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La sequía diezma a la fauna de los parques nacionales en Kenia

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Amboseli, Kenia.

El guardabosques, Josphat Wangigi Kagai, mira el cuerpo sin vida de un elefante joven en el Parque Nacional de Amboseli, en el sur de Kenia, y lamenta que esto sea ahora algo recurrente, por la extrema sequía que azota al Cuerno de África.

«Antes llevaba una mascarilla por el olor de los animales en descomposición, pero ya me he acostumbrado», cuenta el guardabosques, de 37 años, con la voz entristecida.

En este parque limítrofe con Tanzania, al pie del majestuoso monte Kilimanjaro, las señales de la sequía, la peor de los últimos 40 años, se pueden ver en todas partes.

La tierra está agrietada, los árboles tienen las hojas secas y amarillentas y los huesos de animales se esparcen en los senderos.

El elefante, de tan solo siete años, tenía una edad muy inferior a la esperanza de vida de su especie, que ronda las seis décadas.

«En las últimas semanas hemos hecho esto casi a diario», relata el guardabosques Josphat Wangigi Kagai, mientras extrae los cuernos de marfil con un hacha para evitar que los roben los cazadores furtivos.

«Esto me hace sentir muy triste», dice el guardabosques de los servicios de Kenia para la vida salvaje (KWS), que trabaja en el parque desde 2016.

‘Todo está arrasado’

La escasez de lluvias desde finales de 2020 devasta el Cuerno de África y los miedos a la hambruna aumentan. La inanición podría afectar a Somalia y a unos 4 millones de keniatas, casi un 10 % de su población.

La fauna salvaje también sufre duras pérdidas: 205 elefantes, 512 ñus (un tipo de antílope), 381 cebras y 12 jirafas murieron a causa de la sequía entre febrero y octubre, según la ministra de Turismo, Peninah Malonza.

Los pastores de Amboseli conocen de primera mano el daño causado por el cambio climático.

«Antes de la sequía podías ver manadas de elefantes deambulando por la zona, pero ahora no se ven en ningún lado», comenta Kelembu Ole Nkuren, un pastor maasai que vive en Amboseli desde que nació.

«Todo está siendo arrasado, cebras, ñus, jirafas, elefantes. Nunca he visto una cantidad semejante de animales salvajes muertos», cuenta Ole Nkuren, rodeado por los restos putrefactos de búfalos, antílopes y otras especies.

«Si la sequía continúa», advierte el pastor, «acabará con el resto del ganado, con los elefantes, con todos los animales».

Medidas de emergencia

Según Norah Njiraini, del Fondo Amboseli para los Elefantes, más de 100 ejemplares de los 2.000 de este parque murieron desde junio.

Este episodio de sequía evoca al de 2009, cuando «perdimos a las hembras adultas», refiere Njiraini.

«Este año es diferente, porque estamos perdiendo a los jóvenes», apunta.

Aquella sequía todavía atormenta a muchos lugareños.

Esta vez, el KWS se esfuerza para que los animales tengan más posibilidades de sobrevivir.

En Amboseli, la fauna salvaje se alimenta del forraje que le dan los guardabosques cada dos días.

En el Parque nacional de Tsavo Oriental, a unos 140 kilómetros al norte, el KWS perforó pozos de agua para los animales como abrevaderos.

A pesar de dichas medidas, el parque perdió 54 elefantes entre febrero y octubre de 2022.

Recientemente llovió ligeramente en la región, pero las previsiones meteorológicas auguran una sequía prolongada.

La directiva de los parques no ignora las consecuencias económicas de la sequía para este país que vive del turismo: «Cuando hay visitantes, nuestro pilar principal es el turismo de la fauna salvaje», explica el director de Tsavo Oriental, Kenneth Ochieng.

«Y cuando los números bajan, es una preocupación para todos los keniatas», agrega.

Pero Ochieng mantiene su optimismo: «Los problemas que estamos sufriendo son creados por el hombre y la solución también debe serlo«, afirma.

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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