Por: Carlos Iván Moreno (México).
Los oligarcas no entienden que no entienden. Creen que los graves problemas sociales se explican por la falta de “personas exitosas”, y no por las estructuras de privilegio y reproducción de la desigualdad, de las cuales ellos son beneficiarios.
Para estos personajes la solución de moda es crear “universidades”, que codifiquen y divulguen su visión del mundo: el pobre es pobre porque quiere; échele más ganas. ¡Aquí creamos triunfadores! Todo menos hablar de la trampa de la pobreza.
Ya un billonario populista creó la “Trump University”, cerrada por fraude. Una institución que, por medio de seminarios y cursos de entrenamiento, prometía a las y los estudiantes el triunfo empresarial al más puro estilo de Trump.
Ahora, es Salinas Pliego quien anuncia la creación de su “Universidad de la Libertad” en México. ¿Qué ofrecerá? El éxito, ni más ni menos. Según Salinas, en su universidad será “mucho más valioso (sic) una sesión que un año de escuela tradicional”. Tan nutritivo como la comida rápida.
¿Cuál será su modelo académico? Esta frase lo resume: “No vamos a ganar nada bajando a los demás, hay que elevarnos todos; por eso me molesta tanto ese discurso de la igualdad, ¿cuál igualdad? Todos somos desiguales y qué bueno que seamos desiguales, eso es lo que nos hace humanos”. No, no es la desigualdad lo que nos hace humanos, es la empatía.
Contrario a lo dicho por Salinas Pliego, la desigualdad es un cáncer y está al seno de muchos de los problemas que a diario vivimos en México, como la violencia y la polarización. Para gran parte de la población, las posibilidades de empleo, el acceso a la justicia, a servicios de salud y de educación son restringidas prácticamente desde su nacimiento. Algo de lo que los oligarcas y su familia nunca han padecido.
Más que crear universidades, a estos billonarios les urge regresar a sus aulas, para entender los factores que explican y reproducen sus fortunas. Un curso sobre “justicia” y “meritocracia”, de Michael Sandel, por ejemplo, sería un buen comienzo para mesurar la arrogancia de quienes consideran que su posición responde, principalmente, a sus méritos.
De acuerdo con Sandel, la meritocracia tiene, al menos, dos problemas. El primero es que las oportunidades en realidad no son iguales para todos; no todas las personas tienen la oportunidad de asistir a la universidad y obtener un título profesional, por ejemplo. El segundo problema de la meritocracia está relacionado con la actitud ante el éxito. A los ganadores se les olvida lo mucho que les ha ayudado su fortuna y la buena suerte (ver libro: La tiranía del mérito). Es decir, olvidan -o quieren olvidar- que sus oportunidades para llegar al ansiado éxito siempre fueron mayores respecto a quienes se encontraban en condiciones de mayor vulnerabilidad.
América Latina es una de las regiones del mundo más afectadas por la desigualdad. De acuerdo con la CEPAL, el 10% más rico en la región concentra entre el 60 y el 70% de la riqueza regional. No sorprende que, para los 209 millones de latinoamericanos en pobreza (58 millones de mexicanos) “querer no siempre es poder”; en juego están todos estos factores que condicionan y determinan, de origen, la probabilidad de alcanzar el éxito y movilidad social.
Las universidades “tradicionales” necesitamos transformarnos y ser más flexibles, sí, pero no para reproducir el mito meritocrático, sino para promover el pensamiento crítico y la solución a graves problemas sociales, como la oprobiosa concentración de la riqueza.
Necesitamos más universidades, pero no para fomentar la arrogancia y la “mentalidad de tiburón”, sino para formar estudiantes sensibles y empáticos con los menos afortunados.
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Carlos Iván Moreno es Es Licenciado en Finanzas por la Universidad de Guadalajara (UdeG), Maestro en Administración Pública por la Universidad de Nuevo México y Doctor en Políticas Públicas por la Universidad de Illinois-Chicago. Realizó estancias doctorales en la Universidad de Chicago (Harris School of Public Policy) y en la Northwestern University (Kellog School of Management). Actualmente se desempeña como Coordinador General Académico y de Innovación de la Universidad de Guadalajara.
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