Por: Durruty de Alba (México).
Los Diálogos, esta fatídica obra que se convertiría en una «pieza de capitán» en la historia occidental, serpentea a gusto por todo el paisaje cultural de la época, llevando en su amplio recorrido mucho material extraño de origen diverso.
Giorgio de Santillana, The Crime of Galileo, The University of Chicago Press, Chicago (1955), p. 174
Recuerdo un enriquecedor seminario impartido por el historiador Carlo Ginzburg como parte de la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar albergada en la Universidad de Guadalajara, animado por la entonces reciente lectura del libro El queso y los gusanos del ponente me atreví a preguntarle en el espacio contemplado para ello si tenía considerado entre sus investigaciones abordar a Galileo, como parte de su respuesta dijo que “Galileo es todo un Universo”, luego con la humildad propia de los grandes el profesor italiano se excusó de emprender tal investigación.
El genio de Galileo Galilei (1565-1642) llega hasta nuestra época y aún son motivo de asombro las realizaciones a favor del conocimiento y sobre todo que ellas permitieron la consolidación de lo que entendemos como ciencia moderna; en el campo de la Astronomía a él debemos el inicio de las observaciones telescópicas en el año de 1609, también se le considera el padre de la Ciencia de Materiales y quien da pie al establecimiento de la Mecánica como una ciencia.
Una muy documentada obra con la cual podemos tener un primer acercamiento a la vida y obra del pisano es la publicada en 1999 por la periodista e historiadora de la ciencia Dava Sobel (Nueva York, 1947) con el entrañable título de Galileo´s Daughter. A Historical Memoir of Science, Faith and Love y cuya traducción al español salió el mismo año.
Dividido en seis partes con un total de 33 capítulos el libro está enriquecido con ilustraciones, fotografías de documentos originales y anexos entre los cuales encontramos una profusa cronología galileana, tablas de conversión de pesos, medidas y divisas de la época y la extensa bibliografía de apoyo.
En el muy galileano estilo de los diálogos, aunque en éste la interlocutora es la propia hija mayor de Galileo, quien recibiera el nombre de Virginia luego de su nacimiento y al entrar al convento a la edad de trece años cambió su nombre por el de María Celeste, honrando así los estudios de su padre, a través de las cartas dirigidas a Galileo traducidas por Sobel quien construye un relato con el cual nos presenta la vida y trabajos de quien identificamos como el arquetipo del científico en las interacciones ciencia-religión.
Y justo acerca de la obra por la cual se desató el proceso inquisitorial contra el “espléndido catador de los cálidos caldos de su tierra” como lo describe Carlos Solís en la introducción a la traducción en español de su otra obra (Consideraciones y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias, Editora Nacional, Madrid (1981), p. 9) escribe Sobel: “Al principio, todo eran buenos augurios para el libro; alcanzó un éxito enorme e inmediato. Galileo ofreció al gran duque el 22 de febrero de 1632, en el palacio Pitti, el primer ejemplar encuadernado” (La hija de Galileo. Una nueva visión de la vida y obra de Galileo, Debate, Madrid (1999), p. 214).
El libro es Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo ptolemaico y copernicano, del cual existen varias ediciones en español, desde una muy sobria que circuló en puestos de periódicos, una compacta facsimilar de la edición en el Madrid de Franco de 1946 y la edición crítica preparada por Antonio Beltrán Marí.
En la vastedad de las publicaciones sobre el tema galileano tenemos desde el clásico estudio de Giorgio de Santillana (1902-1974) acerca del proceso a Galileo, The Crime of Galileo hasta el reciente ensayo (2015) del estimado doctor José Luis Álvarez García, físico y profesor en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien aborda la obra del pisano desde el modelo filosófico propuesto por el también físico Thomas Samuel Kuhn.
Tenemos entonces mucho material para conocer y entender mejor a unos de los artífices de la ciencia moderna, de quien el pasado 8 de enero conmemoramos 380 años de su fallecimiento y con ello hagamos exorcismo de los charlatanes y propagadores de la pseudociencia.
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Durruty J. de Alba Martínez es licenciado en Física adscrito al Instituto de Astronomía y Meteorología (IAM) de la Universidad de Guadalajara (UdeG), dedicado a la divulgación e historia de la ciencia. Desde 1990 escribe sobre dichos temas en distintos medios de comunicación de Jalisco, México. Es miembro de la Sociedad Mexicana de Física, la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y la Tecnología, del Departamento de Estudios Históricos de la Arquidiócesis de Guadalajara y de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.
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