Brasil 

Reviviendo una tradición brasileña del siglo XIX el vinicultor Olivardo Saqui entierra 600 botellas de vino todos los terceros sábados de cada mes. El «vino de los muertos», una celebración inusitada que confiere a los caldos un sabor especial, tiene en Saqui a un fiel seguidor de la tradición nacida en el antiguo imperio portugués.

Cuando Napoleón y las tropas francesas invadieron Portugal, en 1807, los propietarios de las bodegas en las regiones de Tras os Montes y Beira Alta ocultaron la mayoría de los objetos de valor para evitar el robo y el saqueo. Las botellas de vino figuraban como uno de esos bienes más apreciados. Creada hace 12 años, la «Quinta del Olivardo» recibe todos los fines de semana cinco mil visitantes que pasean por las vides y por la bodega.

En la época de cosecha, entre enero y febrero, los turistas pueden participar en el proceso de cosecha y pisado de las uvas seguidas del entierro de las botellas que ya pasaron por la fermentación en el barril de roble de diez meses.

El entierro pasa entonces a seducir al visitante, que tendrá derecho a una botella numerada y asumirá el compromiso de volver seis meses después, en la Fiesta de San Martín, para desenterrar su propio vino.

La producción artesanal es de apenas 20 mil litros por año, un volumen que produce en una sola hora una grande explotación vinícola. Por año, la empresa de Saqui desentierra siete mil 200 botellas de 750 mililitros y las vende a 72 reales cada una (unos 19 dólares).

Por: EFE