Por: Carlos Iván Moreno (México).
América Latina es la región donde más clases presenciales se han perdido por el cierre de escuelas debido a la pandemia, en todos los niveles educativos. En promedio, 58 semanas versus 33 de otras regiones del mundo. En México, las y los estudiantes perdieron 290 clases presenciales, esto es, un ciclo escolar completo más la mitad de otro (UNESCO). ¡Año y medio sin pisar el aula!
Aunque la mayoría de los países latinoamericanos han iniciado con la reapertura paulatina de sus escuelas, al 30 de septiembre, Venezuela y Honduras mantienen el cierre total de sus instituciones educativas; a la par de países como Bangladés, Myanmar y Uganda, por mencionar algunos (UNESCO).
Son cientos de millones de estudiantes universitarios afectados por las medidas de confinamiento en todo el mundo, para quienes la pandemia circunscribió todo el “hecho educativo” a lo que sucede, o no sucede, en el aula. De facto, el salón virtual se convirtió en La Universidad.
En todo este tiempo, los estudiantes han dejado de ocupar espacios como bibliotecas, laboratorios, instalaciones deportivas, jardines, auditorios, cafeterías…La universidad se redujo a lo esencial: la interacción -digital- entre alumnos y profesores.
Una de las lecciones más importantes que está dejando esta disrupción educativa global ha sido revalorar lo que ocurre dentro del aula y reposicionarlo en el centro de las prioridades formativas de toda universidad. No porque antes fuera irrelevante, ni mucho menos, pero la pandemia nos reveló la impostergable necesidad de transformación desde la base: el aula (bottom-up versus top-down).
De lo mucho que se ha reflexionado al respecto, retomo y parafraseo tres nuevas realidades señaladas por Shigeru Miyagawa y Meghan Perdue, especialistas en educación digital (https://cutt.ly/vEkBbdo):
- Empatía: las y los docentes estamos ahora más conscientes de que educamos al “estudiante completo”. Entramos a sus casas -o a sus trabajos- y conocimos sus problemas fuera de la universidad; también ellos entraron a las nuestras. La educación online permitió la continuidad educativa, pero también nos permitió ver los problemas y las desigualdades entre los jóvenes.
La brecha digital ha sido el gran obstáculo para millones de estudiantes. Apenas el 68 por ciento de la población de América Latina y el Caribe (alrededor de 519 millones de personas) tiene acceso a internet. En zonas rurales el porcentaje disminuye a 37 por ciento (BID). En Perú, por ejemplo, aunque el 47 por ciento de hogares tiene acceso a internet; apenas uno de cada 10 hogares rurales cuenta con este servicio (INEI). En el caso de México, la conectividad de los hogares es del 60 por ciento en general, pero de apenas el 30 por ciento en áreas rurales (INEGI).
El deterioro de la salud mental de los estudiantes, debido al confinamiento, es una realidad que no podemos ignorar. Una encuesta realizada por UNICEF revela que, el 17 por ciento de estudiantes en América Latina afirma haber sufrido ansiedad desde que inició la pandemia, un 15 por ciento dice haber padecido depresión y el 36 por ciento reporta una falta de motivación para realizar sus actividades habituales.
- Nuevo rol del profesor: estamos ahora más conscientes de que tenemos que competir por la atención de los estudiantes, ¡y ganarla! Lo que implica que nuestras prácticas docentes sean más activas, menos orientadas a la “cátedra” tradicional y mucho más a la colaboración, comunicación, creatividad y el pensamiento crítico (las cuatro C´s).
Debemos tener presente que muchos de nuestros estudiantes no cuentan siquiera con las condiciones mínimas para poder concentrarse (silencio, privacidad). El uso intensivo de la tecnología es deseable, sí, pero más importante es el uso intensivo de las interacciones sociales para los aprendizajes significativos; la educación debe ser “high-tech” sí, pero sobre todo “high-touch”. La educación tradicional basada en la repetición y la memorización debe dar paso a un aprendizaje basado en el debate y la resolución de problemas.
- Aulas sin fronteras: la educación en línea permitió introducir a nuestros estudiantes a una gran red de especialistas internacionales, para ampliar sus oportunidades de aprendizaje. De pronto, los “webinars” permitieron a los estudiantes escuchar e interactuar con académicos reconocidos de cualquier parte del mundo, que de otra forma no hubiera sido posible. Una genuina educación global, al alcance de un Zoom.
Los profesores estamos conscientes de estos cambios, no podemos regresar a las aulas siendo los mismos. Por ejemplo, en la Universidad de Guadalajara, 86 por ciento de docentes encuestados opina que su clase puede impartirse combinando las ventajas de la educación presencial y en línea. Además, el 40 por ciento de los estudiantes consultados considera que la Universidad debe transitar a modelos más flexibles; ven al modelo híbrido como el más adecuado para su formación profesional.
En suma, el aprendizaje activo, las clases espejo y colaborativas (COIL), la movilidad virtual y, sobre todo, el “aula invertida”, son prácticas que ahora sí llegaron para quedarse. No debe haber vuelta atrás a la enseñanza y la cátedra tradicionales, aun cuando hayamos vuelto por completo a los bellos campus universitarios. La disrupción ya sucedió, en el aula.
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Carlos Iván Moreno es Licenciado en Finanzas por la Universidad de Guadalajara (UdeG), Maestro en Administración Pública por la Universidad de Nuevo México y Doctor en Políticas Públicas por la Universidad de Illinois-Chicago. Realizó estancias doctorales en la Universidad de Chicago (Harris School of Public Policy) y en la Northwestern University (Kellog School of Management). Actualmente se desempeña como Coordinador General Académico y de Innovación de la Universidad de Guadalajara.
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