Por: Carlos Iván Moreno (México).

Las universidades juegan un papel fundamental en las democracias modernas, promoviendo el pensamiento crítico, el debate libre y el contrapeso intelectual al poder público. Por ello, atacar y debilitar universidades es un truco viejo y recurrente en el manual del autoritarismo. Ahí están los ejemplos de Hungría, con Orban; Turquía, con Erdoğan; Brasil, con Bolsonaro; Estados Unidos, con Trump; el Reino Unido, con Johnson; y sí, México.

Son tiempos difíciles para la democracia y la autonomía universitaria. De acuerdo con el Democracy Index 2020 del The Economist Intelligence Unit, el 70 por ciento de los países evaluados registraron graves retrocesos en la última evaluación; los peores resultados de por lo menos los últimos 15 años. Las prácticas autoritarias se están propagando, aún en gobiernos elegidos democráticamente y con importantes sistemas universitarios.

Veamos los datos. En América Latina, con una cobertura universitaria del 55%, más de la mitad de sus democracias se encuentran en una etapa de erosión de las libertades, de acuerdo con el reporte El estado de la democracia en las Américas 2021.  

En el caso de México, destaca que apenas el 40 por ciento de la población ve a la democracia como la mejor forma de gobierno —hace 10 años era el 53 por ciento—  y el 25 por ciento considera que un gobierno autoritario puede ser preferible en ciertas circunstancias —hace 10 años eran de apenas el 11 por ciento — (Latinobarómetro).

Sin duda preocupante, considerando que persisten las presiones político presupuestales a las instituciones de educación superior. Un grave atentado que solo confirma el retroceso democrático nacional. 

En países en vías de desarrollo se podría argumentar que, al tener sistemas educativos débiles o en consolidación, aún no se logra una “masa crítica” ciudadana para fortalecer la democracia. Sin embargo, ¿qué explica que en países con los mejores sistemas de educación superior del mundo se observa un rápido ascenso de autócratas?

En EE. UU., con una cobertura universitaria del 88 por ciento, los ataques y la desconfianza a las instituciones y procesos democráticos han aumentado dramáticamente. El asalto al Capitolio es solo un ejemplo. Incluso, durante la administración de Trump, la percepción positiva de las universidades entre los republicanos pasó del 54 por ciento al 33 por ciento, ¡20 puntos menos!

También en países de la Unión Europea, donde 7 de cada 10 jóvenes asisten a la universidad, la democracia vive un franco retroceso, con “represión contra la oposición, medios de comunicación, pérdida de libertades, etc.” (Global State of Democracy Report 2021)

¿Qué están dejando de hacer las universidades?

Ronald Daniels, presidente de la Universidad Johns Hopkins, en su libro What Universities Owe Democracy afirma que éstas deben hacer aún más para defender las democracias, debido a una creciente indiferencia hacia las libertades, la diversidad y el diálogo. Una encuesta de la Fundación Knight de 2020 reveló que el 63% de universitarios en EEUU consideran “no poder expresar sus creencias porque otros podrían encontrarlas ofensivas”.

Para Daniels, no es suficiente que las universidades cumplan como formadoras de talento profesional; también deben enseñar a los alumnos a defender y cultivar activamente la apertura, el debate y la diversidad de ideas, aspectos básicos de una sociedad libre y plural.

Coincido con Daniels, los retos son muchos y deben ser atendidos con autocrítica, pero además es fundamental repensar y reposicionar a las ciencias sociales, debilitadas, hay que decirlo, en aras de la mercantilización y la híper-especialización. Es impostergable. 

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Car­los Iván Mo­reno es Licenciado en Finanzas por la Universidad de Guadalajara (UdeG), Maestro en Administración Pública por la Universidad de Nuevo México y Doctor en Políticas Públicas por la Universidad de Illinois-Chicago. Realizó estancias doctorales en la Universidad de Chicago (Harris School of Public Policy) y en la Northwestern University (Kellog School of Management). Actualmente se desempeña como Coordinador General Académico y de Innovación de la Universidad de Guadalajara.