Por: Carlos Iván Moreno (México).
«El futuro ya no es lo que solía ser», decía Paul Valéry ante la incertidumbre global. Corría el año 1919. ¿Qué pensaría ahora ante la disrupción tecnológica? Anticipar el futuro, prospectar, ha sido uno de los pasatiempos favoritos de la humanidad (también el pensar que todo pasado era mejor).
Lo que caracteriza al presente no es la incertidumbre sobre el futuro, sino que los plazos del cambio son cada vez más reducidos. El “futuro” ocurre cada vez más rápido. Por ejemplo, mientras la electricidad -tecnología disruptiva del Siglo XIX- tardó 46 años en ser adoptada por 25% de la población de Estados Unidos, el ChatGPT lo hizo en apenas 8 meses.
En ese contexto, el reporte sobre el Futuro del Trabajo (WEF, 2025) es una alerta sobre lo vertiginoso del cambio tecnológico, y por ende social, que nos obliga a reflexionar sobre la (lenta) capacidad de adaptación de los sistemas educativos.
Según el estudio, que reúne la perspectiva de más de mil empleadores y 14 millones de profesionistas globales, actualmente el 48% de las tareas profesionales son realizadas exclusivamente por personas, 30% se lleva a cabo en colaboración persona-máquina y el 22% está totalmente automatizado. Sin embargo, para 2030, se estima que solo 33% de los trabajos serán realizados por humanos, otro 33% en interacción humano-máquina y el 34% será ejecutado por máquinas. Dicho trabajo automatizado no solo será mecánico y repetitivo, sino principalmente analítico y creativo; hecho por la Inteligencia Artificial.
En otras palabras: en tan solo 5 años, casi 70% de las actividades laborales se realizarán con o por inteligencias no humanas. Esta transición no solo plantea desafíos técnicos, sino éticos y morales.
¿Qué implica eso para las universidades? Es indispensable abrazar de mejor manera un enfoque interdisciplinario. La formación en IA no puede limitarse a estudiantes de ingeniería. Cada disciplina, desde las ciencias sociales hasta las humanidades, debe integrar conocimientos sobre algoritmos. Pero también, y sobre todo, el pensamiento crítico y humanista, así como el diálogo y la empatía (aquello que nos hace humanos), deben ser la esencia educativa.
Parafraseando a Valéry: el futuro ya ocurrió, pero a ritmos distintos. ¿En cuál pista vamos las universidades?
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Carlos Iván Moreno es Licenciado en Finanzas por la Universidad de Guadalajara (UdeG), Maestro en Administración Pública por la Universidad de Nuevo México y Doctor en Políticas Públicas por la Universidad de Illinois-Chicago. Realizó estancias doctorales en la Universidad de Chicago (Harris School of Public Policy) y en la Northwestern University (Kellog School of Management). Actualmente se desempeña como Coordinador General Académico y de Innovación de la Universidad de Guadalajara.
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