Por: Walter Alberto Pengue (Argentina).

“La mayoría de las personas en el mundo son pobres, por lo que si conociéramos la economía de la pobreza, entenderíamos mucho de la economía que realmente importa. La mayoría de las personas pobres en el mundo subsisten gracias a la agricultura, por lo que si conociéramos la economía de la agricultura, entenderíamos mucho de la economía de la pobreza”

 (Theodore Schultz, Premio Nobel de Economía 1979)

 

El sistema alimentario es complejo y está interconectado. No obstante, aún no hemos asociado todas las interacciones que este tiene con su base de recursos y en el marco actual de cambio climático, esto se hace imprescindible de comprender.  Hasta hoy mismo, existe un conjunto de costos ocultos que por un motivo u otro, o no son reconocidos o por su enorme impacto, hasta llegan a ser negados por actores poderosos, que de hacerlo, quedarían fuera del gran juego de la alimentación.

Según un estudio de la FAO, denominado «El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2024«, los «costos ocultos» en los sistemas agroalimentarios mundiales ascienden a cerca de 10 billones de dólares al año. Aunque una parte de esta cifra se asocia con la degradación ambiental y las desigualdades sociales, es alarmante que el 70% de estos costos provengan de patrones alimentarios poco saludables de la población y las repercusiones a la salud asociadas a cardiopatías, enfermedades cardiovasculares y diabetes.  Estamos frente a un modelo agroalimentario que enferma. 

Cada vez son más las pruebas de que los actuales sistemas agroalimentarios están quebrados, especialmente en lo que concierne a la salud: los sistemas alimentarios ya suponen la principal carga de morbilidad y más de 815 millones de personas que padecen hambre, alrededor de 650 millones sufren obesidad y la malnutrición afecta a más de 2.000 millones. Si se tiene en cuenta la cadena de valor de los alimentos en su conjunto, incluida la deforestación vinculada al cambio de uso del suelo para lograr más tierra para la producción de biomasa y alimentos, el procesamiento, el empaquetado, el transporte y los desechos, los sistemas alimentarios representan aproximadamente entre el 43% y el 57% de las emisiones de gases de efecto invernadero provocadas por el ser humano. 

Es una realidad que desde la Revolución Verde, la producción de alimentos crece, con oscilaciones menores y a veces mayores, con énfasis en algunas regiones del planeta. Entre 1961 y 2011, la producción agrícola mundial más que se triplicó. La proporción de personas subalimentadas se redujo del 24% en 1990 y 1991 al 10,8% en 2013, pero desde entonces, esta tendencia descendente se ha invertido y la mayor prevalencia de subalimentación se registra en el África Subsahariana, donde afectaba a un alarmante 22,7% de la población en 2016. El aumento del número de personas que sufren hambre en los últimos años se ha debido principalmente a la inestabilidad política y los conflictos armados (TEEB 2018).

La especialización agrícola y la internacionalización cada vez mayor de las cadenas de suministro han dado lugar a una variedad reducida de productos básicos, y se ha priorizado la eficiencia de los sistemas alimentarios y agrícolas sobre su resiliencia. Se ha puesto mucho más énfasis en la productividad que en la estabilidad de los sistemas.  Aunque se espera que el aumento de la intensidad de los cultivos genere el 90% del crecimiento de la futura producción de cosechas, el crecimiento de los rendimientos se ha ido ralentizando de forma constante (y esto a pesar del aumento de los fertilizantes y agroquímicos empleados en Asia); de hecho, el rendimiento de los cereales aumentó a un promedio del 2,1 % entre 1950 y 1990, pero desde 1990 se redujo a menos del 1%. Parece muy difícil que la intensificación de los cultivos pueda seguir aumentando y no puede garantizarse; en general, la escasez cada vez mayor del agua limita la producción en mayor medida que la disponibilidad del suelo y, junto con el cambio climático, hace que la capacidad mundial para continuar aumentando la producción de alimentos se encuentre muy limitada (TEEB 2018).

Las conexiones entre tierras, agua, energía y cambio climático recién ahora comienzan a intentar comprenderse. Los escenarios analizados en general, han revisado interacciones de dos factores y no mucho más. Y se ha puesto mucho más énfasis en la tierra y el agua para la producción que en la estabilidad y la interacción conjunta de todos los factores necesarios para la producción, especialmente acerca de sus efectos sobre la naturaleza.

