Por: Car­los Iván Mo­reno (Mé­xi­co).

La política “Cero COVID” impulsada por el gobierno de Xi Jinping ha detonado importantes manifestaciones en China, debido a las radicales restricciones impuestas. Es la mayor protesta contra el régimen en los últimos 30 años.

Este movimiento es encabezado principalmente por estudiantes universitarios, para quienes el panorama pospandémico es crítico. No obstante, la frustración y el desencanto estudiantil con el Partido Comunista de China (PCCh) van más allá de la política para detener la propagación de la COVID-19. El problema se vuelve más estructural: es el dilema de pretender hacer compatible el control y la falta de oportunidades laborales con el fortalecimiento de la educación y la ciencia.

China es uno de los países que más le han apostado a la educación superior en las últimas décadas. En 30 años, pasaron de tener una matrícula de 4 millones a 44 millones de estudiantes, alcanzando una cobertura en este nivel educativo de casi el 60 por ciento. Ningún país ha logrado semejante hazaña en tan poco tiempo.

Además, tienen a casi a un millón de estudiantes en las mejores universidades del mundo y se estima que alrededor del 80 por ciento de estos volverán a China. Esta es, sin duda, una de las generaciones de jóvenes más globales y educados en la historia de ese país, por ello no sorprende que tengan a seis de sus universidades entre las mejores 100 del mundo.

En la coyuntura de las recientes restricciones sanitarias, millones de jóvenes están alzando la voz contra un sistema que consideran les está fallando, en lo económico y en lo político; algo impensable hace apenas unos meses, pero que, entre la creciente censura y el deterioro de sus expectativas laborales, era cuestión de tiempo.

El contraste es evidente. Mientras China es el segundo país del planeta con el mayor número de multimillonarios, solo después de Estados Unidos (ver t.ly/UBaD); este año la tasa de desempleo entre los chinos de 16 a 24 años alcanzó un nivel no visto en los últimos 40 años. En septiembre pasado, se informaba que 1 de cada 5 jóvenes en zonas urbanas se encontraba desempleado (t.ly/Z2jq). La inequidad y la desigualdad social se acentúan entre la población.

Sin embargo, las restricciones sanitarias ante la COVID-19 son apenas parte de la culpa. De forma paralela, el Gobierno chino ha implementado diversos controles al sector privado, particularmente en contra de las grandes empresas tecnológicas, con el objetivo de aumentar el control gubernamental de la economía. Esto ha limitado las opciones laborales de las y los jóvenes que buscan trabajar en estas áreas y ha provocado que cada vez compitan más por empleos gubernamentales “estables” pero peor pagados (ver n9.cl/51xxm).

A diferencia de generaciones anteriores, que sí estaban dispuestas a sacrificarse por el bien común de la nación, las y los jóvenes chinos en la actualidad tienen mayores expectativas sobre su futuro, sobre todo después de ver cómo algunos se han beneficiado del sistema. La educación superior no solo impulsa el desarrollo económico, también forma ciudadanos críticos con capacidad de participación política y voluntad social.

Así como en la Primavera Árabe, donde los universitarios tuvieron un papel central en las protestas en contra de las violaciones de los derechos humanos en sus países y el derecho a la participación política democrática; o los estudiantes en Chile donde iniciaron un movimiento nacional contra la desigualdad, en China las y los universitarios están en el corazón de las protestas.

Ante el incremento de la pobreza y la violencia en México, el deterioro de las oportunidades para los jóvenes y las crecientes tendencias autoritarias, ¿veremos pronto a los universitarios en las calles?

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Car­los Iván Mo­reno es Es Li­cen­cia­do en Fi­nan­zas por la Uni­ver­si­dad de Gua­da­la­ja­ra (UdeG), Maes­tro en Ad­mi­nis­tra­ción Pú­bli­ca por la Uni­ver­si­dad de Nue­vo Mé­xi­co y Doc­tor en Po­lí­ti­cas Pú­bli­cas por la Uni­ver­si­dad de Illi­nois-Chi­ca­go. Reali­zó es­tan­cias doc­to­ra­les en la Uni­ver­si­dad de Chi­ca­go (Ha­rris School of Pu­blic Po­licy) y en la North­wes­tern Uni­ver­sity (Ke­llog School of Ma­na­ge­ment). Ac­tual­men­te se desem­pe­ña como Coor­di­na­dor Ge­ne­ral Aca­dé­mi­co y de In­no­va­ción de la Uni­ver­si­dad de Gua­da­la­ja­ra.