Por: Camilo Cortés- Useche, PhD (Colombia).

En el kilómetro cero, él de manos ásperas por el trabajo y ella de ojos que brillaban como luciérnagas en esa noche que se encontraron sin buscarse. Ninguno de los dos sabía que aquel primer paso, dado entre el susurro de los árboles y el sonido lejano del mar, sería el inicio de una travesía que desafiaba no solo los límites del tiempo, sino también los del corazón.

Su viaje comenzó con el viento en contra. Las tormentas nocturnas los sorprendían en medio de un océano que se encrespaba furioso, como si el agua misma quisiera tragarlos. Las olas eran monstruos que rugían, pero entre el estruendo de la cresta, él susurraba palabras de libertad, mientras ella encendía un farol con una llama que nunca se apagaba.

Cuando alcanzaron las llanuras envueltas en fuego, el calor era tan intenso que sus sombras parecían bailar al borde del abismo. Cada paso quemaba, pero los girasoles que crecían milagrosamente entre las cenizas de aquellos campos áridos les marcaban el camino, recordándoles que incluso en el infierno, la belleza podía florecer. En los momentos de mayor desesperación, una mariposa azul se posó sobre el hombro de ella. Era un recordatorio de que no estaban solos, que la naturaleza conspiraba a su favor.

Fue entonces cuando un ser apareció en sus vidas. Era una criatura misteriosa, tímida y abrumada por una vida afligida, se convirtió en un acompañante silencioso con mirada perdida y un aura de calma. Nadie sabía de dónde había venido, pero desde el momento en que se les unió, se convirtió en un candado. En los momentos de debilidad, su presencia los aferraba a la realidad y les daba la fuerza para avanzar. Nunca los abandonó, como si entendiera que su destino estaba irremediablemente ligado al de ellos.

Alzaron el vuelo sobre las nubes en una nave que parecía hecha de sueños y madera vieja. Desde el cielo, contemplaron arcoíris que se extendían como puentes hacia lugares remotos y seguros. Cada aterrizaje era una nueva aventura, encontraban por ejemplo; un bosque denso donde el sonido de la selva los rodeaba como un canto interminable; un pueblo perdido donde las puertas eran enormes y coloridas, y tras cada una de ellas se escondía un secreto. Allí compartieron una taza de café tostado, su aroma lleno el aire mientras leían libros antiguos que parecían llevarlos a su propia historia.

Las emociones entre ellos eran tan turbulentas como el viaje mismo. Había noches en las que las estrellas y hasta los planetas enteros parecían caer del cielo, reflejando la pasión que los unía. En otras, el silencio era tan profundo que podían escuchar el flujo del agua en un río lejano, un eco de lo que sentían por dentro. La lluvia los sorprendía frecuentemente, empapando sus ropas y sus pieles, pero también limpiándolos de los temores que los acechaban.

Por el camino, encontraron objetos que parecían haber sido colocados por un gitano travieso; relojes antiguos que no marcaban el tiempo, pero que señalaban direcciones, radios obsoletos que tenían vida propia y trasmitían frecuencias olvidadas, muranos preciosos que brillaban en la oscuridad, plantas colgantes y suculentas que brotaban en los lugares más inesperados. También conocieron ‘disque’ amistades fugaces, almas que se cruzaban en su sendero y les dejaban lecciones efímeras. Sin embargo, también formaron equipos con seres inocentes y llenos de alegría en su interior, cuya energía y ternura los alentaban a seguir adelante incluso en los momentos más oscuros. Estas almas puras les enseñaron que la bondad y la esperanza podían ser tan contagiosas como la duda.

No todo lo que encontraban era bondad. Se enfrentaron a seres oscuros que parecían emerger de sus peores pesadillas, y a mercaderes que intentaban deslumbrarlos con falsos espejos, tratando de emular al gran Kraken, capaz de ver los espíritus más reales, reflejando no solo quién eres, sino también quién fuiste, porque los ojos, siempre sinceros, cuentan lo que no se ve. Estos espejos no solo confundían el camino, sino que también trataban de devorar su voluntad y sus sueños, forzándolos a luchar contra sus propios temores y debilidades.

La lealtad de su compañía era la llave de la puerta que los mantenía firmes. Cuando las dudas los atacaban como fieras, se bastaban con mirarse para recordar por qué habían empezado. Compartían fresas recién recogidas en un campo bañado por el sol y se ilusionaban con conquistar el mundo, no con grandeza, sino con pequeños actos de valor y agradecimiento.

Avanzaron por carreteras interminables, cruzaron mares y surcaron cielos que parecían no tener fin. Cada kilómetro recorrido era un poema, una declaración de su conexión con la vida y con el universo. Partieron con el sueño de conocer el mundo, de explorar sus profundidades y escalar las alturas, y con cada paso descubrían no solo lo que los rodeaba, sino también lo que llevaban dentro.

Sin embargo, el destino final de su viaje sigue siendo un misterio. Había un silencio inquietante, un frío voraz que consumía las últimas páginas de su historia. Pero tal vez, como todos los grandes relatos, el verdadero significado no estaba en el desenlace, sino en el camino recorrido y en los lazos que tejieron en el kilómetro cero, allí donde todo comenzó.

Del mismo modo que en los grandes viajes personales, donde los encuentros y las decisiones trazan rutas inesperadas, la Feria Internacional de Turismo (FITUR) 2025, se presenta como un cruce de caminos para la industria turística global, conectando destinos, personas y oportunidades con el objetivo de transformar la forma en que exploramos el mundo.

FITUR 2025, que empieza esta semana en Madrid bajo el lema “Turismo Sostenible y Conectado”, reafirma su importancia como uno de los eventos más relevantes para la industria turística global. Con más de 150 países participantes y miles de expositores, este año se enfoca en promover un turismo sostenible mediante la reducción de la huella de carbono y la preservación de ecosistemas, potenciar la digitalización con soluciones tecnológicas como la realidad aumentada y sistemas inteligentes, fomentar la inclusión de personas con discapacidades y comunidades vulnerables, y fortalecer redes globales que impulsen alianzas estratégicas.

Además, FITUR 2025 actúa como un motor de dinamización económica y reactivación del turismo tras la pandemia, destacando tendencias innovadoras como la inteligencia artificial, el turismo de bienestar, ecoturismo y turismo de negocios, así como promoviendo experiencias responsables que respeten el medio ambiente y las culturas locales.

Este evento no solo refleja el compromiso del sector por un turismo equitativo y conectado, sino que también marca el camino hacia un futuro donde viajar se convierta en un acto de sostenibilidad y enriquecimiento cultural para todos.

En los viajes, ya sean personales o colectivos, los aciertos y errores construyen aprendizajes que nos marcan profundamente, y al igual que la vida, que se consume con la rapidez de un suspiro, cada paso en el camino nos invita a reflexionar sobre lo que dejamos, lo que construimos y lo que queda por descubrir.

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Camilo Cortés- Useche es biólogo Marino. Maestro en Manejo de Ecosistemas Marinos y Costeros, con doctorado e investigación postdoctoral en el área de las Ciencias Marinas. Su trabajo en el campo de la gestión y ecología marina en la República Dominicana le valió el reconocimiento del “Premio Dr. Alonso Fernández González 2020” a las Mejores Tesis de Posgrado del CINVESTAV en la Categoría Doctorado. Innovador de la sostenibilidad, científico y distinguido por sus aportes en la conservación de la naturaleza. Durante los últimos años ha liderando coaliciones para un modelo resiliente al cambio climático basado en la ciencia, con una idea firme del desarrollo social justo.