La producción de alimentos, en la forma y estilo convencional que estamos llevando adelante es un factor diferencial que afecta en forma directa a los ecosistemas. La agricultura, la silvicultura y la pesca son los principales factores impulsores del 60% de la pérdida de biodiversidad — y que a su vez,  ponen en peligro los recursos genéticos de la alimentación y la agricultura—, el 80% de la deforestación —al consumir el 70% del total de agua dulce extraída—, el colapso de los arrecifes de coral y el 21% de las emisiones antrópicas de gases de efecto invernadero (incluidas la agricultura y la deforestación, aunque se calcula que las emisiones podrían llegar hasta entre el 43% y el 57%, si tomamos en cuenta todas las fases de la cadena de valor y el ciclo de vida completo, desde la cuna hasta la tumba.

El muy seguido mundialmente, modelo sobre los espacios operativos seguros en el uso de los recursos naturales, para la humanidad, se supera ciclo tras ciclo, en la intensificación en el uso de los recursos.  La cascada de nitrógeno y fósforo hace tiempo ha superado estos límites, el cambio de uso del suelo se intensifica, especialmente en los países en vías de desarrollo, la pérdida de diversidad genética y diversidad funcional ha superado todo límite, mientras que el cambio climático, enfrenta una aceleración que supera incluso los escenarios planteados en el último reporte de la ronde VI del IPCC.  El agua – tanto verde como azul, de los acuíferos – comienza a mostrarse, tal como lo alertó la UNESCO para 2030, en el borde de su disponibilidad.

Los impactos previstos del cambio climático van desde el descenso del rendimiento de los cultivos en muchas zonas (en especial en los países en desarrollo), una disminución importante del agua disponible en muchas regiones (incluidas la mediterránea y meridional. Y hasta un proceso de savanización de la Amazonia, que corre a los ríos voladores, por fuera de su circularidad.

Enfrentamos cambios sistémicos con amplias repercusiones en el futuro próximo, sobre continentes enteros como el africano y europeo,  el aumento del nivel del mar, que amenaza a grandes ciudades, el grave deterioro de los arrecifes de coral y el incremento del número de especies en peligro de extinción, la expansión de las bioinvasiones y una contaminación química y de plásticos creciente hasta el aumento de la intensidad de las tormentas, los incendios forestales, las sequías, las inundaciones y las olas de calor.

La agricultura se encuentra entre los factores que más contribuyen al cambio climático y al mismo tiempo es una de las principales víctimas de sus efectos. Nunca el mundo ha logrado tantos AMUMAS – Acuerdos Multilaterales de Medio Ambiente. Y tampoco nunca, estamos tan alejados rápidamente de las metas planteadas. En este año 2025, se cumplirán diez años del Acuerdo de París.  Por otro lado, algo se ha avanzado. Uno de los logros más destacados ha sido la eliminación, a partir de 1990, de las sustancias que agotan la capa de ozono (como el bromuro de metilo, cuya fumigación estaba muy extendida en la agricultura). Pero no mucho más, lamentablemente. Estos grandes acuerdos y los documentos científicos que sostienen sus datos, han sido analizados no obstante, en compartimientos estancos. El análisis de integrarse rápidamente, complejizarlo y aunar agendas tanto políticas como de investigación.

Nuevas rondas de circulación sobre el cambio climático, la biodiversidad, la situación de los servicios ecosistémicos, desarrollando información por separado, nos llevará a su vez, a decisiones parciales y también por separado. Son ya varios los científicos y también algunos políticos que comprenden la complejidad del problema, los que resaltan que es necesario atacar el asunto por todas sus aristas, en el mismo tiempo, forma y dedicación.

Para ello, las interconexiones de todos estos procesos son imprescindibles de ser abordadas en forma completa. Las conexiones entre sistemas y las interacciones entre los recursos utilizados y los servicios ecosistémicos, bajo escenarios complejos, se han convertido en una obligación a analizar para los científicos. Una mirada interdisciplinar de estas complejidades nos ha llevado a integrar las perspectivas de las ciencias naturales, con las ciencias sociales y las ciencias físicas.

