Por: Carlos Iván Moreno (México).
“El porvenir de los estudiantes del CIDE está amenazado”, fueron las palabras del historiador Jean Meyer, mientras participaba en una manifestación junto a la comunidad cideíta ante el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT); tiene razón.
El Centro de Investigación y Docencias Económicas (CIDE) es una universidad pequeña en México, apenas 488 estudiantes, pero que se ha consolidado como un referente en ciencias sociales en América Latina y es reconocida en todo el mundo. Sus licenciaturas están entre las mejores evaluadas del país y todos sus posgrados forman parte del padrón nacional de posgrados de calidad (PNPC) de CONACYT.
Desde 2018 ha sido objeto de constantes restricciones administrativas y recortes presupuestales. Un debilitamiento paulatino pero sistemático, que ocasionó la renuncia del exdirector, López Ayllón, y la imposición de uno nuevo afín a la visión de la cuarta transformación.
¿De qué se acusa al CIDE? Neoliberalismo, elitismo, desconocimiento de la realidad mexicana y de que el 50 por ciento de sus profesores hayan estudiado en instituciones en el extranjero. Así lo manifestó el ahora director –impuesto– del CIDE, Romero Tellaeche, a los estudiantes, quienes le recordaron su doctorado en la Universidad de Texas; pero “él es diferente”, argumentó. Por cierto, 11 de los 20 secretarios de Estado del actual gobierno federal también estudiaron en el extranjero. ¿Se manifestarán al respecto?
El desmantelamiento de este centro de investigación debe encender las alarmas en todas las instituciones de educación superior del país, nos equivocamos si creemos que se trata de un hecho aislado. En juego está la libertad académica, la universidad moderna y el pensamiento global.
El peligro de los nacionalismos para las universidades es real. Algunos ejemplos: En EE. UU., Trump prohibió la participación de investigadores y estudiantes chinos en diversas áreas científicas bajo el pretexto de “seguridad nacional” (prohibición que Biden mantiene).
En Hungría, Orban eliminó las protecciones constitucionales para la libertad académica; las universidades solo discuten los cursos autorizados por su gobierno. Bolsonaro presiona presupuestalmente y ataca constantemente a las universidades brasileñas por considerarlas comunistas. En Chile, José Antonio Kast, el candidato presidencial ganador en la primera vuelta electoral, propone eliminar a las universidades que, de acuerdo con él, solo “ideologizan” a las y los jóvenes.
En México, en los últimos tres años, por lo menos otras 13 universidades públicas han sufrido ataques directos por parte de instituciones del Estado, en el ámbito federal y local, desde intentos por reformar sus Leyes Orgánicas hasta la retención de sus presupuestos ya aprobados. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es criticada todos los días por haberse “derechizado”.
Son tiempos de incertidumbre para las instituciones de educación superior. El nacionalismo universitario es adoctrinamiento, es limitar la pluralidad de ideas y de posturas, con el único objetivo de alinearlos a una sola; la del propio gobierno.
La construcción del conocimiento es libre, es colaborativa y es global. Como lo afirma la historiadora Emily Levine “en la larga historia de los descubrimientos científicos, la tendencia reciente hacia los nacionalismos es una aberración. Participar en el desarrollo científico implica estar dispuestos a abrir las fronteras a socios internacionales, incluidos potenciales rivales.”. Las universidades difícilmente podrían competir contra las mejores del mundo si son aisladas del resto de la comunidad global.
A diferencia de la narrativa del gobierno federal, la realidad es que necesitamos a más mexicanos estudiando en el extranjero. Las universidades líderes en el mundo son las más abiertas a la diversidad de creencias, perfiles y corrientes del pensamiento, sin injerencia gubernamental. Sin embargo, en México tenemos apenas 34 mil estudiantes en instituciones internacionales; China tiene un millón, Corea y EE. UU. tienen más de 100 mil.
Como región, la cooperación académica de América Latina es muy poca: la movilidad saliente es de apenas 356 mil estudiantes, en África son 560 mil, en Europa son un millón y en Asia 2.5 millones de estudiantes. Somos la región con menos estudiantes internacionales entrantes; 190 mil, en contraste África recibe 225 mil, Europa 2.2 millones y Norteamérica 1.2 millones de estudiantes.
El CIDE no es perfecto, ninguna universidad lo es, pero si en algo destaca es en el pensamiento crítico. Quienes lo conocen saben que estudiar en el CIDE es discutir y cuestionarse todos los días, es disentir, confrontando argumentos basados en evidencia. Defendamos al CIDE.
Columna en colaboración con Diego Cedillo egresado del CIDE.
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Carlos Iván Moreno es Licenciado en Finanzas por la Universidad de Guadalajara (UdeG), Maestro en Administración Pública por la Universidad de Nuevo México y Doctor en Políticas Públicas por la Universidad de Illinois-Chicago. Realizó estancias doctorales en la Universidad de Chicago (Harris School of Public Policy) y en la Northwestern University (Kellog School of Management). Actualmente se desempeña como Coordinador General Académico y de Innovación de la Universidad de Guadalajara.
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