Por: Camilo Cortés- Useche, PhD (Colombia).
El eco de las alarmas metálicas resonaba en la Nave Kiki, una estructura blanca colosal que surcaba los abismos entre estrellas. En su interior, criaturas de cientos de mundos convivían: seres con piel de cristal, ojos líquidos y voces que parecían cantos de sirenas distantes. Entre los tripulantes viajaban dos seres, exploradores, sobrenaturales y soñadores de un rincón olvidado de la galaxia.
El caos estalló cuando un grupo de bandidos interestelares irrumpió en el sector medio. Los tripulantes fueron acorralados; gritos, luces, armas de energía cruzando por los aires. En medio del forcejeo, ella, intentó calmar a un agresor con palabras, pero el miedo de él, desató una chispa, una vibración eléctrica que incendió los conductos del reactor de la nave.
Una explosión sorda sacudió la nave.
Fragmentos del casco se desprendieron, girando como luciérnagas moribundas. Él fue lanzado al vacío. Alcanzó a aferrarse a un traje espacial, lo ajustó con torpeza mientras el aire se le escapaba en nubes de vapor. Desde la distancia vio cómo ella desaparecía entre las sombras, su bella silueta desvaneciéndose junto al brillo rosa del reactor que se apagaba lentamente.
El silencio del espacio lo envolvió.
Flotaba, sin rumbo, mientras la nave, su hogar, su historia, se hacía cada vez más pequeña.
Fue entonces cuando el miedo se disolvió.
Recordó las tardes en la Tierra, los juegos en la costa, el olor a sal en la piel, las risas de ella compitiendo con las olas, nadando desnuda bajo la lluvia, libre, sin gravedad que la atara.
Pensó en su soledad, en los días en que sufrió alterado por no entender el sentido de la vida, en las veces en que pidió ayuda al universo sin recibir respuesta… hasta ahora.
Frente a él emergía un planeta oscuro, un orbe azul profundo que giraba lentamente bajo una neblina brillante. Sin poder resistirse, fue atraído hacia su superficie líquida. Cayó.
Primero en silencio, luego con el rugido húmedo del agua abriéndose para recibirlo.
El impacto fue acogedor, casi maternal. Sintió las corrientes mecerlo, como brazos familiares, que lo devolvían a un origen olvidado.
Cuando abrió los ojos, flotaba en un mar tibio. A lo lejos, una isla emergía, adornada por pequeñas casas de colores que destellaban como corales. Sobre la orilla, una figura se acercaba. “ Ven acá ” susurró una voz que conocía. Sal del agua. El viaje apenas comienza. La miro desde la arena, su piel brillando bajo un sol nuevo. Él sonrió. Comprendió, por fin, que la vida como el mar era inmensa, impredecible y generosa. Y que, incluso después del caos y la separación, siempre habría un océano de oportunidades esperando para volver a empezar. En efecto, cada año, el mundo terrícola vuelve su mirada hacia el océano, ese vasto corazón azul que sostiene la vida, la economía y el equilibrio del planeta para celebrar el Día Marítimo Mundial, instituido por la Organización Marítima Internacional (OMI).
El lema de este 2025, “Nuestro océano, nuestra obligación, nuestra oportunidad”, invita a reflexionar sobre el papel esencial que desempeñan los mares en el bienestar global y sobre la responsabilidad compartida de protegerlos.
Más del 80% del comercio mundial se transporta por mar, lo que convierte al océano en la arteria principal del intercambio económico y cultural entre las naciones. Además, millones de personas dependen directamente de sus recursos para su sustento: desde los pescadores y marineros que desafían las corrientes, hasta los científicos y comunidades costeras que trabajan por su conservación.
Sin embargo, este motor vital enfrenta amenazas cada vez más severas: contaminación plástica, sobreexplotación de recursos, pérdida de biodiversidad y los efectos acelerados del cambio climático. Frente a este escenario, la OMI y sus 176 Estados miembros agitan esfuerzos para lograr mares más limpios, seguros y sostenibles, mediante regulaciones internacionales, cooperación técnica y la transición hacia tecnologías marítimas más verdes y de bajas emisiones.
La celebración de este año recuerda que el futuro del transporte marítimo y del planeta está unido por una misma corriente. Cuidar el océano no es solo una cuestión ambiental, sino una oportunidad para transformar nuestra relación con la Tierra, fomentando una economía azul sostenible, resiliente e inclusiva.
En este contexto, el Día Marítimo Mundial 2025 también rinde homenaje a los hombres y mujeres del mar, quienes, con su trabajo silencioso y constante, garantizan el flujo del comercio global y el acceso a recursos esenciales para millones de personas.
Hoy, más que nunca, la humanidad flota en un punto decisivo de su historia. Entre el caos y la oportunidad, debemos elegir si seguimos a la deriva o si regresamos, conscientes, al origen azul que nos dio la vida.
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Camilo Cortés- Useche es biólogo Marino. Maestro en Manejo de Ecosistemas Marinos y Costeros, con doctorado e investigación postdoctoral en el área de las Ciencias Marinas. Su trabajo en el campo de la gestión y ecología marina en la República Dominicana le valió el reconocimiento del “Premio Dr. Alonso Fernández González 2020” a las Mejores Tesis de Posgrado del CINVESTAV en la Categoría Doctorado. Innovador de la sostenibilidad, científico y distinguido por sus aportes en la conservación de la naturaleza. Durante los últimos años ha liderado coaliciones para un modelo resiliente al cambio climático basado en la ciencia, con una idea firme del desarrollo social justo.
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