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Imitar a la naturaleza para resolver problemas humanos

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El área metropolitana de Panamá podría convertirse en una ciudad regenerativa si se incluyen ciertos aspectos del funcionamiento de los ecosistemas en su diseño urbano, señala un reciente estudio que aplicó la biomímesis para medir su sostenibilidad.

La biomímesis es una ciencia que, luego de identificar necesidades o desafíos de diseño de un lugar determinado, investiga cómo los resuelven ciertos organismos y ecosistemas. Es decir, estudia la naturaleza como fuente de inspiración para resolver problemas humanos, y asoma como una alternativa prometedora en el abordaje de asuntos de sostenibilidad en Latinoamérica.

La disciplina se centra en los beneficios que obtenemos del ambiente natural, vinculados al hábitat, el ciclo de nutrientes, la regulación del clima, y la provisión de agua y energía.

Sus aportes podrían ser una forma efectiva de responder al cambio climático y a la pérdida de biodiversidad, de acuerdo al estudio publicado en la revista Biomimetics.

Entre otras experiencias exitosas, el trabajo destaca el sistema de paneles solares en paradas de buses en Brasil, los techos con plantas nativas en la provincia argentina de Córdoba y el estudio del movimiento de las hormigas en las ciudades bolivianas de La Paz y El Alto, para optimizar los flujos de transporte público.

Estas investigaciones representan “un paso hacia la creación y el desarrollo de ciudades regenerativas, para así mejorar la calidad de vida de los seres y ecosistemas presentes en la sociedad”, sostienen los autores.

Las ciudades regenerativas son aquellas que logran balancear los recursos que consumen con los que recuperan, además de promover acciones como el reciclado y la reutilización de desechos.

“La biomímesis es útil para recuperar cualidades naturales en territorios antropogenizados [alterados por el hombre] como son las ciudades, y es extremadamente importante en América Latina, donde no siempre podemos cubrir los costos de las grandes obras”, sostiene Paloma González Lobos, abogada especializada en ambiente y urbanismo, que no participó del estudio.

Es importante que la búsqueda de soluciones inspiradas en la naturaleza sea un proceso inclusivo, que considere los desafíos puntuales que enfrenta cada ciudad o región latinoamericana. A la hora de diseñarlas, es necesario pensar más allá de las grandes urbes.

“En la Cordillera hay muchos desprendimiento de roca”, ejemplifica. “A veces es mejor hacer plantaciones, con raíces que sostengan el material suelto, que grandes murallas”. Así sucede en la mina chilena El Soldado, donde se busca recuperar un terreno inestable por el secado de relaves mineros y los movimientos sísmicos.

El caso de Panamá

Con un crecimiento acelerado de su población, la capital panameña (cuyos 880 mil habitantes se duplican al considerar toda el área metropolitana) tiene necesidades energéticas crecientes, un diseño urbano fragmentado y una red de transporte público insuficiente, señala el trabajo.

Tras aplicarle el Índice de Ciudades Verdes, los investigadores advierten además sobre “un riesgo alarmante en términos de calidad del aire”, con altos valores de dióxido de nitrógeno (36 microgramos por metro cúbico) y partículas en suspensión (49 μg/m3), cuando los estándares internacionales no deben superar los 20 μg/m3.

El transporte es el mayor contribuyente en la ciudad, con el 46 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), responsables del calentamiento global que afecta particularmente a las zonas costeras.

En su búsqueda de propuestas para resolver estos problemas, los autores estudiaron distintos organismos y elementos de la naturaleza.

Así, la piel de los elefantes -con una red de arrugas ideal para retener el agua- podría inspirar soluciones de enfriamiento por evaporación, y los montículos de las termitas (diseñados con conductos de aire y diferentes grosores en las paredes), de ventilación natural.

Para minimizar la irradiación solar, consideraron el rol de los árboles (bloquean la luz con variaciones en la densidad y la textura del follaje) y la orientación cambiante de la flor “ave del paraíso”, que genera un mecanismo capaz de cubrir el sol desde distintos ángulos.

En cuanto a las alternativas de purificación del aire, investigaron las superficies de las violetas africanas -con pequeños pelos donde se adhieren las partículas- y la forma en que las microalgas capturan dióxido de carbono para producir oxígeno y azúcares.

Los investigadores también consideraron la implementación de soluciones de movilidad eléctrica, algo directamente relacionado al concepto de metabolismo urbano, que entiende a la ciudad como un ecosistema formado por subsistemas como el agua, la energía, las personas y los alimentos.

“Se trata de que las ciudades emitan menos GEI y bajen así su impacto en la huella ecológica -precisa González Lobos-. La mejora en los bioindicadores contribuye a que hayan menos enfermedades respiratorias”.

En cuanto a la optimización del transporte, la especialista del Programa de Urbanismo y Ciudades de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, plantea la necesidad de “repensar la movilidad desde el peatón, a partir del concepto de caminabilidad, algo muy trabajado en la ciudad de Guadalajara”, donde se busca reducir los tiempos de traslado y desincentivar el uso del auto.

Por último, los autores panameños recuerdan la necesidad de acompañar las nuevas infraestructuras con leyes que fomenten el cambio de hábitos, algo que sólo se conseguirá si se superan las resistencias de los ciudadanos, y las demoras y la falta de conocimiento de los gobiernos.

Por: SciDev América Latina 

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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