Por: Camilo Cortés- Useche, PhD (Colombia).

Cada noche, el comandante León sacaba su libreta cuadriculada y combatía contra el tiempo. No escribía solo memorias, sino batallas contra dimensiones inimaginables, buscando la clave para ser inmediato, libre y trascendente. A veces, en sus páginas se abrían portales donde los días se mezclaban con siglos, y las sombras de los que fueron se sentaban a su lado, narrándole historias de otras guerras, de otros soldados que, como él, nunca encontraban su destino. Esas guerras hablaban de conflictos entre tiranos y esclavos, de opresores y oprimidos, de un ciclo que parecía repetirse sin cesar, como si la relatividad del tiempo lo condenara a vivir en un bucle donde el pasado, el presente y el futuro eran la misma batalla a vencer.

Pero también en su libreta quedaban atrapadas palabras de amor, versos susurrados a la noche, canciones que el viento borraba antes de ser entonadas. Con cada pluma, la tinta no solo combatía contra el tiempo, sino que también era un acto desesperado de preservar lo efímero, de trascender en la vida a través de las letras.

La cadena de oro que colgaba de su cuello brillaba entre pantanos sombríos. Tenía tres dijes para el mal de ojo y una piedra preciosa para luchar contra el mal de amor; era el relicario de su origen. Aquella joya, impregnada de valores y recuerdos, pesaba más que su propia carabina tipo Winchester, fabricada en las lejanas tierras de Connecticut, como si sostuviera en su interior el peso de todas las vidas que aún debía proteger.

Las lluvias lo encontraban siempre en el momento adecuado, como si el cielo llorara por él cuando él mismo no podía hacerlo. Y bajo la tormenta, el comandante León se detenía, miraba su reflejo en los charcos y veía el rostro de un extraño, alguien que ya no sabía si era héroe o espectro. Seguía cabalgando, noche tras noche, sabiendo que el tiempo no lo esperaba, que la guerra que libraba era también contra sí mismo, contra su propia eternidad.

Un día, sus pasos se desvanecieron entre la neblina de los humedales. Su libreta quedó abierta sobre una roca, sus páginas repletas de letras, símbolos incomprensibles y mapas de un mundo que solo él podía recorrer. Se dice que, en noches de lluvia, si uno camina hacia el norte y escucha con atención, puede oír el galope de un caballo y el eco del “tic tac” de un reloj, retumbando en la eternidad, como las palabras que una vez escribió y que ahora flotan entre dimensiones desconocidas, esperando ser leídas por aquellos que aún buscan trascender.

Esta historia me hizo recordar el paso a través de los humedales, desvanecidos como sueños que la mañana no logra recordar, tragados por la prisa del humano y el olvido de la tierra. Por eso, cada 2 de febrero se conmemora el Día Mundial de los Humedales, una fecha clave para sensibilizar al público sobre la importancia de estos ecosistemas. Bajo el lema “Proteger los humedales para nuestro futuro común”, este año 2025 se cobra especial relevancia al coincidir con la 15ª Reunión de la Conferencia de las Partes Contratantes en la Convención sobre los Humedales (COP15), que se celebrará en Victoria Falls, Zimbabue, del 23 al 31 de julio.

La Secretaría de la Convención sobre los Humedales lidera esta campaña global, abierta a gobiernos, organizaciones, comunidades y ciudadanos de todo el mundo. La participación activa es clave para impulsar acciones de conservación y restauración que aseguren el futuro de estos ecosistemas esenciales. Los humedales son uno de los ecosistemas más productivos y diversos del planeta, funcionan como cunas de diversidad biológica, proporcionando agua y recursos esenciales para innumerables especies de plantas y animales. Además, desempeñan un papel clave en la provisión de servicios ecosistémicos fundamentales para la humanidad, como el suministro de agua dulce, alimentos, materiales de construcción, regulación de inundaciones, recarga de acuíferos y mitigación del cambio climático.

A pesar de que cubren solo el 6% de la superficie terrestre, los humedales albergan el 40% de todas las especies de plantas y animales del mundo, lo que los convierte en ecosistemas esenciales para la biodiversidad. Sin embargo, los humedales están gravemente amenazados. Según la Convención de Patrimonio Mundial y Ramsar, el 64% de los humedales han desaparecido desde principios del siglo XX, y la tasa de pérdida sigue en aumento. De acuerdo con la perspectiva mundial de los humedales, estos ecosistemas están desapareciendo tres veces más rápido que los bosques naturales, lo que pone en riesgo los múltiples beneficios que brindan a la humanidad.

Su conservación  y restauración ahora mismo son la batalla que permitirá el equilibrio, para asegurar la custodia del agua, resistir las inclemencias del clima y resguardar la memoria de la vida para el planeta.

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Camilo Cortés- Useche es biólogo Marino. Maestro en Manejo de Ecosistemas Marinos y Costeros, con doctorado e investigación postdoctoral en el área de las Ciencias Marinas. Su trabajo en el campo de la gestión y ecología marina en la República Dominicana le valió el reconocimiento del “Premio Dr. Alonso Fernández González 2020” a las Mejores Tesis de Posgrado del CINVESTAV en la Categoría Doctorado. Innovador de la sostenibilidad, científico y distinguido por sus aportes en la conservación de la naturaleza. Durante los últimos años ha liderando coaliciones para un modelo resiliente al cambio climático basado en la ciencia, con una idea firme del desarrollo social justo.