Iberoamérica.

La humanidad lo anhela desde hace siglos. Los propios mayas en América Central bebían chocolate caliente 400 años antes de Cristo.

La región es cálida y húmeda, como en América del Sur, en África occidental y el sudeste asiático, ideal para las plantas de cacao. Los frutos del cacaotero o árbol del cacao se cosechan a mano dos veces al año.

Cuando están maduros, se recolectan y abren con un palo o un machete para extraer entre 20 y 40 granos. Todavía envueltos en su pulpa, los granos son cubiertos y fermentados un tiempo más o menos largo dependiendo de la variedad. Un paso esencial en la aparición del sabor.

A continuación viene el secado entre una y dos semanas. Los granos se ponen al sol hasta que se reduce de 60 a 7,5% su humedad. Una vez envasados y almacenados son transportados a una fábrica donde se limpian y tuestan.

Para ello los granos se aplastan y trituran hasta obtener una pasta de cacao líquido que se solidifica al enfriar. Y aquí el ingrediente básico de chocolate del grano de cacao a la barra de chocolate atrapada por una mano golosa en un estante de una tienda. Lo más difícil ya pasó. Sólo queda degustar.