Por: Camilo Cortés-Useche.  

El poeta Rubén Darío nos ha dejado una frase para la historia, «Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!» Lo importante no es que vuelva, si no precisamente atesorarla. No es tan fácil como guardar algún tesoro material. Me hice esa pregunta hace 9 días en vísperas de mi natalicio, si en verdad es un tesoro, y después de 36 años entre increíbles paisajes tropicales y deseos de desarrollo personal, lo recordé, sí que era un tesoro, eran días sin preocupaciones en el futuro que se veía lejano.

Sin embargo, hace poco regresé a aquellos paisajes llenos de color en casa y los encontré invadidos de una sensación sombría, diferente a la que recordaba. Siniestro, podría ser una definición que toque fibras, esa situación en la que los jóvenes han quedado expuestos en paisajes con demasiadas preocupaciones para ser jóvenes. Paisajes donde las injusticias crecen y la falta de oportunidades son el diario.

En Latinoamérica los jóvenes enfrentan un cúmulo de barreras y prejuicios, no solo frenando sus ilusiones personales, sino también opacando el desarrollo científico de la región. Algunos problemas obvios como el acceso a la educación, la financiación limitada y las barreras lingüísticas, son notorias. Otros problemas como las secuelas de la violencia, la pérdida de salud física y emocional, sumadas a la crisis pandémica empeoran las cosas.  

Recientemente la prestigiosa revista Nature nos ha puesto a los latinoamericanos frente a frente con este siniestro panorama. En su artículo para Nature Careers Community Ana y María científicas y autoras del trabajo, nos han permitido reflexionar cómo los deseos y el afán de desarrollo por parte de la juventud en nuestros países enfrentan verdaderos obstáculos, que van más allá de lo económico y lingüístico.

Algunas de las barreras definidas incluyen la marginación social, la carga invisible de la nacionalidad y los prejuicios de género. Además, la crisis de la pandemia del COVID-19 ha encajado de manera negativa con los jóvenes, afectando no solo su salud, sino también su educación, el cierre de escuelas, el regreso paulatino en algunas regiones y en otras todavía ausente, han desencadenado en crisis educativa.

Según estimaciones del Banco Mundial, es posible que millones de niños y jóvenes en América Latina ya hayan abandonado el sistema escolar, otras aproximaciones más sensoriales permiten ver el abandono de los jóvenes por la enseñanza, empeorando el desarrollo y la cultura de la región para el futuro.

He recurrido a la reunión de las aguas, espacio donde pueden fluir sensaciones de motivación para cerrar esta nota. Tal vez porque el propósito es que cada niño y joven no pierdan el tesoro que tienen de construir sus vidas. Ojalá familias y autoridades brinden el apoyo para que ellos encuentren el tesoro de la educación y por esa vía las oportunidades. No es fácil, lo mencioné, pero ahora que he vuelto de casa, nunca pierdo la corazonada de lo divino, pues siempre he creído que en la naturaleza está el poder.

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Ca­mi­lo Cor­tés es bió­lo­go Ma­rino. Maes­tro en Ma­ne­jo de Eco­sis­te­mas Ma­ri­nos y Cos­te­ros, doc­tor y post doc­tor en Cien­cias Ma­ri­nas. Su in­ves­ti­ga­ción en el área de la eco­lo­gía ma­ri­na en la Re­pú­bli­ca Do­mi­ni­ca­na le va­lió el re­co­no­ci­mien­to del “Pre­mio Dr. Alon­so Fer­nán­dez Gon­zá­lez 2020” a las Me­jo­res Te­sis de Pos­gra­do del Cin­ves­tav en la Ca­te­go­ría Doc­to­ra­do. For­ma par­te del mo­vi­mien­to Wave of Chan­ge del Gru­po Ibe­ros­tar, como Coas­tal Health Re­gio­nal Ma­na­ger, don­de tra­ba­ja en la sa­lud Cos­te­ra en la re­gión Ca­ri­be, lle­van­do a cabo in­ves­ti­ga­ción cien­tí­fi­ca.