Brasil.
A menudo percibida como una enfermedad rural, la malaria se está documentando cada vez más dentro y cerca de los centros urbanos, advierten los expertos. Ahora, un nuevo estudio ha demostrado que la movilidad humana juega un importante papel para la “urbanización” de la malaria.
La investigación, cuyo objetivo era conocer cómo llega el parásito Plasmodium —transmisor de la enfermedad a través del mosquito Anopheles— al casco urbano, exploró durante cuatro años los patrones de movilidad humana desde entornos rurales a Mâncio Lima, ciudad de 9.000 habitantes ubicada en el estado de Acre, cerca de la frontera con Perú, y principal foco urbano de malaria en Brasil.
Mâncio Lima y otras ciudades ribereñas con similares características: alta incidencia anual del parásito, presencia del vector Anopheles en el centro urbano y constantes desplazamientos humanos entre las zonas urbanas, rurales y periféricas, fungen de “laboratorios” para que investigadores y autoridades locales puedan ver la interrelación entre movilidad humana y malaria.
Los resultados pueden servir para los otros 16 municipios amazónicos que en conjunto son responsables del 80 por ciento de la malaria falciparum en el país, e incluso para prevenir brotes de la enfermedad en capitales como Porto Velho —capital del estado de Rondonia— y Manaus, capital del estado de Amazonas.
Cada seis meses entre 2016 y 2019 el grupo aplicó una encuesta de hogares, que involucró al 20 por ciento de las casas de la ciudad y dos mil personas.
“Descubrimos que las localidades rurales que son visitadas con más frecuencia por los residentes urbanos suelen tener también la transmisión más intensa de malaria”, señalan los autores en el artículo publicado en la revista Plos One.
“Estas localidades también contribuyen con la gran mayoría de las infecciones de malaria importada diagnosticadas en el área urbana”, agrega el estudio.
La Amazonía brasileña concentra el 99 por ciento de todos los casos documentados en el país, así como un aumento en la incidencia de malaria falciparum, la forma más grave de la enfermedad, causada por el parásito Plasmodium falciparum; 17 de 807 ciudades ribereñas (2 por ciento) contribuyen al 80 por ciento de este tipo de malaria.
Igor Cavallini Johansen, investigador del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de São Paulo y autor principal del estudio, explica a SciDev.Net que casi el 20 por ciento de familias de Mâncio Lima mantienen residencias tanto urbanas como rurales.
Los destinos más frecuentes son dos pequeños asentamientos rurales llamados Tonico y Timbauba. Mientras que la incidencia media anual de parásitos para el municipio de Mâncio Lima es de 442 casos por 1.000 habitantes por año —considerablemente alta para un entorno urbano—, Tonico, la localidad más visitada, tiene la incidencia más alta de la región, estimada en 1.714 casos por 1.000 habitantes, lo que expone a los visitantes urbanos a un riesgo considerable de contraer malaria.
“Esta periferia, donde la gente pasa la mayor parte de su tiempo, es exactamente donde hay una mayor incidencia”, añade Johansen.
Los vectores son abundantes en Mâncio Lima y mantienen la transmisión local de la malaria debido a espacios periurbanos no planificados cerca de áreas boscosas y la existencia de estanques de cultivo de peces artificiales, diseminados por toda la región. “Entonces, tenemos el Anopheles —el vector que se encuentra disperso por toda la ciudad— y tenemos el parásito”, explica Johansen.
Los investigadores subrayan que las personas viajan de las zonas urbanas a las rurales como medio de supervivencia: cultivan la tierra en asentamientos agrícolas periurbanos, donde necesitan pernoctar, y regresan a la ciudad para vender sus productos y acceder a servicios, como escuelas y servicios de salud.
Las localidades dentro de los 20 km de Mâncio Lima representan el 58.1 por ciento del total de pernoctaciones fuera de la ciudad, un dato importante a tener en cuenta porque el mosquito anófeles es nocturno.
La investigación también encontró que la mayoría de los residentes urbanos móviles son típicamente hombres pobres de 16 a 60 años de hogares con múltiples sitios que carecen de un trabajo formal.
“Si las acciones de vigilancia y control no son eficientes, la movilidad aumenta la exposición al riesgo de infección y transmisibilidad”, confirma a SciDev.Net el inmunólogo Claudio Tadeu Ribeiro, jefe del Laboratorio de Investigación de Malaria del Instituto Oswaldo Cruz (IOC / Fiocruz), quien no participó en el estudio.
Estos resultados también descartan la tesis generalmente aceptada de que las comunidades con transmisión más intensa —que probablemente generan la mayor parte del riesgo de malaria urbana— son las aldeas ribereñas de difícil acceso.
“Ayuda a deconstruir la idea de que la malaria solo se contagia en comunidades aisladas”, comenta Ribeiro.
Por: Washington Castilhos/ Scidev América Latina y el Caribe.
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