Felipe Espinosa Wang.
Aunque parezca un plan un tanto extravagante, el Gobierno de Estados Unidos ha decidido apostar fuerte por una idea que podría revolucionar la medicina tal y como la conocemos: rejuvenecer el cerebro humano sustituyendo partes de él por tejido joven cultivado en un laboratorio, según se detalla recientemente en la revista Technology Review del MIT.
Este ambicioso plan es liderado por Jean Hébert, un biólogo reconocido por su enfoque radical en el tratamiento antienvejecimiento y que ha sido contratado por la Agencia de Proyectos Avanzados para la Salud (ARPA-H) de Estados Unidos, fundada en 2022 por el presidente Joe Biden para impulsar innovaciones transformadoras en la investigación sanitaria a través de una financiación gubernamental masiva.
Reemplazo gradual del neocórtex
Hébert, que ha trabajado en experimentos preliminares con ratones, propone que el reemplazo gradual del neocórtex, la región del cerebro responsable de la memoria y el razonamiento, podría realizarse sin comprometer la identidad personal. Este enfoque, inspirado en su libro Replacing Aging (Sustituir el envejecimiento), publicado en 2020, donde compara el mantenimiento del cuerpo humano con el de un coche, sugiere que los seres humanos podrían evitar el envejecimiento sustituyendo órganos y tejidos de manera periódica.
Hébert, exprofesor de genética y neurociencia en la Facultad de Medicina Albert Einstein en Nueva York, afirma que esta técnica podría abrir nuevas posibilidades no solo para extender la vida, sino también para tratar enfermedades neurodegenerativas y reparar daños cerebrales, como los provocados por ictus.
Para lograr este objetivo aparentemente imposible, Hébert propone integrar progresivamente tejido cerebral cultivado en laboratorio. Ya ha realizado algunos experimentos iniciales con ratones que han arrojado resultados prometedores. Al parecer, pequeñas secciones de cerebros de ratones fueron sustituidas con éxito por lo que él llama «lodos de células embrionarias«.
ARPA-H, un proyecto de 110 millones de dólares
ARPA-H, que opera bajo el Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU., se inspira en DARPA, la agencia que ha financiado proyectos de alta tecnología como los cazas furtivos. Hébert, como nuevo director de programa, ha solicitado un presupuesto de 110 millones de dólares para expandir sus pruebas a animales más grandes, un monto ante el cual, según dijo Hébert al MIT Technology Review, el Gobierno «no pestañeó».
Implicaciones éticas del procedimiento
Como era de esperar, las ideas de Hébert han generado tanto entusiasmo como escepticismo en la comunidad científica. Muchos dudan de que el tejido cerebral trasplantado pueda integrarse plenamente en un cerebro envejecido. Otros señalan las enormes implicaciones éticas de tal procedimiento.
Y no es para menos: según informa el MIT Technology Review, el biólogo sugiere reemplazar completamente el cerebro y otras partes del cuerpo como la única estrategia viable para eludir la muerte natural. Si bien los trasplantes de caderas y riñones ya son comunes, la noción de cambiar un cerebro por otro es profundamente inquietante, dado que nuestro cerebro es esencialmente lo que define nuestra identidad.
Sin embargo, Hébert cuenta con el apoyo de algunos grupos que ven en su trabajo una posible vía para derrotar al envejecimiento. La Longevity Biotech Fellowship, un grupo de entusiastas de la prolongación de la vida, ha llegado a sugerir la posibilidad de trasplantar cabezas humanas a cuerpos de clones «no sensibles», criados específicamente para carecer de un cerebro funcional propio.
Estas ideas pueden sonar extremas, pero Hébert las defiende con convicción. «Prefiero la vida a esta lenta degradación hacia la inexistencia que la biología ha planeado para todos nosotros», afirma.
¿Puede un tejido joven funcionar en un cerebro envejecido?
Por supuesto, el camino hacia la realización de estas ideas está plagado de obstáculos. Fabricar trozos de cerebro de sustitución, o lo que Hébert llama «facsímiles» de tejido neocortical, es un desafío enorme. Para ello, está estudiando cerebros de fetos humanos abortados de entre 5 y 8 semanas de edad, midiendo qué células están presentes, en qué número y ubicación, para intentar guiar la fabricación de estructuras similares en el laboratorio.
El mayor reto, sin embargo, es demostrar que estos trozos de tejido joven pueden realmente funcionar dentro del cerebro de una persona mayor. Como señala Rusty Gage, biólogo del Instituto Salk, «si funcionara, todos lo haríamos más».
Hébert es consciente de los enormes desafíos que tiene por delante. «Estamos a un par de pasos de revertir el envejecimiento cerebral», dice. «A un par de grandes pasos, debería decir».
Sin embargo, Hébert sigue convencido de que, si se consigue llevar a cabo este avance, las aplicaciones podrían ir más allá del envejecimiento, ayudando también en la lucha contra enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
Mientras tanto, el debate sobre las implicaciones éticas y prácticas de esta investigación seguramente continuará. ¿Estamos ante el amanecer de una nueva era en la medicina, o simplemente persiguiendo un sueño imposible?
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