Por: Camilo Cortés-Useche, PhD (Colombia).

En esta oportunidad, querido lector, y digo querido porque así te he sentido en esta reunión que hemos tenido, me gustaría recordar aquellos pálpitos que, desde niño, me atraparon con su magia. Hace algunos años, cuando los colores grises nublaban momentos de mi vida, deseé transformarlos en verdes, azules y en otros tonos nítidos para iluminar mi existencia y la de quienes me acompañan lealmente, tesoro que aprecio con gran gratitud.

La vida, con su curiosa manera de soltar preguntas, me llevó a una gran aventura por los barrios tradicionales de mi ciudad. Sin embargo, todas las respuestas sobre el origen me conectaban inexorablemente con el mar. Así, cada vez más, me aferraba no a un sueño, si no a una realidad de descubrir y responder mis dudas desde las profundidades marinas. Para ello, tuve que apartarme de los pensamientos teóricos y los fundamentos académicos heredados de mi familia, y embarcarme como buen bukanero en las misteriosas aguas del océano.

El primer paso fue recorrer mil leguas desde el corazón del país hasta la costa caribeña. Al desembarcar en esa tierra tropical, la adaptación cultural y la evolución de un joven atrevido y curioso fueron esenciales. Parecía ser mi destino. Con obstáculos y barreras, pregunté, busqué y exploré el océano, movido por un pensamiento que me llevaba a la absurda idea de que, sin moverme de mi lugar, no hubiera alcanzado esta vida que navego.

El mar, con su inmensidad y sus secretos, se convirtió en mi refugio. Sus secretos me llevaron hacia rincones insospechados, donde criaturas extraordinarias me deslumbraron. Un refrán popular dice “si no lo vivís no lo sentís”. Las olas traían mensajes de aliento en tiempos remotos, y en las burbujas veía reflejadas respuestas a muchas de las preguntas que me había formulado. El camino del saber y del amor continúan sin fin, como una rueda que nunca deja de girar, alimentada por la pasión y el conocimiento que el mar me ofrece generosamente. Y en cada ola, en cada vendaval, siento el reto de nuevas aventuras y la certeza de que el océano responde a quien le es leal de corazón.

Cada 1 de junio como lo menciona el Dr. Marcos Sommer, a quien leí recientemente, se celebra la profesión o el Día del Biólogo Marino, una fecha que invita a mover masas con lo que nos apasiona, a fijarnos metas de vida y a apreciar el verdadero privilegio que es dedicarse a esta profesión en un mundo donde las oportunidades para formarse son escasas e injustas. Esta fecha fue elegida para darle una identidad única y diferenciada del Día del Biólogo, que no se celebra el mismo día en todos los países. Desde hace al menos una década, esta jornada se ha consolidado como el día universal para homenajear a todos los Biólogos Marinos, respeto y honor a todos esos colegas.

La biología marina, como su nombre lo indica, es la ciencia que se dedica a estudiar la composición, el desarrollo, los vínculos y las funciones de los seres vivos en el medio marino. Este campo de estudio se enriquece etimológicamente con dos raíces importantes: «biología», que proviene del griego y combina «bios» (vida) y «logía» (ciencia), y «marina», que deriva del latín «marinus», indicando todo lo relativo al mar. Y yo coincido con esas palabras de celebración a la vida desde el Mar, a una profesión valiente que invita a ser real e invita q quienes sienten el llamado del gran azul.

 

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Ca­mi­lo Cor­tés- Use­che es biólogo Marino. Maestro en Manejo de Ecosistemas Marinos y Costeros, con doctorado e investigación postdoctoral en el área de las Ciencias Marinas. Su trabajo en el campo de la gestión y ecología marina en la República Dominicana le valió el reconocimiento del “Premio Dr. Alonso Fernández González 2020” a las Mejores Tesis de Posgrado del CINVESTAV en la Categoría Doctorado. Innovador de la sostenibilidad, científico y distinguido por sus aportes en la conservación de la naturaleza. Durante los últimos años ha liderando coaliciones para un modelo de resiliente al cambio climático basado en la ciencia, con una idea firme del desarrollo social justo.