El comprender las conexiones de todas estas, conocidas como Nexo, propone abordar tanto la pérdida como la naturaleza compleja e interconectada de las crisis ambientales, sociales y económicas y la pérdida de biodiversidad, el cambio climático, la inseguridad alimentaria e hídrica y las pandemias mundiales. Es la primera vez, que se intenta abordar desde la ciencia, bajo el paraguas de las Naciones Unidas, estas conexiones, dado que las amenazas a la biodiversidad, el agua, los alimentos, la salud y el clima están entrelazadas y hasta ahora las decisiones para abordar estas amenazas a menudo se tomaron de forma aislada, lo que dio lugar a importantes desajustes, desperdicio de recursos económicos, pérdidas de valioso tiempo y consecuencias tanto a los humanos, como sobre las otras especies.

Los escenarios a futuro que se presentan, si quisiéramos avanzar hacia una resolución integral que proteja al ambiente mientras se accede a mejores dietas y calidad de vida son complejos. Para ofrecer una mejor producción y dietas diversas, cuando se intensifica la agricultura – en el estilo que esta lleva hoy en día – los impactos ambientales son crecientes.  La ciencia nos dice que es posible “desacoplar” impactos, pero para ello, es también imprescindible generar no sólo una transformación en las políticas sino en las tecnologías.  También nos dice, que es necesario analizar las interacciones de forma integral. En el Reporte Nexus (IPBES 2024) se analizan seis escenarios posibles u arquetipos, que van desde aquel que considera a la protección completa de la naturaleza, pasando por los que se basan exclusivamente en la producción de alimentos, el cambio climático y la preservación del ambiente, a aquel que analiza la importancia de las interacciones y la estabilidad de los sistemas en forma completa hasta aquel que señala que todo siga como está (business as usual). El único escenario posible que podría encarrilarnos hacia el cumplimiento de los objetivos del desarrollo sostenible, junto a las metas de la biodiversidad global con el acuerdo de Kunming-Montreal y el cambio climático, es el que considera, todos los indicadores del Nexus por igual (Figura A). O al menos, aquel que genera menores impactos.

Por otro lado, sabemos que las dietas saludables sostenibles, la intensificación ecológica y los incentivos para la restauración de los ecosistemas pueden combinarse para reducir el uso de la tierra y la contaminación del agua, detener o revertir la pérdida de biodiversidad, mejorar la salud humana y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto es posible, pero son varias las cosas que se deben cambiar para lograrlo. Más de 70 opciones de respuesta, presentadas en el documento, hablan específicamente de ello y también abordan la situación financiera.

Hay un interés en el sistema financiero en buscar nuevas oportunidades de negocios en la naturaleza. La propuesta de restauración ambiental, vinculada a los sistemas alimentarios está buscando caminos alternativos que coadyuven a promover otras prácticas que reconocen en la agroecología un camino posible y el reconocimiento monetario de los servicios de la naturaleza. No serán ya solamente los pagos por servicios ambientales a través de bonos de carbono sino el reconocimiento de servicios imprescindibles del ambiente y que comienzan a incorporarse a la discusión como los bonos de biodiversidad. El caso de la protección de las fuentes de agua, el servicio de los polinizadores o la restauración natural de nutrientes comienzan a tener valor en una sociedad que antes, ni siquiera los percibía.

Pero lo más importante para lograr una necesaria estabilidad pasa por la transformación del sistema económico y financiero, dejar las metas de corto plazo de lado y trabajar de forma completa en nuevos escenarios que pongan a la civilización nuevamente en el camino de la sustentabilidad, empezando por su sistema alimentario y la transformación total de este.  En la columna de Marzo, analizaremos estas perspectivas de transformación que plantea el Nexo.

 

Referencias

IPBES (2024). Summary for Policymakers of the Thematic Assessment Report on the Interlinkages among Biodiversity, Water, Food and Health of the Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services. McElwee, P. D., Harrison, P. A., van Huysen, T. L., Alonso Roldán, V., Barrios, E., Dasgupta, P., DeClerck, F., Harmáčková, Z. V., Hayman, D. T. S., Herrero, M., Kumar, R., Ley, D., Mangalagiu, D., McFarlane, R. A., Paukert, C., Pengue, W. A., Prist, P. R., Ricketts, T. H., Rounsevell, M. D. A., Saito, O., Selomane, O., Seppelt, R., Singh, P. K., Sitas, N., Smith, P., Vause, J., Molua, E. L., Zambrana-Torrelio, C., and Obura, D. (eds.). IPBES secretariat, Bonn, Germany. DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.13850290

