serpiente de luz y sombra”, detalló Flores.

La pirámide cuenta con 365 escalinatas, equivalentes a los días del año. Además, los estudios del Sol y su relación con los cambios estacionales llevaron a las culturas antiguas a crear su propia concepción del tiempo.

“Ahí también hay otra correlación con el conocimiento y la cultura. El desarrollo cultural de los pueblos antiguos es la creación del calendario. ¿Cómo surge? Al observar el movimiento aparente del Sol, ver cómo sale en diferentes puntos en el horizonte o cómo se oculta, o cuando pasa exactamente arriba de nosotros, entonces está marcando intervalos de tiempo que llevaba precisamente a la espera del final o del inicio de los ciclos para empezar un nuevo ciclo agrícola”, comentó Flores.

Solo con el conocimiento del movimiento aparente del sol, la luna y venus se regían todo el sistema calendárico mesoamericano.

Actualmente, las zonas prehispánicas son un punto de encuentro místico para el recibimiento de la primavera y la energía. Sin embargo, más allá de estas prácticas, estos espacios nos permiten conocer la cosmovisión de nuestros antepasados.

Por: TV UNAM.