Pengue, W.A. (2023). Economía Ecológica, Recursos Naturales y Sistemas Alimentarios ¿Quién se Come a Quién?. Orientación Gráfica Editora. https://www.researchgate.net/publication/370068450_Economia_Ecologica_Recursos_Naturales_y_Sistemas_Alimentarios_Quien_se_Come_a_Quien

TEEB (2018). TEEB For Agriculture & Food Scientific and Economic Foundations Report. https://teebweb.org/wp-content/uploads/2018/11/Foundations_Report_Final_October.pdf

 

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Walter Alberto Pengue es Ingeniero Agrónomo, con una especialización en Mejoramiento Genético Vegetal (Fitotecnia) por la Universidad de Buenos Aires.  En la misma Universidad obtuvo su título de Magister en Políticas Ambientales y Territoriales. Su Doctorado lo hizo en la Escuela de Ingenieros Agrónomos y de Montes en la Universidad de Córdoba (España) en Agroecología, Sociología y Desarrollo Rural Sostenible.  Realizó estancias postdoctorales en las Universidades de Tromso (Noruega) y en el INBI, University of Canterbury (Nueva Zelanda). 

Pengue es Profesor Titular de Economía Ecológica y Agroecología en la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) y director del Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente (GEPAMA) de la Universidad de Buenos Aires (FADU UBA).  

Es fundador y ex presidente de la Sociedad Argentino Uruguaya de Economía Ecológica (ASAUEE) y fue miembro del Board Mundial de la ISEE.  Es uno de los fundadores de SOCLA, la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA), de la que actualmente es responsable de su Comité de Ética. Lleva más de 30 años de estudios sobre los impactos ecológicos y socioeconómicos de la agricultura industrial, la agricultura transgénica y el sistema alimentario a nivel nacional, regional y global y su relación con los recursos naturales (suelos, agua, recursos genéticos). Experto Internacional, revisor, autor principal y coordinador de autores del IPBES (Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas) (desde 2019), TEEB (2015 a 2019) y del Resource Panel de Naciones Unidas Ambiente (2007 a 2015). Ha sido autor principal del Capítulo 16 de la Ronda 6 del IPCC (2019/2022), presentado en 2023. Actualmente es autor principal y coordinador de autores en el Proyecto Nexus IPBES, análisis temático sobre las interrelaciones entre los sistemas alimentarios, la biodiversidad, la salud, el agua y el cambio climático (2021 a 2025). Participa actualmente de la Red CLACSO sobre Agroecología Política y es tutor del Grupo de Agroecología Andina. Miembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente y vocal de su Consejo Directivo (2024/2026) y de Varias Comisiones Científicas Asesoras en Desarrollo Sustentable, Ambiente, Agricultura y Alimentación de Argentina. Profesor invitado de Universidades de América Latina, Europa, Asia, África y Oceanía. Consultor internacional sobre ambiente, agricultura y sistemas alimentarios.  Miembro del Grupo de Pensadores Fundacionales del Ambiente y el desarrollo sustentable de la CEPAL, Naciones Unidas, cuyo último libro es  AMÉRICA LATINA y EL CARIBE: Una de las últimas fronteras para la vida (Noviembre 2024). Pengue es investigador invitado de la Cátedra CALAS Maria Sybilla Merian Center de las Universidades de Guadalajara y CIAS, Center for InterAmerican Studies de la Universidad de Bielefeld (2024/2025) y del Center for Advanced Study (HIAS) de la Universidad de Hamburgo (2024/2025). 

Publicaciones

Todas sus obras pueden bajarse de:  https://www.researchgate.net/profile/Walter-Pengue  

Últimos libros

GLIGO, N., PENGUE, WALTER y otros (2024).  AMÉRICA LATINA y EL CARIBE: Una de las últimas fronteras para la vida (Noviembre 2024). El libro (español, inglés, francés y portugués), puede bajarse de: : https://www.researchgate.net/profile/Walter-Pengue 

PENGUE, WALTER A. (2023). Economía Ecológica, Recursos Naturales y Sistemas Alimentarios ¿Quién se Come a Quién? – 1a ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Orientación Gráfica Editora, 2023.354 p. ; 24 x 16 cm. – (Economía ecológica / Walter Alberto Pengue ISBN 978-987-1922-51-2 – El libro puede bajarse de: https://www.researchgate.net/profile/Walter-Pengue